Por el camino empedrado que bordeaba las vegas del río Cauca y llegaba a los dominios de los aburráes subían los porteadores con canastos llenos de tejidos de algodón, artesanías, productos agrícolas y piezas de oro y otras aleaciones. Tantas veces cruzaron esa geografía espesa color verde profundo, y desde tantos ángulos rodearon la enorme pirámide montañosa que se erige en Venecia y coloniza el paisaje de toda la región, que en algún momento le empezaron a ver forma de tusa, por parecerse al cono donde están los granos de la mazorca.

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Justicia divina: en la tierra del maíz, la montaña sagrada tiene forma de tusa.

De ese imponente cerro, que se convertirá este año en el parque natural más famoso de Antioquia, se sabe que tiene origen volcánico, porque emergió durante erupciones sucesivas hace más de 50 millones de años. Incluso se cree que con el vecino Cerro Bravo pudieron ser chimeneas de un enorme volcán. La erosión y el viento terminaron de moldear este hito geográfico que es referente espacial desde la época prehispánica. Cerro Tusa, como una suerte de Mona Lisa, mira a su observador mientras este serpentea por la carretera y se interna en el vaporoso cañón del Cauca.

La conocida pirámide natural más grande del mundo —así reza en un desteñido cartel que recibe al caminante exhausto que se aventura a subir esta tremenda pendiente— se convirtió en el principal santuario precolombino de Antioquia, gracias al montón de evidencias que dejó desperdigadas una civilización que parece perdida en el tiempo y que vivió hasta antes del año 800 d.C. Se asentó la mayoría de la tribu zenufaná con su cacique del mismo nombre, y ya en las crónicas de la Conquista, en la segunda expedición del capitán Jorge Robledo en 1541, empezaron a referirse a este territorio como la provincia Cenufaná.

De ahí el nombre de la cuenca carbonífera que comparten Amagá, Titiribí y Venecia, conocida como la Sinifaná.

Los cronistas encontraron a su paso antiguos caminos y edificaciones de piedra que ya estaban en ruinas pero que daban pistas de esta cultura indígena que realizaba ofrendas y pagamentos en la base de la montaña. En las cuevas de Santa Catalina, por ejemplo, fueron encontradas cerámicas, herramientas, restos óseos y semillas. Los indígenas bordeaban el gran cerro y tenían puntos rituales que aún se conservan como la piedra de las escalas, la silla del cacique y la piedra del eco — donde la onda sonora rebota contra la gran roca que sostiene el cerro y se expande hacia los lados—, además de varios miradores y cementerios indígenas, así como los petroglifos de la Arabia y La Amalia.

Aún permanecen varios tramos empedrados que dan pistas de la ingeniería prehispánica, con un trazado que va por la cuchilla, con acequias laterales que desviaban el agua, además de escalas amplias y bajitas para aliviar la jornada de los porteadores.

Estas rutas fueron utilizadas para peregrinaciones religiosas a los sitios sagrados o santuarios, también para conectar comercios entre los cerros Bravo y Tusa, la Sinifaná y Bolombolo.

Un parque para la familia

Todas las maravillas naturales y arqueológicas que guarda Cerro Tusa se convertirán en un enorme parque que empezará a construir Comfama en febrero. Aunque desde 2019 una ordenanza de la Asamblea creó el parque arqueológico y natural Cerro Tusa, solo hasta este año la idea será realidad.

Juan Pablo Giraldo, gerente de proyectos de Comfama, cuenta que el parque estará abierto y su oferta girará en torno al encuentro con la naturaleza, el cielo y la tierra. Por eso los usuarios que lo visiten estarán en contacto con las cosmogonías, los caminos de la cultura zenufaná y sus lugares rituales.

Esta primera fase costará $ 6.784 millones. El comienzo está previsto para febrero, una vez llegue la aprobación del plan de manejo arqueológico que avala el Instituto Colombiano de Antropología e Historia. La construcción durará nueve meses, durante ese periodo se levantarán infraestructuras livianas, terrazas, miradores y zonas abiertas, además de la restauración de caminos prehispánicos y senderos de bosque. Durante la construcción se cerrará el ascenso por cuatro meses, mientras se delimita el sendero a la cima y se levanta un refugio antes de iniciar la cuesta.

Otro frente de la intervención será en los caminos de ascenso para que sean seguros y con una capacidad de carga definida; es decir, que se determinará el número de personas que pueden estar en el circuito, que consiste en subir, permanecer en la cima y descender. La base estimada es que al menos 30 personas estén en simultánea en el recorrido, mientras otro grupo se alista.

En todo caso, Comfama espera sentarse con los guías tradicionales para definir lineamientos de cómo se operará el ascenso. Por ahora se presupuesta que la subida sea por un sendero diferente al del descenso, para que no se crucen los grupos de caminantes.

Pero el parque no solo será para los senderistas y aventureros, sino que habrá planes por montones. En la base se prepararán rituales con el fuego para contar las historias de las culturas indígenas y se ofrecerán recorridos guiados para visitar la piedra del eco y la diosa de los espejos, ambientados con instrumentos musicales cerca de las rocas para escuchar cómo la montaña devuelve los sonidos. Serán 15 experiencias familiares, que incluyen recorridos por los caminos prehispánicos y avistamiento de aves.

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Y cómo no, hasta se ofrecerá experiencia gastronómica, porque Cerro Tusa tiene un plato típico que se llama la Montaña Sagrada y que consiste en un solomito encostrado en café especial, con puré de plátano maduro, jengibre y cúrcuma, envuelto en hojas de biao en forma de pirámide, buñuelos de yuca, queso campesino y verduras.

El alcalde de Venecia, Óscar Sánchez, dice que el parque Cerro Tusa es la punta de lanza de la transformación turística de ese municipio, que después de la pandemia pasó de siete a 23 restaurantes y de 120 camas a casi 800. Un dato que ilustra el auge de visitantes de esa localidad es que 100.000 personas lo visitaron en diciembre para recorrer el enorme pesebre costumbrista que ocupó toda una ala de la iglesia.

Sánchez calcula que 1.500 personas llegarán cada semana al parque y por eso tiene previsto adecuar espacios en el casco urbano para el estacionamiento de carros y buses. El plan es que los turistas tengan a la mano un sistema de bicicletas o rutas de transporte público para recorrer los cinco kilómetros que hay hasta la base de la montaña.

La oferta turística de Venecia se enriquecerá con planes de tres días para que la gente se quede y recorra el circuito turístico urbano con su calle de los grafitis, se anime a hacer uno de los 20 recorridos rurales que hay hacia las veredas y baje a Bolombolo a conocer la estación del antiguo ferrocarril, que recién se restauró, y camine por el corredor férreo que hoy es un sendero de siete kilómetros a la vera del río Cauca, donde se puede conocer el viejo hotel en el que se hospedaba Lucho Bermúdez. “Oh, Bolombolo, país exótico y no nada utópico”, escribía León de Greiff.

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El alcalde Sánchez dice que con la entrega de la autopista Pacífico 1 este semestre, Venecia quedará a 50 minutos de Medellín. “Por eso el parque Cerro Tusa será la puerta de entrada para el turismo de todo el Suroeste”.

Una puerta para viajar a los tiempos del cacique Zenufaná, de las expediciones de Jorge Robledo y de los porteadores con sus canastos gigantes amarrados en la frente.