Hoy en día se habla de abundancia como un tótem de la nueva economía de saberes y poderes de esta era digital. Escuchamos que la abundancia se pide y se atrae y algunos, como yo, creemos que puede llegar a ser cierto porque mientras nuestro amigo César se pasa todos los días varado de plata y viendo si con este nuevo empleo le alcanza para pagar el colegio de su hijo, nuestro amigo Marcelo está siempre sobrado de oportunidades, le llueven los negocios y todo le sale bien sin que se desvele o tenga que ponerle velitas a San Antonio.

Si bien el dinero es una de las cosas que mueve el mundo, y que define nuestra situación, o nuestra suerte -recordemos que cuando estornudamos nos llueve la salud, el dinero o el amor- a mí me gusta pensar que ni todo es plata, y que además hay algunos momentos en los que pensar sin el símbolo peso puede hacernos conectar desde otras fuentes.

¿Por qué unas personas son abundantes y otras escasas?

Si bien esto lo podríamos llevar a los dones naturales, o también a las virtudes personales: ¿Por qué Diana es tan carismática y Cristina tan tímida? ¿Por qué Natalia es tan hermosa y Marina tan poco atractiva? O ya si nos movemos por los temas que más investigo, ¿Por qué María es tan próspera en el amor y Alexandra tan negada para encontrar a alguien que valga la pena?

Podríamos llegar a la conclusión de que no se sabe muy bien qué es, pero algo hace que las cosas le funcionen a María en el amor, a Marcelo en los negocios y a Diana a la hora de comunicarse. Les viene natural, dirían otros.

Algo de cierto hay en ello, pero lo que sí he estudiado es que la actitud hace que se complete el cuadro. Si dejamos espacio y confiamos en el amor, el amor llega de una manera totalmente diferente a si le negamos la entrada, le hacemos pasar por la puerta de atrás, lo negamos y decimos que no es amor sino ‘encoñe’, le bajamos la categoría y lo desprestigiamos cada vez que hablamos de él. Si el amor entra con cuernos, con deshonestidad, con mentiras o medias verdades (otra forma para hablar de las mentiras) el amor se termina disfrazando de sentimientos menos nobles o se escapa por la ventana.

La abundancia llega a las personas que desean y aceptan que lluevan sobre ellos los dones.

La abundancia se da cuando se comparte desde la generosidad, cuando no se cela ni se corrompe, cuando se usa para un fin honesto, cuando se busca el progreso personal y del otro, cuando hay un dar y un recibir en la vida y por eso es que el dinero, el magnetismo, el carisma y el amor empiezan a fluir. La abundancia no es estática, está en constante movimiento. Así como el amor entra, circula, contagia, llega, sube, se hace exponencial, se celebra;  y los que lo ven y lo sienten positivo y sin envidias, lo hacen suyo, lo aplauden y esto hace que siga circulando.

Me encantó cuando al ir a una nave industrial esta semana, con mi mascarilla y con mi mejor cara, la señora que me atendía me dijo: ¡Usted es puro corazón! Me quedé como si me hubieran dicho uno de mis mejores cumplidos y le respondí: Así es. Y me alegra que lo haya visto. El que tiene para dar, da, y no da con remilgos, no hace cuentas de cuánto corazón hay que ponerle a una nueva relación, a una amistad, a hacer un proyecto, una consulta, a sacar adelante una familia, o a cuidar a los demás. El amor es abundante y así es como se hace de él lo que es: un don que no termina, que va creciendo y que se aprecia y brilla incluso cuando caminas o entras en una tienda a recoger una alfombra.

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