Lleva 100 hospitalizaciones, incontables visitas a urgencias y más de 900 punciones en su piel. Sus venas parecieran resistirse a ser ultrajadas una vez más, pero tiene un corazón impetuoso que lo rebasa todo. Un corazón que podría verse desde la Tierra hasta Marte.

Alejandro Correa
Alejandro Correa González / Fotos suministradas por la familia

Se está curando del Síndrome de Wiskott-Aldrich, una patología que solo la adquieren los niños hombres, que mata el sistema inmunológico, que produce sangrado interno y externo en cualquier parte del cuerpo y que padece uno entre 100 mil nacidos. Él es uno de los 11 niños colombianos que sufren esta enfermedad huérfana que ni su EPS, ni la prepagada, cubren ni respalda a quienes la padecen.

Alejandro nunca ha ido al colegio. Y hasta hace 3 meses se divierte en los parques públicos. Siempre usa tapabocas fuera de casa. Está aprendiendo a decir frases completas. Aún utiliza pañal. Se le agota el cabello con facilidad. Solo tiene una dosis de vacunas. No se puede caer. Un golpe se convierte en una tragedia anunciada.

Juega con sus padres a ser el Súper héroe -los ama- sin saber, él mismo, que ya es uno de ellos. No tiene seguidores, ni es dueño de aplicaciones, ni aparece en vídeos de redes sociales. Y menos llena taquillas como los Avengers, pero sí es el más admirado por enfermeras y médicos que ya son como su familia.

Alejandro Correa González
Alejandro Correa González / Fotos suministradas por la familia

El Súper Alejo desafía cada gota de sangre derramada y cada intruso que con euforia desea ingresar nuevamente a su cuerpo. A los 4 meses sufrió su primera hemorragia por nariz y boca. La segunda vez fue a los 10 meses. Sus padres Juan José Correa y Jennifer González, ambos periodistas, ahondaban en sufrimiento. Ahogamiento espiritual. Mente perturbada. Latidos incesantes. Un bebé que solo debía gaguear, respirar, sonreír, pero no. Era temeroso sentirlo. Alejandro se cubría en llanto. En desfallecimiento. En una vida que parecía difuminarse.

Durante 6 meses le realizaron exámenes especiales. Pero su cuerpo, como los síntomas de esta enfermedad, sangraba sin compasión. Transfusiones cada 20 días. Crisis semanales. Sangre que no desistía: por nariz, boca, encías. Un bebé desangrándose en vida.

Pasaron por pediatras, hematólogos, infectólogos, alergólogos. En su cuerpo habitan aún esteroides, inmunoglobulinas. Un año tardaron en descifrar su diagnóstico.

Familia Correa González
Juan José Correa, Jennifer González y Alejandro Correa / Fotos suministradas por la familia

Trasnochos, preocupaciones, suplicio de sus padres. Oscuridad. Luz que se veía en los ojos de ese bebé que sufría y se defendía de un malhechor que atacaba su estabilidad. Sonrisas que alentaban. Llanto que confundía. Un valiente a punta de jeringas. Pero ahí, persistentes como familia. Un trío maravilla.

Quien es padre logra comprender el dolor desgarrador que estremece la vida tras ver sufrir a un hijo. Y es que Alejandro lo ha soportado todo. Incluso la indiferencia de SURA, su medicina prepagada. Aún están a la espera de respuestas de los derechos de petición, tutelas y recurso de reposición radicados en los juzgados.

Por ello, para salvar a su hijo, los padres tuvieron que huir de Colombia, como si fueran perdedores. En dos maletas llevaron sus pertenencias y el sueño de sus vidas: salvar a su pequeño.

Familia Correa González
Jennifer González y Alejandro Correa / Fotos suministradas por la familia

En nuestro país no existe ni el tratamiento, ni los médicos capacitados, ni la disponibilidad económica de una entidad privada que cubra los costos de exámenes y procedimientos.

Pero Dios los premió. Sin dinero y solo con el deseo y la verraquera de estos padres, llegaron a un centro médico en Estados Unidos, donde encontraron el salvador de su hijo. Llevan 2 años en ese país luchando. Con coraje. Con su Dios. Un trasplante de médula de donante lo ha mantenido con vida, no siendo ajeno a las intervenciones, terapias y recaídas.

