Esos establecimientos son sitios “cargados de significado” y se necesitaría más que un equipo interdisciplinario (conformado, entre otros, por un experto en gastronomía, un psicólogo, un relacionista público, un arquitecto, un diseñador de interiores, un periodista, un sociólogo, un musicólogo, un novelista y un financiero) para estudiarlos, escribe Ways en su columna del diario capitalino.

La razón para que deban converger tantas miradas es porque, según Ways, más que simples comedores, los restaurantes son “los espacios en los que ocurren, a la vista de la comunidad, algunos de los rituales más importantes de nuestra cultura: los negocios, la política, la celebración de triunfos, la seducción. Etcétera”.

Así, los ve como algo más que “la tercerización de la función culinaria”. Los entiende como “una institución fascinante”. A raíz de eso, plantea que “ojalá” no se reinventen. “Ojalá, cuando esto pase, sean igual que eran antes”.

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“No todo tiene que cambiar por culpa del covid: la gente clama, más que nada, por un retorno a la normalidad”, asegura Ways, y, para respaldar su aseveración, cita al reconocido chef Ferran Adrià, que, en un conversatorio virtual con estudiantes de culinaria a finales de junio pasado, mandó a ‘freír’ la idea de reinventarse.

“No hay que reinventarse. Después de la Primera Guerra Mundial no se reinventó nadie. Después de la Segunda, tampoco. Lo que pasó es que cerraron muchos. ¿Reinventarse en qué? Si no hay demanda, tienes que cerrar. Es duro. No me gusta dar opiniones, pero esta la doy: si quieres cambiar tu negocio, te vas a equivocar”, les dijo Adrià a sus interlocutores.

Sobre el término, también había escrito María Isabel Rueda, en El Tiempo, en donde dijo: “Estamos cansados, deprimidos, desesperados y desesperanzados con este prolongado encierro, y desarrollando fastidio ante ciertas palabras y expresiones acuñadas en medio del coronavirus y que han pasado a sonar como irritantes frases de cajón”.

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Y en su menú, puso de primera, de “campeona”, según Rueda, a ‘reinventarse’. “En lo que a mí respecta, yo me siento inventada hace muchos años, y no pienso en transformarme en alguien que no soy por la pandemia”, escribió, y en el segundo lugar situó la “palabrita” ‘resiliencia’, sobre la que dijo: “Mejor que resiliente suena resistencia, fortaleza, ajustabilidad, calma. Con resiliencia no voy a evitar el contagio. Y menos me puedo permitir el lujo de salir por ahí como una loca gritando: ‘¡soy resiliente! Soy resiliente’, porque sugeriría desequilibrio en mi salud mental. La mejor definición de resiliencia es tener que mamarse todo. ¿No es más sincera esa exclamación?”.

A la mesa que sirvió Ways, cuyo plato principal es la idea de ‘reinventarse’, también se sienta Michelle Arévalo Zuleta, con su columna en El Espectador, en donde advierte, con términos muy culinarios, que estamos en pausa. “La incertidumbre seguirá mientras el COVID-19 permanezca en el aire y, aunque tratemos de cocinar una solución, por ahora esta solo se puede cocer a baja temperatura”.

Y agrega un agrio dato como aderezo, sin usar el término ‘reinventarse’ que propone Ways, pero sí el de ‘resiliencia’ del que se ocupa Rueda: “Más de 36.000 cocinas han cerrado para siempre. Con el pasar de los meses, hemos perdido a grandes aliados culinarios y una parte de nuestra memoria gastronómica. Otros restaurantes siguen resilientes en la primera fila de batalla, mandando sus domiciliarios como soldados que no se dejan derrotar. Por ahora la idea de volver mantiene prendidas algunas estufas”.

“Mientras se alistan protocolos, son muchos los restaurantes que encendieron otro fogón en medio de la crisis. Durante la cuarentena aparecieron nuevos menús de comida para llevar”, agrega Arévalo Zuleta. “Una iniciativa que permite continuar con la esencia de sus sabores a los que nos acostumbraron en sus lugares, pero de forma más casual y fácil a la hora de disfrutar en casa”.