“El hombre que paseaba con libros” (Ed. Maeva, 2022), es una obra escrita por Carsten Henn, publicada por primera vez en Alemania en 2015, y desde entonces ha vendido más de 200 mil ejemplares convirtiéndose, sin pretensiones de bestseller, en uno de los libros más leídos en Europa y el mundo hispanohablante.

Y lo descubrí y leí sin saber esto.

La pequeña gran novela relata la historia de un hombre de 71 años llamado Carl Kollhoff, un librero que trabaja en la librería de la heredera de su mejor amigo -que ha muerto, repartiendo libros a domicilio con una mochila llena, regalando sus lecturas a los transeúntes y conversando con ellos sobre literatura. Se trata de un personaje bueno, entrañable, dedicado, de una persona que ha vivido y vive solo por y para los libros y sus lectores, a cada uno de los cuales conoce profundamente recomendándoles y llevándoles siempre lo que necesitan. A cada lector lo relaciona con un personaje de algún clásico: un cliente mayor que vive solo en una gran mansión es míster Darcy, y otro que solo lee ensayos históricos, el doctor Fausto.

En ese ir y venir de librero caminante, conoce a Sasha, una niña de 9 años que es una lectora voraz y curiosa, y empiezan una amistad que los llevara por diferentes calles de la ciudad compartiendo momentos francamente mágicos.

Cuando pierde su trabajo de forma inesperada, y ve agotados sus ahorros por cuanto los clientes le siguen pidiendo libros y el los asume de sus escasos recursos, será necesario el poder de los libros y el de Sasha para que todos quienes lo rodean con su cariño, incluida Sasha, encuentren la forma para superar sus problemas, acercarse unos a otros y rescatar al librero.

En “El hombre que paseaba con libros”, Henn presenta una obra con una prosa sencilla y emotiva que invita a la reflexión sobre la importancia de la literatura en nuestras vidas y cómo puede transformarlas. A través de la figura de Carl, el autor explora temas como la soledad, el amor, la amistad, el duelo y la venganza, todo ello atravesado de precisas y preciosas citas o evocaciones literarias.

Carsten Henn, (Hürth, Colonia, 1973), el autor de esta obra, es un dramaturgo, escritor y periodista que ha desarrollado su carrera como reportero especializado en enología, trabajando también como crítico gastronómico. Henn se formó en la Universidad de Colonia y estudió Enología y Viticultura en Australia.

Como periodista escribe sobre vinos para diferentes revistas nacionales e internacionales y es jurado de varios premios del sector. En este ámbito escribió el libro “In Vino Veritas”, de gran éxito entre la comunidad enológica. En lo literario, ha publicado novelas — tres exitosas series de género negro.

El libro de Carsten Henn ha recibido críticas positivas por su originalidad y su capacidad para conectar con los lectores, gracias a la combinación de un relato emotivo y una profunda reflexión sobre la literatura. “El hombre que paseaba con libros” es una obra recomendada no solo para aquellos amantes de la lectura que buscan una obra inspiradora y conmovedora, sino para todo aquel que, en una novela corta, busca la posibilidad de encontrarse en algún libro, con un rasgo, un sentimiento, un destello de luz.

CODA: Hay esperanza. 2 eventos:

El primero, de ida al Palacio de Minería en Ciudad de México, el señor del Uber que me transportó del hotel a la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (@filmineria), una de las más importantes de Latinoamérica, me expresó su deseo de ir el fin de semana para oír y comprar poesía. Me contó que era químico farmacéutico ya retirado y que había descubierto la poesía manejando su carro. En los inmensos atascos de la enorme metrópolis mexicana ha encontrado en la palabra poética la mejor forma, no solo de sobrellevarla, sino de alzar su imaginación a mundos que ni él había imaginado.

Y el segundo, al frente del restaurante Santa Juana, en la Calle 71 con Carrera 10, en Bogotá, hay un personaje que cuida los carros en la calle. Un gran ser humano que lee poesía de John Milton. No pude dejar de sorprenderme cuando le pregunté si le gustaba leer (lo debí suponer, obvio) y me contestó que le encantaba la poesía, devoraba los clásicos y su vida había cambiado desde que había leído libros milenarios como el El Mahabhárata, el Ramatyana y el Bhagavad Gita. Quedé de llevarle libros, ojalá ustedes también pudieran hacerlo. Siempre que veo a alguien que lee en espacios públicos, creo que hay esperanza.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.