Alejandro se está recuperando de sus tantas y comunes crisis. Su tratamiento ha funcionado. Sin embargo, las dos últimas, afectaron su sistema nervioso y lo dejaron en cama y con terapias para aprender a caminar de nuevo. Aparte, de una bronquiolitis, enfermedad que se genera por el injerto de médula espinal.

Alejandro Correa
Alejandro Correa y su arcoíris. / Fotos suministradas por la familia

Incluso, con ese torbellino de crisis médicas, él sonríe sin parar. Sus segundos o minutos sanos se convierten en eternidad. Se le ve feliz, como sus arcoíris coloreados. Se siente lleno de vida. Deseoso de entregar más por esas mañanas soleadas donde respirar ya es su dicha; caminar es su gloria y pasar un día invicto sin sangrado es ya toda una divinidad de Dios.

Alejandro Correa
Alejandro Correa en el hospital / Fotos suministradas por la familia

No desfallece. Nunca se queja. Sabe que el doctor es quien sana su dolor. Lo aclama cuando lo necesita. Es sonrisa. Su diminuto cuerpo se ve valiente. Sus padres no descansan. Revolotean por su hijo. Luchan por respetarle el derecho a intentarlo todo. Son veloces. Parecen dos motores. Y no cualquiera, sino como los biturbo de Ferrari.

Aún queda un año crítico después del trasplante de médula. La enfermedad, no volverá, dicen los médicos. Pero deberá ser más fuerte para ganarle las batallas a ese monstruo que queda tras el tratamiento.

Con la Fundación Vamos Jero, Jennifer y Juan José buscan encontrar rescatar y curar a otros niños que padecen esta enfermedad. Por ello, Jennifer encontró un contacto importantísimo que podría salvarle la vida a Liam David Martínez, otro pequeño colombiano de 2 años que padece esta enfermedad.

Se trata de Sumathi Iyengar, médica pediatra Cofundadora y directora de la Fundación Wiskott-Aldrich, en Estados Unidos, madre de un hijo de 20 años con el mismo diagnóstico de Alejandro, quien asegura que su Fundación está ya haciendo las conexiones para que Liam sea visto en Italia y le sea realizada la terapia génica, que consiste en infectarlo con el gen correcto que le falta. Es la gran esperanza para los que nacen con esta cruel enfermedad.

Liam David Martínez
Liam David Martínez / Fotos suministradas por la familia

Su medicina Coomeva también ha sido indiferente a su caso. Así lo explica su madre Adriana Suárez, quien asegura que la vida de su hijo se ha mantenido gracias a los desacatos, los derechos de petición y hasta las tutelas interpuestas.

Su pequeño pasa las mismas situaciones de Alejandro. Hemorragias, tensión alta, infecciones por diferentes tipos de bacterias, hospitalizaciones de meses y sufrimiento matutino. Liam empezó el proceso de elegibilidad para la terapia. Esperaremos que Coomeva autorice los exámenes médicos necesarios que el doctor en Italia necesitaría para su tratamiento.

Casos donde las negligencias médicas se convierten en dolores hastiados, injustos y fusilantes para un corazón arrugado y partido en pedazos, que solo se remienda con retazos de colores grises. ¿Acaso la función de una EPS no es velar por la salud de su paciente? ¿O será velar por el incremento de su capital? Recientemente, el diario La República catalogó a Coomeva como una de las empresas más grande del Valle del Cauca, por sus ingresos monetarios.

Alejandro Correa
Alejandro Correa en el hospital / Fotos suministradas por la familia

Por ahora,  Alejandro seguirá siendo ese Héroe en casa y fuera de ella. Pareciera tener los protectores de los Power Rangers, las máscaras de Batman, las venas de Superman, los músculos de Popeye y supera, eso sí, la Mano de Dios de Diego Armando Maradona. Las de Alejandro siempre están dispuestas para ser visitadas por jeringas, porque éstas podrán seguir hiriendo su cuerpo, pero jamás lograrán perforar su enorme corazón.

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