En mi caso, todo comenzó con el cine. Intuyo que todo empezó con las tímidas adaptaciones al cine de los libros que los productores, en su momento, consideraron aptos por ser los más emblemáticos y divertidos: y es así como recuerdo que algunos libros que debimos leer en el colegio, unos mamotretos que eran realmente insufribles, lo fueron menos gracias a la existencia de películas que alquilábamos colectivamente con mis amigas en los sitios de alquiler de películas de Betamax.

Recuerdo haber “leído” así a la “María” de Jorge Isaacs, a “Ivanhoe”, a “los Tres Mosqueteros”: todos vía películas, con tal de evitar la demorada lectura de libros tan largos en sus versiones originales traducidas al español, en un lenguaje que recuerdo complejo y áspero.

Así, el cine – y hoy en día las plataformas como Netflix, Amazon Prime, HBO go-, se han convertido para mi en un formato válido de lectura, y hoy en día es un formato complementario: me ayuda a completar lo que alguna vez imaginé leyendo el libro.

Por eso prefiero ver las películas después de habérmelos leído. Pero por supuesto que me ha sucedido que he visto la película antes de leer el libro, como ocurrió con “La Chica del Tren”´(2016), ese libro maravilloso de Paula Hawkins publicado en 2015, película con la estupenda Emily Blunt, y ello no me eliminó el interés para leerlo y “completar detalles” que la película no me aportaba. Amé la adaptación al cine de “El Amor en los Tiempos del Cólera”, de García Márquez, y por supuesto que me gocé las sagas de Harry Potter; Narnia, el Señor de los anillos y de Crepúsculo, lloré con “Bajo una misma Estrella (John Green), y con “Yo antes de ti” (Jo Jo Moyes), y recientemente disfruté y reflexioné con “Green Book”, basada en varias biografías del pianista negro Don Shirley y ganadora del Oscar Mejor película.

Claudia Sterling

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Descubrí también, por fortuna, el formato de los “Audiolibros” y los “podcasts”. La asistente de gerencia de la empresa en donde trabajaba en aquel entonces (principios de 2000) vendía los audiolibros de Julio Verne y recuerdo haberle comprado “20mil leguas de viaje submarino” en formato CD. Al oírlo o leerlo, como se prefiera, recordé las radionovelas de las que mi mamá me hablaba -como una reliquia de su época-, y me sumergí en un relato delicioso, con sonidos de mar, de submarinos, sonidos de las calles, música de fondo, etc,.

No se trataba de oír/leer sólo la voz del narrador: realmente habían hecho un magnífico trabajo de ambientación para que el “lector” oyente creyera estar inmerso en el contexto del libro.

Hacia 2015, que empecé mi Máster de Literatura en la Universidad de Barcelona, y teniendo en cuenta la escasez de tiempo dadas mis responsabilidades laborales , descubrí el formato de audiolibros en YouTube.

Debía leer entre 3 y 4 libros a la semana, así que comencé a buscar audios de dichos libros por esa plataforma y debo confesar que los encontré casi todos y los empecé a leer en la ducha, en el desayuno, en el carro, en fin, cada vez que encontraba un tiempo blanco para colorearlo con los audios.

Poco después alguien me recomendó una aplicación estupenda, que es como el Spotify-Deezer-iMusic de los libros, que se llama Scribd, en donde se paga una mensualidad y se tiene acceso a mas de 100.000 libros – y en aumento – en formato escrito, pdf o audiolibro.

A partir de allí fue la gloria. Ya no “leo” audiolibros o leo libros en digital por el mero deber académico sino por el “gozo poderoso” de hacerlo – como dice mi amiga Alicia González-  y lo sigo haciendo en los lugares mas inimaginados: en la cocina – antes no me gustaba cocinar porque me sentía perdiendo el tiempo y ahora le he encontrado un delicioso gusto a cocina sazonada con la “lectura” en audio-, mientras le doy el paseo a Martina – la bulldog de mis hijos que me acompaña diariamente-, y si, hasta me ha ayudado a lidiar con el tráfico de esta ciudad al punto que a veces ruego que haya un “trancón” para terminar de oír-leer el capítulo correspondiente.

Y debo decir que finalmente, descubrí el Kindle, que estuvo precedido de experiencias previas en un iPad – y la compra de libros a iBooks – y de una compra fallida de una tableta Kobo -que debo decir no me dejó satisfecha por la poca variedad de libros de mi interés-.

Con el Kindle tenía el típico prejuicio de las realidades tangibles, de los aromas de las hojas de los libros, de las subrayadas con esferos y las notas en los bordes de las hojas físicas. Cuando lo recibí, bajé todos los que pude de forma gratuita, debí contenerme para no comprar mas libros, y terminé de descubrir que tengo una adicción profunda por los libros sea en el formato que sea.  En Kindle también se pueden bajar libros en audio para oir por la aplicación Audible, que también se ha convertido en una de mis favoritas.

En enero estuve en el ‘Hay festival’ en Cartagena y compré libros maravillosos de Juan Gabriel Vásquez (“Canciones para el Incendio”), y de la española Cristina Morales (“Lectura fácil”), a quien tuve el honor de entrevistar.

Acabó de pasar la Filbo y compré mas de 15 libros todos a cual mas recomendables, entre los que destaco a los colombianos: “La Sed del Ojo” de Pablo Montoya, “La mujer que hablaba sola” de Melba Escobar, “El último caso del Doctor Russi” de Javier Riveros, “Cuentos Completos” de Evelio Rosero, entre muchos otros.

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Pero en Kindle, de forma paralela a la que compro libros en físico,  he bajado el último de Arturo Pérez Reverte (“Una historia de España”), “Sodoma” de Frederic Martel, una joya de la investigación y que estoy a punto de terminar-, “El enigma de Dreida” de Germán Borda, “Brujas”, de Mona Chollet, entre otros… Espero podérselos reseñar mas adelante. Por lo pronto, he de decirles que para mi todos los formatos son válidos.

Por lo pronto leamos y leamos en los formatos que sea: visuales, audibles digitales o físicos. O en todos al tiempo. Perdámosle el miedo a los formatos de lectura que nos trae la tecnología… todos, sin excepción, tienen su encanto…

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.