
El presidente Donald Trump anunció investigaciones del Departamento de Comercio sobre la importación de semiconductores y productos farmacéuticos, abriendo la puerta a posibles nuevos aranceles, detalla Bloomberg.
Estas medidas buscan reducir la dependencia de Estados Unidos de la producción extranjera, que Trump considera una amenaza para la seguridad nacional.
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Las investigaciones abarcan chips, equipos de fabricación y medicamentos, y podrían afectar profundamente a las cadenas de suministro globales. Esto golpearía la forma de enviar medicamentos a muchos países alrededor del mundo.
La industria de semiconductores, que ya enfrenta tensiones tras la pandemia, podría ver mayores costos y escasez, señala ese medio.




Lo mismo ocurre con la farmacéutica, especialmente en países como Irlanda, donde compañías estadounidenses como Pfizer y Eli Lilly operan numerosas plantas.
Organizaciones del sector biotecnológico advierten que hasta el 90 % de sus componentes provienen del extranjero, por lo que los aranceles podrían provocar aumentos de costos, retrasos y la necesidad de nuevos socios.
Aunque Trump eximió temporalmente a productos como teléfonos móviles y computadoras de aranceles elevados a China, dejó claro que estas exenciones podrían ser cortas.
También mostró disposición a negociar con líderes empresariales para implementar estos cambios de forma gradual. A largo plazo, su objetivo es relocalizar la producción y fortalecer la base industrial estadounidense.
Cuál es la política económica de Donald Trump
La política económica de Donald Trump, conocida como “Trumponomics”, se centra en una combinación de proteccionismo comercial, desregulación, reducción de impuestos y fomento de la producción nacional. Desde el inicio de su primera presidencia en 2017, Trump promovió la idea de “Estados Unidos primero” (“America First”), buscando revertir décadas de globalización mediante medidas que priorizaran la economía doméstica, la industria nacional y el empleo estadounidense.
Esta estrategia se tradujo, en 2025, en la imposición de aranceles a productos importados, principalmente de China, pero también de otros países, con el objetivo de reducir el déficit comercial, proteger sectores estratégicos como el acero, el aluminio, los semiconductores y la industria farmacéutica, y fomentar la relocalización de fábricas en territorio estadounidense.
Uno de los pilares de su política fue la reforma fiscal aprobada en 2017, que redujo de forma significativa el impuesto corporativo, con la intención de incentivar la inversión empresarial y aumentar la competitividad internacional de las compañías estadounidenses.
Esta medida también incluyó recortes de impuestos para individuos, aunque los beneficios estuvieron más concentrados en los sectores de mayores ingresos. Trump también impulsó una agenda de desregulación, eliminando múltiples normas ambientales, financieras y laborales que, según su administración, entorpecían el crecimiento económico y la creación de empleo. Esta desregulación fue especialmente notoria en los sectores energético e industrial, con un fuerte impulso al desarrollo de combustibles fósiles y la reducción de restricciones a las emisiones contaminantes.
Qué hizo Trump con México y Canadá
Otro aspecto central fue el uso estratégico de la política comercial como herramienta de presión diplomática y económica. Trump renegoció tratados como el TLCAN con México y Canadá (ahora T-MEC), buscando condiciones más favorables para EE. UU.
Asimismo, utilizó los aranceles no solo como barrera económica, sino también como palanca en temas políticos y de seguridad, como ocurrió en su relación con México respecto a la migración. Durante su mandato y en su campaña de reelección, también promovió el fortalecimiento de sectores considerados esenciales para la seguridad nacional, como la industria tecnológica y farmacéutica, argumentando que depender de países extranjeros en estos rubros debilitaba al país frente a competidores globales.
En resumen, la política económica de Trump persigue una fuerte intervención del Estado para reequilibrar las relaciones comerciales, impulsar la producción nacional y disminuir la influencia de actores internacionales sobre la economía estadounidense, en un marco donde el crecimiento económico se vincula directamente con la autonomía industrial y la autosuficiencia estratégica.
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