
Existe una gran preocupación sobre el posible abuso de esta tecnología por parte de los estudiantes, lo que podría afectar negativamente su proceso de aprendizaje. Esta inquietud no es menor, pues la IA ofrece herramientas que facilitan tareas académicas, pero que, si se usan sin criterio, pueden debilitar el desarrollo de habilidades fundamentales.
Sin embargo, al conversar con compañeros de clase y con estudiantes de distintas disciplinas y universidades, he notado un patrón común: la mayoría es consciente de las consecuencias de depender excesivamente de la IA. Esto plantea una pregunta clave: si los estudiantes comprendemos los riesgos del mal uso de la IA, ¿por qué no estamos participando activamente en la discusión sobre cómo regularla e implementarla correctamente en el ámbito educativo?
Prohibir el uso de la IA en las aulas es un error, ya que puede ser una herramienta complementaria para potenciar el aprendizaje. En lugar de excluirla, debemos explorar nuevas formas de aprovecharla. Por ejemplo, en economía, la IA puede mejorar los modelos de predicción; en derecho, facilitar la automatización de documentos legales; en medicina, asistir en el diagnóstico de enfermedades. Cada disciplina tiene el potencial de integrar la IA de manera estratégica y ética para enriquecer el aprendizaje.
Si realmente queremos revolucionar la educación, al menos en el nivel universitario, es necesario que los programas académicos se adapten a la realidad tecnológica actual. Una primera propuesta es la inclusión de un curso en los planes de estudio dedicado a la creación de prompts y al uso responsable de la IA, ajustado a las aplicaciones específicas de cada carrera. De esta manera, los estudiantes no solo aprenderían a utilizar la IA de forma eficiente, sino que también desarrollarían un pensamiento crítico sobre sus alcances y limitaciones.
Es crucial que la voz de los estudiantes sea escuchada. No podemos dejar que la regulación y el debate sobre la IA queden únicamente en manos de empresas, profesores o líderes que, en muchos casos, aún no comprenden del todo la disrupción que estas tecnologías están generando en la vida cotidiana. Como actores principales del sistema educativo, los estudiantes tenemos el derecho y la responsabilidad de formar parte de esta conversación, proponiendo soluciones innovadoras y asegurando que la IA se convierta en un aliado del aprendizaje, y no en una barrera para el desarrollo intelectual.
La inteligencia artificial está transformando la educación de manera irreversible. En lugar de temerle o prohibirla, debemos entenderla, regularla y aprovecharla. Pero para que la regulación y la implementación sean efectivas, es indispensable que los estudiantes participemos activamente en el debate.
Somos quienes usamos la tecnología en nuestro día a día, quienes experimentamos sus beneficios y sus riesgos en el aprendizaje, y quienes pronto ingresaremos al mundo laboral, donde su uso será inevitable. No podemos ser simples espectadores en una discusión que definirá el futuro de la educación y del conocimiento. Es momento de que nuestra voz se escuche.
* Pulzo.com se escribe con Z