Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Sergio Jacome   Ago 6, 2023 - 6:55 pm
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Wilder Zapata supo qué era el trabajo, la humildad y la disciplina en las calles de Aranjuez; luego entendió cómo se sentía tocar el cielo con las manos en Marruecos; y ahora está mirando cómo expande su legado a Estados Unidos, México o España. Su historia está cargada de anécdotas, momentos difíciles, perseverancia y sobre todo amor por el deporte, que es lo que lo ha llevado a ser el rey de los gimnasios en Colombia.

A mediados del 2014 las familias colombianas encendían el televisor para ver el Mundial de Brasil en las mañanas y en las tardes, mientras en las noches se conectaban con el “Desafío Marruecos”, en el que este antioqueño fue escalando paso a paso con la única estrategia de “ser él mismo”. Le funcionó, y con solo 22 años ganó el ‘reality’. Fue el momento que le cambió la vida.

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El premio sin impuestos fue de 300.000 dólares. Con esa plata hizo tres cosas: llevar a sus papás a San Andrés a conocer el mar; comprarles la casa donde vivían y remodelarla; y con el resto, más las regalías que estaban llegando en medio de su fama, emprender y apostarle a la industria de los gimnasios.

La vida le cambió totalmente, pero no fue solo ganar el Desafío. Fue ahorrar, estudiar y aprender. Eso lo ha llevado a encabezar una de las marcas de gimnasios más prometedoras en el mundo, Action Black, que actualmente tiene un valor de mercado de US$24 millones y cuenta con siete sedes, pero apunta a cerrar el año con 18.

El mayor logro para Wilder, que sorprende a sus seguidores por cómo se ve ahora, más allá de las cifras, es que las personas vean a Action Black como su tercera casa después del sitio donde duermen a diario y del trabajo. “Yo quiero que la gente pague, pero que venga a entrenar. Nosotros tenemos una tasa de recurrencia altísima, mientras que la tasa de deserción es extremadamente baja, del 2% o 3%”, dice.

Hoy, la marca llega a 5.000 afiliados y se ha consolidado como un producto premium que inversionistas quieren llevar a Nueva York y Miami, en Estados Unidos, o a España y México. Además, algunas sedes que se acercan al límite de inscripciones y tendrán que poner lista de espera, algo que prácticamente no existe en este mercado, según cuenta el antioqueño.

La vida en carretilla

Pero, como asegura él, el éxito es una consecuencia. En este caso es el trabajo de más de 20 años. Su historia empezó en Aranjuez. “Fui criado en una familia de seis personas. Soy el mayor de cuatro hijos. Mi padre, mensajero de profesión, es un hombre que admiro profundamente porque es mi héroe, ya que aunque en mi casa hubo mucha carencia de lo material, él estaba extremadamente presente. Igual que mi madre, ella hacía oficios varios en casas, lavaba ropa a mano porque no había lavadora en muchas de las casas en su momento”.

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En un tono nostálgico recuerda que su familia vivía en un espacio de 42 metros cuadrados. En cierto punto sus papás dormían en la cama grande, sus dos hermanos menores en una cama pequeña, su hermana en una cama sola y él tenía que dormir en el piso sobre unas cobijas.

En medio de todo nunca le faltó lo más importante: la unión familiar y el ejemplo de los padres. Su obligación era la academia y su derecho en los tiempos libres era hacer deporte. Lo disfrutaba al máximo. Estuvo en rugby, natación, karate, basquetbol y hasta en fútbol, aunque en este último era más bien regular, como narra entre risas.

En medio de todo hubo dos cosas que lo marcaron. Primero, que en todos estos deportes había un común denominador: el gimnasio; y segundo, la relación con su padre. Él trabaja como mensajero en Servientrega entre semana, y los sábados y domingos vendía pollos y salía en una carretilla a vender frutas. Pero todas las noches llegaba a las ocho y aún con el cansancio de la jornada salía con Wilder a trotar o jugar fútbol.

“Yo a esa edad, seis, siete años, acompañaba a mi papá en la carretilla y no lo veía como un trabajo, sino como tiempo de calidad con él. Y al verlo como tiempo de calidad le cogí muchísimo amor al trabajo. Él era un hombre extremadamente disciplinado, trabajador y presente”, describe.

El salto a las pantallas

A pesar de su amor por el deporte, Wilder dibujaba su futuro profesional lejos de este. Estudió Comunicación Social – Periodismo en la Universidad de Antioquia, siempre becado por ser deportista y por su buen promedio. La idea, una vez graduado, era lograr un puesto en alguna de las empresas del denominado GEA: Sura, Argos, Nutresa o Bancolombia.

Justo cuando iba terminando, en 2012, el trabajo de grado fue el puntapié para todo lo que vendría. “Hice el trabajo de grado sobre los reality show, y una de las conclusiones fue que son otro género de telenovela porque tienen ciertos patrones, ciertos perfiles. Y yo cumplía con dos de ellos: la historia de resiliencia y el joven deportista”.

