
La muerte del papa Francisco marca el final de un liderazgo que transformó la Iglesia católica con un estilo cercano, progresista y comprometido con las reformas, las cuales no fueron gratis, pues aunque trató de darle un nuevo aire al Vaticano, en ese proceso se ganó la animadversión de los más tradicionales en la institución.
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Jorge Mario Bergoglio pasó de ser un joven seminarista en Argentina a convertirse en el primer pontífice latinoamericano en la historia, dejando un legado de humildad y cambios en el Vaticano. Su liderazgo marcó una de las etapas más relevantes de la historia reciente de la Iglesia, donde intentó modernizar la institución y acercarla a sectores tradicionalmente marginados.
Sus primeros años en Argentina y su vocación religiosa
Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, Jorge Mario Bergoglio creció en una familia de ascendencia italiana. Desde joven, sintió el llamado religioso y se unió a la Compañía de Jesús, orden en la que se ordenó sacerdote en 1969. Su educación estuvo marcada por un fuerte compromiso con la justicia social y la teología de la misericordia.
Durante la dictadura militar argentina, entre 1976 y 1983, su papel como sacerdote y superior de los jesuitas estuvo rodeado de polémica (muy habitual en él). Aunque muchos lo vieron como un defensor de los derechos humanos, otros cuestionaron su rol en ciertos episodios de represión. Sin embargo, su trabajo pastoral y su compromiso con los más necesitados le dieron un fuerte reconocimiento en la Iglesia. A lo largo de su vida se mostró crítico ante las injusticias sociales. De hecho, ya en el Vaticano se manifestó sobre conflictos de calado internacional.
Camino al Vaticano: de cardenal a papa
En 1998, fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y en 2001 fue elevado a cardenal por el papa Juan Pablo II. Su estilo de vida sencillo, su rechazo a los lujos y su enfoque en la justicia social lo hicieron destacar dentro de la Iglesia. Como cardenal, se caracterizó por viajar en transporte público, vivir con austeridad y tener una fuerte conexión con las comunidades más vulnerables. Ese talante lo mantuvo hasta su muerte.
Cuando Benedicto XVI renunció al papado en 2013, Bergoglio se convirtió en una de las figuras clave en el cónclave del Vaticano. De hecho se dice que fue una ficha fuerte en el cónclave que terminó con la elección de Joseph Ratzinger.
El 13 de marzo de 2013, fue elegido papa y adoptó el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís. Desde el inicio, su pontificado se diferenció por la austeridad y su cercanía con la gente, rompiendo con varias tradiciones del Vaticano. Optó por no vivir en los apartamentos papales y continuó con un estilo de vida humilde.
Un papa de cambios y desafíos
Francisco se enfocó en reformar la Iglesia, combatir los abusos dentro del clero y modernizar la institución. Promovió la transparencia en las finanzas del Vaticano y tomó medidas para sancionar a obispos y sacerdotes involucrados en casos de encubrimiento de abuso sexual. Sus decisiones fueron aplaudidas por sectores progresistas, pero también dieron pie a resistencias dentro del ala más conservadora de la Iglesia.
Su encíclica Laudato Si’ fue un llamado de alerta sobre el cambio climático y la necesidad de una ecología integral. También impulsó iniciativas de diálogo interreligioso, visitando países de mayoría musulmana y judía en un esfuerzo por fortalecer la paz mundial.
Su postura sobre la comunidad LGBTQ+ desató tanto apoyo como críticas dentro de la jerarquía eclesiástica. En varias ocasiones, se pronunció a favor de una Iglesia que no excluya a nadie y que esté abierta a recibir a todas las personas sin importar su orientación sexual. Sin embargo, su postura a veces fue señalada como gris y ambigua. También promovió cambios en la pastoral familiar y en la visión de la Iglesia sobre el papel de la mujer, impulsando discusiones sobre la posibilidad de otorgarles mayores responsabilidades dentro de la institución.
A lo largo de su pontificado, Francisco se involucró en conflictos políticos y sociales alrededor del mundo. Actuó como mediador en crisis internacionales y promovió el diálogo en regiones afectadas por la guerra y la pobreza. Por ejemplo, su liderazgo fue clave en la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, un logro que marcó la historia de la política internacional.




Su legado quedará marcado por su intento de hacer una Iglesia más accesible, humilde y comprometida con los problemas sociales. Con su partida, el Vaticano enfrentará el desafío de mantener o modificar el rumbo que él estableció, y el futuro de la institución dependerá de la visión del próximo papa.
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