Son evidentes los paralelismos entre el primer intento de Estados Unidos de llegar al fútbol en los 70, cuando fundaron la North American Soccer League (NASL), que atrajo a astros como Pelé, Cruyff, Beckenbauer o George Best, y una Superliga China que desde 2015 no deja de hacer récords con fichajes como los de Tévez, Hulk y Óscar.

Los grandes fichajes y los salarios astronómicos, que han lanzado al fútbol chino al escenario mundial, son solo una muestra de su ambición de convertirse en potencia de ese deporte.

Pero en este caso, las astronómicas cifras no solo son cosa de los clubes: en 2015 la compañía CMC adquirió los derechos de emisión de cinco temporadas de la Superliga por unos 1.150 millones de euros.

Sin embargo, la compañía tecnológica LeEco, que pagó unos 370 millones de euros a CMC por los derechos en exclusiva de las temporadas 2016 y 2017 (que arranca este viernes), quiere deshacerse de ellos ante las pérdidas causadas por la falta de interés de los aficionados, que también dejan los estadios medio vacíos.

El sueño estadounidense del “soccer” terminó de forma abrupta en 1984 tras 16 años de una expansión que no se correspondía con la realidad de una escasa base de aficionados y la falta de cultura futbolística. La pregunta es: ¿qué hace China para evitar esos errores?

El profesor de la universidad británica de Salford y experto en fútbol chino Simon Chadwick lo tiene claro: a diferencia del caso estadounidense, la expansión del fútbol chino está vinculada a una “política de Estado” que se traduce en “coordinación central”, asegura en declaraciones a Efe.

Según Chadwick, EEUU “dejó su fútbol en manos del libre mercado. Los inversores no se involucraron a largo plazo, y cuando los beneficios a corto plazo no fueron los esperados” la liga desapareció.

Pelé en Estados Unidos
Pelé fue una de las figuras que llevó Estados Unidos a su liga en los 70 / Foto: Getty

Pero para China el fútbol es una cuestión política: el Gobierno presentó en 2016 un plan para desarrollarlo, que busca que el país sea una gran potencia balompédica hacia 2050.

“Ser uno de los principales 20 países en el mundo del fútbol en 2050 es un objetivo razonable”, explica Chadwick, que cita a Japón como ejemplo a seguir: “Pasaron de no tener perfil ni éxito hace 25 años a clasificarse rutinariamente para el Mundial masculino y ganar el femenino en 2011”.

El sueño chino es ganar un Mundial, pero a medio plazo parece más factible que lo organice. De hecho, China ya acogió el Mundial femenino en 1991 y 2007 y fue subcampeona en 1999.

La Copa del Mundo de 1994 sirvió a Estados Unidos para impulsar el fútbol local tras la desaparición de la NASL, naciendo así la actual MLS, que se refundó 10 años después y aunque ha tenido un desarrollo interesante, aún no está dentro de las mejores del mundo y ni siquiera de América.

Algunos expertos coinciden en que ‘los dragones’ no serán capaces de ganar el Mundial en 2050, ni tampoco de consolidar su liga, pero solo el tiempo lo dirá.

La gran ambición de ser una potencia mundial marca el futuro del fútbol chino, que debe tener muy presente los fracasos de otros proyectos similares si quiere cumplir su gran sueño.

Con Efe.