Luego, como él mismo afirma, salió por primera vez de Medellín. Lo más lejos que conocía era Niquía, cuando iba en Metro a visitar a su abuela. Pero en el 2013 ganó una beca y se fue a estudiar a España siete meses. Con 21 años voló por primera vez en avión y conoció el mar. Luego regresó a Colombia y decidió poner en práctica lo que aprendió en su trabajo de grado sobre los realitys.

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Mandó un video a los productores del Desafío, para participar en el de 2014, en Marruecos, y fue escogido. La competencia era dura y el clima hostil, pero no importó nada. “Yo iba sin estrategia y después me di cuenta de que todo el mundo tenía estrategia, menos yo. Me guiaba por la convivencia. Para mí lo más importante siempre han sido las personas, más que las habilidades técnicas o físicas.”.

Ser él mismo le sirvió. Ganó el Desafío 2014 y tuvo su momento de fama. Al volver a Medellín lo invitaban gratis a restaurantes y a gimnasios. Pero eso no se le subió a la cabeza, seguía pagando “corrientazos” de $ 4.500 para almorzar y montando en la moto Boxer que le heredó su papá, aunque cada vez lo dejaba “botado” con más frecuencia, entonces tuvo que venderla.

Nace Action Fitness

Lo que le quedaba del premio más lo ahorrado sumaba más o menos US$200.000. Con eso, más el apoyo de tres socios, decidió emprender y montar, en 2015, un gimnasio al que llamó Action Fitness. Quería hacerlo en Aranjuez, pero no encontró espacio, entonces decidió llevarlo a Manrique, lo que le costó que le llamaran loco por ofrecer un servicio de ese nivel en una zona popular.

No le importó y arrancó, la mensualidad era de $39.900 y llegó hasta $65.900. El éxito fue tal que en 8 meses hubo retorno de inversión. Entonces uno de los tres socios apoyó otra idea bastante arriesgada: abrir tres puntos más de Action Fitness, lo que costó cerca de $US1,2 millones.

Con el flujo de caja, en 11 meses esa deuda estaba saldada. Luego hubo nuevos apalancamientos que permitieron llegar a 8 sedes de Action Fitness en Medellín, y tras otro envión la marca arribó a Bogotá y Barranquilla. Wilder probó las mieles del éxito, para 2019 su empresa ya tenía 21 sedes y estaba valorada en US$28 millones. Además despertó el interés de Smart Fit y Bodytech, pero no se pudo negociar por cuestiones regulatorias.

Pero después llegó la pandemia en el 2020 y todo lo que estaba flojo en las empresas lo derrumbó. El fuerte apalancamiento para levantar a este monstruo de la industria fitness empezó a hacer mella, y además los gastos mensuales eran de $1.500 millones. Ahí hubo un clic que cambió la historia.

El rey de los gimnasios

“La pandemia me ayudó a reconciliarme conmigo. La velocidad de crecimiento de la empresa había sido tan absurda que estuve sin hacer ejercicio 8 meses. Entonces volví a hacer actividad física, bajé de 120 kilos a 85, y me dediqué a desarrollar un nuevo producto. Quería revolucionar el mundo, que la gente no viera el gimnasio con pereza, sino que no viera la hora de que fuera el momento para entrenar”, recuerda.

Decidió aventurarse con un nuevo gimnasio premium, con precios más altos, pero con el objetivo de que las personas los sintieran baratos una vez fueran a entrenar, al que llamaría Action Black. En el entre tanto, vendió tres sedes de Action Fitness, se quedó con una sola –en Bogotá– y las restantes 17 se convirtieron en Smart Fit, empresa cuyas franquicias en el país –además– son administradas por el propio Wilder.

Así, desde el 2021 el paisa arrancó un nuevo modelo de negocio. Los planes en Action Black oscilan entre 199.900 y $499.900 al mes, pero tienen un toque distinto. “Hacemos que la experiencia de los afiliados sea importante, que sea la mejor hora de su día. Hay modalidad para triatonistas, salón de recuperación, cycling (…) son salones enfocados en nichos de mercado”.

Además, continúa el empresario, “como el negocio es cuidar la experiencia del afiliado, y es semipersonalizada, operamos bajo capacidad instalada (…) entonces si tenemos 30 cupos no podemos meter 31 personas porque las rutinas se vuelven ineficientes. Por ejemplo, si hay cinco personas turnándose una máquina su ejercicio no va a ser eficiente”.

Según él, para brindar un servicio premium su marca tiene una aplicación que permite a los afiliados escoger su caminadora, su banda o su saco de boxeo para poder arrancar a determinada hora.

Así, con un producto “made in Medellín”, el emprendedor paisa se está metiendo de a poco en grandes ligas de la industria fitness.

Actualmente el margen ebitda entre sedes de la compañía oscila entre 40% a 58%. Para Wilder, entre las cosas más importantes en su vida hoy está el lograr que más personas vayan al gimnasio de forma genuina y por convicción, así como poder emplear a 480 personas en todo el país, entre los diferentes negocios de Action y las franquicias de Smart Fit.

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