A partir de este lunes 29 de noviembre faltan exactamente seis meses para las elecciones presidenciales del año entrante, cuya primera vuelta se celebrará el 29 de mayo. Para unos, es un tramo muy corto, pues ven como inminente ganador a Gustavo Petro, que se viene situando de primero en las encuestas. Otros, en cambio, creen que en esos cinco meses las cosas pueden cambiar y ven muy difícil que el senador de la Colombia Humana pueda sostener en el tiempo esa posición privilegiada.

Un ejemplo de que la política es dinámica (quizá muy dinámica), y más en el mundo de las encuestas, lo traen siempre a colación los analistas con el caso de Álvaro Uribe cuando se lanzó a la candidatura presidencial de 2002, primero en representación del Partido Liberal, aunque después terminó como independiente. Uribe se situaba en ese segmento de quienes no marcaban sino el 1 % de la intención de voto. Era el último en las encuestas, pero terminó siendo, hasta ahora, el primer presidente en ganar las elecciones en primera vuelta desde que así lo dispuso la Constitución de 1991.

(También puede leer: Con 12 millones de turistas, Petro subsanaría pérdidas por su plan de no exportar petróleo)

Ese dinamismo de la contienda electoral tiene que estar en el cálculo político de todos los aspirantes: debe llenar de esperanzas a los coleros, pero también de cautela a los que van adelante, que enfrentan el reto de mantenerse todavía por seis largos meses. En esta perspectiva encuadran las propuestas de Petro, que resultan muy efectistas, sobre todo entre los jóvenes, un sector al que el candidato sabe impresionar, y más con los temas de medioambiente, una de las principales preocupaciones de esta generación.

La idea de suspender la exploración de petróleo en Colombia la planteó Petro en agosto pasado, pero la volvió a mover en los últimos días con palabras propias de cualquier candidato en campaña, es decir, situándose ya en el papel de presidente de la República y asegurando que esa medida la tomaría al día siguiente de su posesión. Lo mismo hizo la semana pasada en Purificación (Tolima), en donde dijo: “El presidente de Colombia Gustavo Petro, el 8 de agosto, se levanta bien tempranito y firma el decreto en donde se elevan” en 50 % los aranceles para cuatro renglones de la economía nacional, incluidos alimentos.

Lee También

Por qué subirían las facturas de gas con la idea de Gustavo Petro

Todas parecen iniciativas que beneficiarían a los sectores menos favorecidos, aunque, a la luz de las cifras expuestas por expertos, lo que harían sería perjudicarlos. En el caso de la suspensión súbita de la exploración y explotación de petróleo, por ejemplo, “representaría un golpe muy fuerte para el bolsillo de los colombianos, porque el precio de las facturas de gas se podría incrementar en cinco o seis veces al tener que depender del gas importado. Ocho de cada diez familias colombianas consumen gas en sus hogares”, dijo el ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, en Semana.

La explicación puede resultar sencilla: si, como quiere Petro, Colombia deja de explorar y explotar petróleo desde el día siguiente de que se posesione, es obvio que el aparato productivo del país no se puede detener (salvo que esa sea la aspiración del candidato), y, mientras se completa la transición energética a energías renovables (en la que, de todas maneras, el país ya está trabajando), habría que importar el petróleo y el gas que ya no se produciría.

(Le interesa: Zuluaga gradúa a Petro de “gran enemigo” de Colombia, en discurso muy uribista)

“La carga de crudos necesaria para las refinerías de Barrancabermeja y Cartagena […] es de aproximadamente 400.000 barriles diarios, lo que representaría un valor de más de 124.000 millones de pesos al día”, explicó Mesa en la revista. “De llegarse a tomar la decisión de importación, se debe tener en cuenta que los incrementos en los costos por los tipos de crudo varían según la optimización de la producción de refinados. La infraestructura que hoy existe en el país […] no está diseñada para internar y transportar crudo importado, lo cual puede encarecer significativamente e incrementar los costos exponencialmente, e incluso poner en riesgo la seguridad energética del país”.

El ingeniero Óscar Díaz Martínez, presidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros de Petróleos (Acipet), asegura en La República que, “al parecer, [Petro] ha olvidado que esta industria le representa [al país] aproximadamente el 5 % del PIB, el 37 % de las exportaciones, más del 23 % de inversión extranjera y el 14 % de ingresos corrientes de la Nación. Hechos que no se pueden desconocer especialmente cuando se requiere financiar la inversión social”.

A partir de esa consideración, pregunta: “¿De dónde saldrán los recursos para impulsar las industrias locales y dejar la dependencia de los hidrocarburos? Es aquí en donde el precandidato no es claro con su discurso y deja muchos vacíos. Lo cierto es que sin recursos no hay transformación. Forzar una transición energética para la cual aún el mundo no está preparado, traerá incrementos en el costo de energía tal como se observa hoy en día”.

Idea de Gustavo Petro sobre el petróleo también afectaría empleo

En cuanto al empleo, añadió el ministro Mesa en Semana, en 2019 el petróleo generó 95.000 puestos de trabajo directos, “de alta calidad y bien remunerados”, y cerca del 82 % de esos trabajos “son ocupados por habitantes de las regiones donde se desarrolla la actividad”, añadió.

“Si cesa la exploración de manera súbita, en seis años tendríamos que estar importando cerca de 400.000 barriles día, con un enorme impacto en materia fiscal, de balanza de pagos, y pérdida de recursos para invertir en las regiones”, advirtió Mesa en la revista. “Los más afectados serían los colombianos de bajos recursos, que verían un incremento generalizado en los precios de los bienes básicos; y, además, los municipios productores y los que tienen altos índices de necesidades básicas insatisfechas, que son los que reciben la mayor asignación de regalías, perderían este rubro de inversión para seguir cerrando brechas sociales”.

(Vea también: Cuatro razones de analistas por las que Colombia no puede dejar el negocio del petróleo)

Es claro que Petro está en campaña, así diga que sus correrías solo son reuniones políticas en las que muestra su Pacto Histórico. Eso le ha permitido tomar ventaja de sus contendores, ante la inacción del Consejo Nacional Electoral (CNE), pues las campañas presidenciales comenzarán oficialmente a finales de enero de 2022, cuatro meses antes de la primera vuelta. Quizá esa circunstancia también haya incidido en los resultados que arrojan las encuestas.

Y, como candidato en campaña, emplea el discurso político —que no se diferencia mucho del publicitario— para venderse a sí mismo. Eso es natural en la política y no hay que escandalizarse, pues, como aseguraba el sociólogo alemán Max Weber, el poder no es más que la capacidad de predecir con la máxima exactitud la conducta ajena.

Eso funciona en este caso así: el candidato prevé cómo procesan la información los destinatarios (sobre todo, los jóvenes) y sabe dónde hay que estimular para que respondan de forma adecuada a sus intereses. Por eso, recogiendo una vieja frase que se originó en la España morisca del siglo XV, Petro promete el oro y el moro, sobre todo en sectores donde sabe que tiene significativa influencia.