Según expertos consultados por la revista ¡Hola!, procrastinar es darle largas a las tareas que la persona no se siente cómoda haciendo, y esto desarrolla una pérdida de confianza en sí mismo. Además, hace que exista un colapso continuo por la cantidad de deberes acumulados.

Las personas que se dejan absorber por la tecnología y las redes sociales suelen dejar sus obligaciones de lado y pierden demasiado tiempo en estas tareas que no generan ningún beneficio; así alimentan el monstruo procrastinador.

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Normalmente, la procrastinación nace del rechazo a hacer ciertas tareas o el miedo a fracasar. Es ir en contra de lo que no genera gusto y esto entrega a la persona a los brazos de la inseguridad, que se convierte en falta de estima, pues llegará al punto de sentirse incapaz de cumplir con las labores.

El estrés y la ansiedad producidas por el cúmulo de actividades desaparecerá poco a poco, si se trabaja en ello. Esto se puede conseguir haciendo una lista con los pendientes e ir deshaciendo desde el más importante al menos relevante.

Pese a todo lo anterior, existe la procrastinación positiva, pero no todos la pueden disfrutar. Esto solo lo pueden cumplir todas aquellas personas que son capaces de trabajar bajo presión y disfrutan del proceso, no para quienes se estresan y no cumplen con sus labores.