
Es una situación que le ocurre frecuentemente a muchos usuarios. Pero, ¿qué pensaría si se pudiera medir ese caos para que usted pueda saber cuándo le conviene tomar el bus o cuándo es mejor irse y darse una “vueltica”?
Esta interesante idea nace del campo matemático llamado teoría del caos. Pero, ¿qué es el caos? Piense en una pelota: se sabe que entre más fuerte la patee, más lejos puede llegar; luego, si usted la patea suavemente, esta debería quedar muy cerca. Pero, ¿qué pasaría si cambiara un grado el ángulo con el que patea la pelota y la volviera a patear suavemente y esta, de repente, saliera disparada de la atmósfera? Usted pensará que no tiene sentido porque solo cambió un poquito el ángulo; justamente esa sensibilidad a cambios muy pequeños, en este caso el ángulo, es el caos, cambiando levemente cómo golpeó la pelota respecto a la primera vez llevó a un resultado completamente distinto.
De manera más formal, el caos es esa aparente aleatoriedad de un sistema que está gobernado por leyes deterministas, en este caso, las leyes físicas, lo que se puede asimilar al comúnmente llamado efecto mariposa.
Este campo se consolidó alrededor de la década de los sesenta cuando el científico Edward Lorenz decidió estudiar la atmósfera en la tierra con variables como la temperatura, la presión, la humedad, entre otras. El descubrimiento se dio cuando intentó repetir uno de los cálculos ya hechos pero con menos cifras decimales. Esto causó que los resultados, inicialmente similares, divergieran con el tiempo, describiendo dos estados atmosféricos completamente distintos. Imagínese usted que Lorenz, en vez de 0.210937, tomó 0.211 y pasó de un pronóstico de sol de domingo de ciclovía, a un pronóstico de lluvia de viernes santo con tan solo ese cambio de milésimas; increíble, ¿cierto?
Desde ese evento ha nacido un particular interés por el caos, en cómo medirlo y evidentemente predecirlo y los matemáticos han hecho grandes avances. Cabe aclarar que no hay un solo tipo de caos, al igual que no hay un solo método para determinar el caos en un sistema. Ejemplos de esto son los exponentes de Lyapunov o los fractales, que son herramientas que permiten cuantificar la sensibilidad a esos pequeños cambios.
La aplicación de la medición del caos es muy útil en la vida diaria, sobre todo en la naturaleza donde el caos se presenta de manera recurrente, por ejemplo, para predecir por dónde va a pasar un huracán y qué tan fuerte va a ser. También está en la ingeniería para determinar el comportamiento de aeronaves ante cambios de velocidad o altitud, en la economía en el precio de las acciones e incluso en la medicina en áreas como cardiología y neurociencia.
Luego, la respuesta es sí: se puede medir el caos, pero no en todos los sistemas que se declaran caóticos, pero esperemos que más temprano que tarde se desarrolle un modelo para medir el caos del Transmilenio.
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