El siguiente artículo es una columna de opinión de Lina Bonilla en su sección ‘Al Rodillo’, y no representa el pensamiento del editor o miembros del equipo editorial de Pulzo. 

Dubán Bobadilla, el nombre que ha estado en boca de todos, por cortos lapsos de tiempo, en el desarrollo del calendario nacional. El hombre que subía como pocos pero que no tenía la bendición de un equipo de marca. El ciclista que ahora mismo no quiere ocultar lo que hizo y señala a otros como responsables de un mal que no está cerca de acabar.

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La Federación Colombiana de Ciclismo divulgó, en su informe de sanciones, la inhabilidad para competir con la que cuenta ahora el ciclista del Team Herrera Sport, luego de obtener un resultado adverso en un control antidoping realizado el pasado 20 de octubre de 2022, fuera de competencia. La sustancia encontrada: CERA-EPO, un activador y estimulante de los efectos de la Eritropoyetina propia del organismo.

Bobadilla fue ganador de etapas en la Vuelta a Colombia y el Clásico RCN, en los dos últimos años. A pesar de eso, ningún equipo “grande” lo incluyó en su nómina. Según el periodista especializado Camilo Uribe, el mismo Gabriel Jaime Vélez, manager del Sistecredito, declaró en entrevista con Antena 2 que existió un acercamiento del equipo antioqueño con el corredor pero que no se llegó a ningún trato. También explicó que para ese momento el ciclista contaba con otras ofertas, que hasta ayer tampoco llegaron a buen puerto.

Inicia la temporada 2022, la noticia del positivo se da este 16 de febrero y el ciclista publica las siguientes declaraciones en su cuenta de Instagram:

“— ¿Por qué siempre esa sonrisa, Dubán?- Porque estoy en el ciclismo para ser feliz —para un momento y piensa de nuevo su respuesta, no cambia el gesto— uno nunca sabe dónde va a estar mañana y el ciclismo no es para sufrir.” 

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El anterior fue un intercambio de palabras entre el periodista de El Espectador, Fernando Garzón, y Bobadilla en una entrevista realizada en el marco del Clásico RCN 2022. Lo que resuena es la frase “uno nunca sabe dónde va a estar mañana” porque es el espíritu de la carta que emitió como comunicado: el justificar haber hecho uso de unos recursos para ganar y disfrutar de ello, sin importar lo que fuera a pasar “mañana”.

Varios aspectos (no todos nuevos) de la situación han destacado y nos hacen reflexionar una vez más sobre lo que pasa en nuestro deporte:

La declaración que hace el deportista sin ninguna vergüenza por las decisiones tomadas; el inaudito apoyo que recibe el ciclista por hacer la vaga sugerencia de que “todos se dopan” y que él tuvo la bendición de Dios para estar en igualdad de condiciones (de estar al mismo nivel de la trampa); que se encendiera el debate sobre si se debe respetar más a un ciclista que admite que se dopó, que al que lo niega desde el día uno, o simplemente a ninguno (haciendo referencia a los que lo hacen con plena voluntad y consciencia); que el problema sea que lo descubran por no estar amparado bajo alguna “rosca” y no el doparse; la desapercibida labor de las personas que se dedican en Colombia a suministrar sustancias y a enseñar a los deportistas que doparse es la única vía para triunfar en un sistema “roto”. Porque una vez más, ahora en el caso Bobadilla, no sabemos absolutamente nada de quién o quiénes le ofrecieron esta salida.

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Algunos se sienten como un deja vú, otros simplemente nos hacen sentir vergüenza. El país que se vanagloria de ser una “potencia en ciclismo” es también el segundo país del mundo con más casos reportados por la WADA y, aún así, ha logrado sacar con las uñas puñados de hombres que han puesto en alto el nombre de la tierra de Herrera y Parra. A la final, eso es lo que nos invita a “echarnos en los laureles”.

¿Para qué revisar cómo está nuestro sistema antidopaje y perfeccionar los procesos disciplinarios de la Federación? Si mañana sale otro Nairo u otro Egan que gane una Gran Vuelta, para hacernos olvidar del desequilibrio en el lote nacional. ¿Para qué perseguir a las personas que hacen dinero con el tráfico y administración de sustancias dopantes? Si mañana sale otro velocista como Gaviria o Hodeg para recordarnos que en Colombia sí se sacan sprinters. ¿Para qué trabajamos en conocer las problemáticas sociales y de contexto de quienes se dejan inducir al consumo? Si igual en cualquier momento nos cuentan la historia de un nuevo ganador del Tour de l’Avenir que surgió de “la nada”.

Son los resultados trabajados, y muy personales, de nuestros grandes ciclistas los que son empleados como manto de blanqueamiento situacional. Ellos, los pedalistas, no tienen la culpa, por supuesto; es entre otras cosas un tema muy cultural, el sentirnos felices “por lo que deberíamos” sin emitir juicios de contexto en paralelo. El problema con los individuos encargados de velar por la salud de este deporte, es que no han perdido el juicio nunca, solo omiten el hecho de que cuentan con éste para trabajar por un mejor ciclismo.

El trabajo mancomunado del Ministerio del Deporte, la Federación Colombiana de Ciclismo, la Polícía Nacional y la Fiscalía ha sido… inexistente. ¿Un solo sancionado por administración de sustancias en más de una década de ciclismo con decenas de ciclistas sancionados?  ¿Por qué no se le ha seguido la pista a los hombres que, según denuncias públicas de ciclistas, han amenazado su integridad y la de sus familias para que callen? ¿Cómo es que no se han otorgado mecánismos de protección a los ciclistas para que puedan denunciar sin temor? ¿Cuántas personas y redes de distribución son las que están siendo protegidas o no han sido hostigadas? Las “roscas” de las que habla Bobadilla en su carta, y varios ciclistas dentro del mismo gremio, ¿qué tanto tienen que ver con estos cables que no se han desenredado?

El mismo Jorge Ovidio González, expresidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, dijo que desafortunadamente el dopaje está muy arraigado porque no hay mecanismo ni para judicializar ni perseguir a los responsables, según información divulgada por Revista Semana en 2019, en la que también se afirma que “hay unas mafias muy claras, en Bogotá, Medellín, Cali y Boyacá en las que estarían involucrados médicos, técnicos, corredores, mecánicos y conductores.”

La acción en contra de estas organizaciones brilla por su ausencia. Autoridades, es momento (siempre lo fue) de tomar cartas en el asunto, porque el momento de la decadencia para el ciclismo colombiano local nos observa con tristeza desde hace rato.