Un estudio de la Universidad Estatal de Boise, en Estados Unidos, demuestra que tener sexo entre amigos fortalece los lazos amistosos. De 300 jóvenes de los cuales un 20% reconoció haber mantenido relaciones sexuales con un amigo o amiga, el 76% admitió que habían fortalecido su amistad después de compartir cama.

A eso se le llama ‘Friendzone’ sexual. Así que piensa en ese amigo o amiga con quien desees explorar caricias levantadas de tono que conduzcan a revolcones ardientes. En algunos casos esto terminaría en un divorcio completo de amistad o, quizás, en encuentros fugaces de excitación.

En mi caso condujo simplemente a disfrutar del momento. En mi carrera universitaria tuve un gran amigo. Guapo. Muy guapo. Deseado por varias chicas del curso. Alto. Ojos claros. De buenísimo humor. Caballeroso y, a la vez, seductor respetuoso. De esos que galanes de telenovela mexicana.

Tenía una voz de cantante lírico. De esos que entonan con lengua alargada y duradera. Tocaba el piano. Unas manos mágicas que se movían meticulosamente por encajados lugares.

Un día, me invitó a su casa a ver fotografías de sus vacaciones. Aunque nunca nos habíamos manifestado atracción mutua, ambos sabíamos que había un deseo sexual entrometido en la amistad.  Y allí, ese día, lo entendí. En su habitación, se respiraba deseo. Allá, abajo, en mi muy abajo, unas hormigas sacudían mi estrecho coño mientras yo seguía viendo sus fotos. Recuerdos de un lindo viaje a Punta del Este. Lucía perfecto en la playa. Sus abdominales empezaban a marcarse. Un recorrido sensual para llegar a la gloria.

Pero yo ahí. Dándome de chica buena y pretendiendo que estaba disfrutando de su compañía, cuando lo que deseaba era que me estampillara contra la pared. Deseaba que fuera mi calor el que lo ahogara a él en deseo. Así, a quemarropa, rasgándome mi camisa y metiendo su mano, para sentir sus benditos dedos en mi vulva.

– “Bueno. Eso fue todo”. Me explicó.

– “Lindo viaje”, le dije.

Bajamos al garaje de su casa. Y allí, en la oscuridad, en el silencio de ambos, donde solo echaban palabras nuestros cuerpos, me arrinconó frente a la pared. Me besó peligrosamente. Su lengua traspasó los límites de mi boca.

Mi vulva estaba que ardía. Mis pezones izados clamando un asta. Y allí, ese miembro de él que se restregaba en mí. Un bluyineo extendido. Mientras los besos continuaban, sus ágiles manos entraron en mi vientre. Cruzaron mi espalda. Llegaron a mis senos estallados en temblor. Tocó mi culo. Lo agarró y, como si cogiera dos duraznos repletos de jugo, los exprimió.

Y llegó. Finalmente entró donde mi flor estaba a punto de florecer. Sus manos se posaron suavemente. Afianzando el camino. Haciéndolo sedoso y pulcro para el pecaminoso momento. Viajó entre mí. Me pesó. Me midió. Me conoció cada rincón. Cada pedacito.

Hasta que rápidamente no pudo más. Mi calor lo quemó. Sus dedos se agitaron. Así, como tocando ‘El vuelo del abejorro’, catalogada como la canción más rápida del mundo en piano. Y frotaba mi abejorro. Lo sacudía, lo hacía sudar. Lo hacía gritar. Lo hizo llorar. Llover. A cántaros. Como cataratas.

Y yo, excitada y extasiada tocando su asta, que se empinaba por cuestas venosas a punto de llegar a la cima. Ese miembro fuerte, potente y vertiginoso estalló en mi mano.

Un beso suave. Un abrazo caluroso y protector. Acogedor.

– “Debo irme”, le dije.

Me subí la cremallera del pantalón y me bajé la camisa. Me monté al carro. Otro beso en la mejilla despidió nuestro momento elevado de pasión. Disfrutamos. Llegamos. Reventamos en pasión. Al día siguiente, una clase de matemáticas nos esperaba para sumar, restar y multiplicar más amistad. 

Nunca terminamos en cama lo que empezamos de pie. No me hizo falta. Pero lo disfruté. Han pasado 5 años y nunca hablamos de esta calurosa aventura. Seguimos siendo amigos, buenos amigos.

Así que es tu turno de escoger si deseas tener un ‘Friendzone’ sexual, preciso este mes en que se celebra el Amor y la Amistad. Eso sí, que nunca falten los besos en las cerezas, donde el fruto empieza a tornarse maduro.

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Sexo con Cereza

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.