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Cada vez más figuras de la derecha radical europea se reivindican de Donald Trump, lo que puede traer beneficios en las urnas, en algunos casos, pero también pueden toparse con una realidad política europea poco compatible con el trumpismo. Análisis de Aurore Lartigue, periodista de RFI.
En Polonia, Karol Nawrocki, candidato nacionalista del PiS, ganó las presidenciales el 1° de junio. Unas semanas antes de los comicios, había mostrado su respaldo a Trump en Washington, apostando por su complicidad y una postura antiinmigración. También se benefició del traspaso de votos de un candidato de extrema derecha apodado el “Trump al estilo polaco”.
En Rumanía, George Simion, líder de la extrema derecha AUR, hizo campaña retomando eslóganes y estilo trumpistas. Aunque fracasó en la segunda vuelta de las presidenciales del 18 de mayo, obtuvo más del 40 % de los votos, sacudiendo a los partidos tradicionales.
En febrero, la extrema derecha europea se reunió en Madrid bajo el lema “Make Europe Great Again”. Sin embargo, no todos reivindican abiertamente su cercanía con Trump.
Nigel Farage sí lo hace sin ambigüedad. Antiguo artífice del Brexit, cercano al presidente estadounidense desde 2016, vio cómo su formación, Reform UK, obtenía cinco escaños en las legislativas de 2024. “Reivindicarse del trumpismo en el Reino Unido agrada a una parte del electorado”, analiza Laëtitia Langlois. No obstante, el equipo de Trump parece ahora favorecer figuras más radicales.
En Europa Central, Andrej Babis, ex primer ministro checo y candidato a las presidenciales de 2025, se compara fácilmente con Trump. Comparte su estilo directo, sus posiciones hostiles hacia la Unión Europea y su retórica en temas de seguridad. Aunque critica algunas medidas trumpistas, apoya en líneas generales al presidente estadounidense.
Pero esta estrategia no garantiza el éxito. En Albania, Sali Berisha no logró derrocar al poder socialista pese al respaldo del estratega Chris LaCivita y una campaña directamente inspirada en Trump.
¿Es exportable el trumpismo?
Entonces, ¿se puede exportar el trumpismo? “No estoy seguro de que sea una etiqueta que funcione”, estima el politólogo Jean-Yves Camus, codirector del Observatorio de las Radicalidades Políticas (ORAP). “Porque se basa, ante todo, en una visión distorsionada de Estados Unidos, como si fuera un país donde existe el milagro político, donde el ‘pueblo profundo’ se expresa y logra ganar, donde las élites tradicionales son derrotadas”. Este mito olvida el papel determinante del sistema electoral y del dinero en las campañas en Estados Unidos. También pasa por alto que es un modelo difícilmente trasladable a Europa, donde la financiación de las elecciones está estrictamente regulada.
Sin embargo, Jean-Yves Camus admite que es un estilo que seduce: “El hecho de que ese hombre pueda hacer lo que quiera […] resulta atractivo para personas que no cesan de atacar a la clase política”, prosigue. Temas como la inmigración, el rechazo del wokismo o el proteccionismo resuenan con fuerza en muchos electores. Pero “esta familia política está compuesta por partidos nacionalistas”, subraya, y sus intereses terminan por chocar entre sí.
De hecho, la cercanía con Trump se vuelve a veces incómoda. Las posturas del presidente estadounidense sobre Ucrania, la OTAN o Rusia hacen difícil asumir su apoyo. Der Spiegel mencionaba en mayo la incomodidad del neerlandés Geert Wilders, cuya popularidad declina desde su victoria electoral.
Una jugada electoral arriesgada
Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Agrupación Nacional, ha tomado distancia: “Nada que ganar, todo que perder”, declaraba Renaud Labaye, miembro también de ese partido. Esta prudencia se inscribe en una voluntad de institucionalizar al partido.
En Alemania, la AfD recibió el apoyo de la administración Trump vía Elon Musk. “La AfD supo utilizar la carta Trump en el plano económico y antieuropeo”, analiza el politólogo Gilbert Casasus. En España, Santiago Abascal (Vox) asume plenamente su alineamiento con Trump, llegando a acusar a la UE de haber facilitado la invasión de Ucrania.
No hay elecciones previstas en el corto plazo en España. Si bien Elon Musk ya ha vaticinado en su red X la victoria de Vox en las próximas elecciones nacionales, en las encuestas, el partido de extrema derecha sigue siendo la tercera fuerza política española, a considerable distancia del PSOE y del Partido Popular (PP).
Convertir el trumpismo en un recurso electoral es, por tanto, una jugada arriesgada para los nacionalistas europeos. Reivindicar a un estadounidense que quiere anteponer los intereses de su país obliga, inevitablemente, a hacer malabarismos. Más aún cuando, como recuerda Jean-Yves Camus, esta extrema derecha conserva “un viejo trasfondo de antiamericanismo, aún más marcado en los márgenes, porque los estadounidenses son también quienes derrotaron al fascismo y al nazismo en 1945”.
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