Antes de leer “Eva y las fieras” (Anagrama, 2021), el último libro del escritor colombiano Antonio Ungar (1974), me habían recomendado leer “Tres ataúdes blancos” (Anagrama 2010), finalista del Premio Rómulo Gallegos (2011) y primer libro y autor colombianos en ganar el Premio Herralde de Novela (2010).
Inmediatamente pensé que Antonio, que ha vivido en Estados Unidos, Inglaterra, México, Barcelona, que se siente extranjero en Colombia, y que hoy que vive lejos de su país, en Jaffa (Tel Aviv), desde donde escribe y colabora con diferentes medios de comunicación, debía tener una mirada ficcional única a este mundo latinoamericano. Y no sólo no me equivoqué, sino que he quedado francamente sorprendida con la calidad de su prosa, la agudeza de su trama, la riqueza de sus descripciones, la profundidad de sus personajes.
Ungar, arquitecto de profesión, de origen judío por parte del padre que llegó a Colombia huyendo de la invasión nazi a Austria, con esposa palestina y tres hijos, nos cuenta que su afición por la lectura y escritura nació en sus años de bachillerato, cuando escribió los primeros cuentos que le gustaron – algunos de los cuales están en el libro que hoy reseñamos. Pero que, a sus 20 años, una hepatitis lo tuvo dos meses en cama, por lo que leyó mucho, en especial a Alvaro Mutis, y oyó a Pink Floyd, una combinación que lo hizo “empezar a escribir con disciplina hasta que acabó entendiendo como un oficio lo que era una afición”. Su trabajo como cronista fue reconocido en el año 2006 con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. (Colombia). En 2007 formó parte del grupo Bogotá 39.
Ungar ha dicho de su novela “Tres ataúdes blancos”: “Es una sátira política sobre América Latina”. Miranda –el país imaginario que recrea- “tiene mucho de Colombia, donde la realidad es tan desbordante que nos supera. Suceden cosas tan atroces y terribles que resultan excesivas como tema literario”. No tuvo que inventar nada, se alimentó del día a día del país…
También lo define como “una farsa con un gran componente de humor negro, entroncada en parte con otras “novelas de dictador” latinoamericano, como las de Gabriel García Márquez, uno de sus autores favoritos y a quien lee como a un clásico.
La trama es delirante: El asesinato de Pedro Akira, una especie de Jorge Eliécer Gaitan moderno, el líder izquierdista de la oposición, del llamado en la obra el “Partido Amarillo” desencadena una serie de hechos en un país latinoamericano que el autor ha nombrado como “Miranda”, un país gobernado por un líder de derecha elegido democráticamente pero que, en la práctica, es un dictador.
El protagonista, Lorenzo, que es el narrador en primera persona, un personaje de fisonomía casi idéntica a la de Pedro Akira, un personaje solitario, tímido, asocial, es reclutado por el Partido Amarillo para sustituir a Akira como candidato presidencial. El intercambio se hace en el hospital al que remiten a Akira, ya sin signos vitales, a instancias de un tal Jorge Parra -un líder burocrático del Partido-, y de un médico, un tal Dr. Neira, también miembro activo del Partido. Ada Neira, la hija del Dr. Neira, es quien cuida a Lorenzo y, entre ambos, comienza un inusitado y secreto romance que será clave para el final de la historia.
Cuando nuestro protagonista sale del hospital, es convertido en el candidato presidencial Pedro Akira; le asignan a Jairo, un escolta que se convertirá prácticamente en su único amigo y quien también tendrá preponderancia en el desenlace de la trama.
Entre tanto el presidente Tomás del Pito (cuya descripción física coincide exactamente con el presidente que gobernó a Colombia entre 2002 y 2010), sigue haciendo de las suyas, aún cuando los desenmascaramientos públicos en videos y audios con grupos al margen de la ley son evidenciados por el nuevo Pedro Akira y el partido amarillo.
A raíz de ello y del peligro que significa para la derecha totalitaria que la izquierda llegue al poder, comienzan una serie de asesinatos de personas cercanas y familiares del protagonista, de Ada, y de Jairo, muertes que se van quedando, por supuesto, impunes. Hasta la izquierda del partido amarillo, por ofrecimientos políticos del partido gobernante, se contamina de los lujos y excentricidades capitalistas propios de los nuevos ricos latinoamericanos.
Uno va leyendo el libro, y en el camino le encuentra razón a Ungar cuando dice, en una entrevista a El País de España: “Mi compromiso con cambiar esa perpetua crisis política y social se ha ido extinguiendo poco a poco porque me parece que es luchar contra una corriente demasiado poderosa. El rechazo al proceso de paz, la mutación de las formas de guerra y la tercera elección de Uribe hablan de un país al que le gustan la violencia, el dinero fácil, la diferencia de clases y el autoritarismo. Me parece que acabamos de desperdiciar los otros cien años de oportunidad sobre la tierra de los que habla García Márquez.”
Lorenzo logra usar sus sesudas reflexiones, volcadas en palabras, para cuestionar, mofarse, construir y deconstruir una cruda realidad. Prácticamente nadie lo quiere vivo, ni el gobierno totalitario de Miranda, ni los miembros de su propio partido. Todos lo persiguen para matarlo.
La novela va creciendo salvajemente; quien lee necesita saber de inmediato qué va a suceder a continuación, so pena de desquiciarse, y el giro del final, en donde Ada Neira deviene en protagonista y narradora, al menos nos deja una estela de esperanza.
Una contundente novela de ficción, con un gran sentido del humor – los de esta zona del mundo vivimos entre el horror y el humor-, que mantiene en vilo a quien bucea entre sus páginas, a quien se atreve a recrear una realidad que tenemos a la vuelta de la esquina, de cualquier esquina latinoamericana.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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