Turquía vive una tragedia. Los más de 1.400 muertos que se ha registrado hasta el momento en ese país, muestran la magnitud de lo que ocurrió en las últimas horas. Pero no es la primera vez que ese territorio tiene que enfrentarse a esa situación. En 1999, otro terremoto -uno de los más recordados, posiblemente- sacudió a Estambul, una de sus principales ciudades. Entonces, hubo 17.000 fallecimientos.

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Los datos que registra la ‘National Oceanic and Atmospheric Administration’ (NOAA) muestran que los terremotos y temblores en Turquía se remontan a varios siglos atrás. En el año 115, por ejemplo, se presentó uno en la entonces región de Antioquía que dejó, se cree, unos 260 mil muertos. La magnitud fue de 7.5.

El año 342 también hubo una tragedia. De acuerdo con el ‘Global Significant Earthquake Database’, hubo cerca de 40 mil fallecimientos. Casi dos siglos después, en el año 525, se repitió la situación en Antioquía. Esa vez, el número de víctimas mortales llegó a 250 mil.

Una de las razones que ayuda a entender esta situación tiene que ver con la placa tectónica Anatolia, también llamada “placa turca”. Comprende la mayor parte de Asia menor y limita con la placa arábiga, la placa euroasiática y la africana. A medida que se desplazan, se presentan sismos. La Autoridad para el Manejo de Desastres y Emergencias (AFAD, por sus siglas en inglés) turca registró más de 22.000 en 2022, aunque ninguno con la magnitud del que se registró este lunes.

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El temblor “es grande para los estándares mundiales. Por término medio, se producen menos de 20 seísmos de magnitud superior a 7,0 al año”, dijo al SMC de Reino Unido David Rothery, profesor de Geociencias Planetarias en la Open University. “La ruptura inicial se produjo a una profundidad relativamente baja, a menos de 20 kilómetros, en la falla de Anatolia Oriental. Muchas de las réplicas posteriores, aunque más débiles en su origen, se han producido a menor profundidad”.

“La causa fundamental de este terremoto es el movimiento de las placas tectónicas. La colisión de la placa arábiga con Eurasia hacia el norte obliga a la placa de Anatolia a desplazarse hacia el oeste a un ritmo de unos dos centímetros al año”, aseguró Rothery a Agencia Sinc. La fricción entre las fallas no es suave, sino que “la tensión se acumula localmente durante años o décadas hasta que las masas rocosas chocan entre sí en una sacudida repentina”.

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Incluso, un artículo publicado en 2019 en la prestigiosa revista Nature, liderado por Dietrich Lange, del Centro Helmholtz de Investigación Oceánica Kiel, en Alemania, sugería que un segmento de la Falla de Anatolia acumulaba tensión, lo cual podría representar en el futuro un riesgo para los habitantes de esa región, especialmente para Estambul. Sin embargo, advertían sobre la necesidad urgente de realizar estudios similares en regiones con un alto potencial de peligro de fallas activas en alta mar.