Estos tres males “tienen motores comunes: potentes intereses comerciales, una respuesta política insuficiente y una falta de movilización de la sociedad civil”, consideran especialistas reunidos por The Lancet, prestigiosa revista médica británica que publicó este lunes el informe de estos expertos, provenientes de la universidad de Auckland (Nueva Zelanda), de la universidad George Washington (Estados Unidos) y de la oenegé World Obesity Federation.

Este documento, que tiene un tono de compromiso, es la continuación de un primer estudio consagrado a la relación entre alimentación y medio ambiente, aparecido el 17 de enero también en The Lancet. Preconiza dividir a la mitad el consumo mundial de carne roja y azúcar y duplicar la de frutas, legumbres y nueces.

Surgidos de trabajos de 43 expertos de 14 países, el nuevo informe es más profundo: “Estos 20 últimos años, obesidad, desnutrición y cambio climático fueron considerados de manera separada y la lentitud de las respuestas políticas es inaceptable”.

El artículo continúa abajo

“Estos tres fenómenos interactúan: el sistema alimentario no solo es responsable de las pandemias de obesidad y desnutrición, sino que genera también entre el 25 y 30 % de las emisiones de gases con efecto invernadero”, aseguran los especialistas, que subrayan en particular “la crianza de ganado”.

Otra interacción: “Nuestros sistemas de transporte dominados por automóviles favorecen un modo de vida sedentario (con muy poca actividad física) al mismo tiempo que generan de 14 a 25 % de las emisiones de gases con efecto invernadero”.

Según el informe, el sistema de producción alimentario (basado en las “multinacionales de la alimentación y de la bebida focalizadas en los beneficios”), las políticas agrícolas, los modos de transporte y la urbanización son por lo tanto los diferentes eslabones de una misma cadena, que estrangula a la humanidad  y al planeta.

“Big food”

“La desnutrición y la obesidad serán, sin duda, agravadas considerablemente por el cambio climático”, predicen los expertos.

Los fenómenos climáticos extremos, como la sequía, podrían, a la vez, privar a algunas poblaciones de alimentos y hacer subir el precio de las frutas, verduras y legumbres, lo que aumentaría el consumo de alimentos industriales.

“Hay que tomar conciencia de esas conexiones”, advierte la profesora Corinna Hawkes, uno de los especialistas que elaboró el informe, al abogar por la respuesta global.

Esta respuesta combinaría políticas de salud pública (recomendaciones a favor de regímenes alimenticios sanos, promoción de la actividad física…) y políticas presupuestales y fiscales (financiamiento de modos de producción duraderos, impuestos para hacer bajar el consumo de carne roja o favorecer el transporte no motorizado…).

Para los autores de este informe, las multinacionales de la industria alimentaria (conocidas con el nombre de “Big food”) deben ser controladas de la misma manera que las del tabaco.

Proponen la creación de una “Convención marco sobre los sistemas alimentarios”, basada en la Convención marco para la lucha antitabaco (CCLA). Ese texto, adoptado en 2003 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), busca reducir el consumo de tabaco y también luchar contra el ‘lobbying’ de esta industria para limitar su influencia en las políticas públicas.

“En 2016-2017, el sector de las bebidas azucaradas en Estados Unidos gastó 50 millones de dólares en ‘lobbying’ para lograr medidas destinadas al consumo de gaseosas”, según el informe.

“La alimentación es, por supuesto, diferente del tabaco, pues es indispensable para la vida, pero no es el caso de los alimentos malos para la salud”, dice el  profesor William H. Dietz, otro de los autores del informe.

“Los puntos comunes (entre la industria de la mala alimentación y la del tabaco) son los daños que provocan y el comportamiento de las empresas que obtienen beneficios”, agrega.

Según la OMS, 1.900 millones de adultos en el mundo tienen sobrepeso, y entre ellos, 650 millones son obesos, lo que es un factor de riesgo para la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Por el contrario, 462 millones de adultos sufren de bajo peso.