Son numerosas las técnicas para hacerlo. Y trascienden las dos formas más frecuentes de la mentira: por ocultamiento —no dar toda la información— y por falseamiento  —pasar por verdadera una información falsa.

Para ilustrar en qué consiste mentir con la verdad suele recordarse una anécdota de San Atanasio, uno de los doctores de la Iglesia Católica, cuya captura fue ordenada en Egipto, hacia el siglo IV.

—¿Dónde está Atanasio?— preguntan los soldados que lo apresan y no lo conocen.

—No está lejos de aquí— responde el entonces sacerdote, con lo cual lo dejan libre.

En efecto, el futuro Patriarca de Alejandría no se inventó nada. Apenas mintió con la verdad.

Estamos hablando, por tanto, de algo que se relaciona más con la segunda acepción que la RAE da a la palabra mentir, inducir a error, que con la primera: decir lo contrario a lo que uno piensa o sabe que es cierto.

¿No han escuchado cada tanto que se están agotando las reservas de petróleo en Colombia y que tocará acudir al fracking, pero luego resulta que aparece crudo para otros tantos lustros, como de la nada? ¿No les han dicho que el glifosato por sí solo no mata? Estamos ante claros ejemplos en los que nos mienten con la verdad.

Cuento viejo

No se trata de algo nuevo, como bien queda ilustrado en el séptimo volumen (dedicado a la mentira en la política) de la colección Seudología. En este trabajo, un grupo de especialistas, coordinados por el profesor Miguel Catalán González, ha estado tratando de encontrar respuestas al siguiente interrogante:

“¿Cómo lo más odiado puede ser a la vez lo más practicado? ¿Cómo la abominación general del engaño convive de forma tan abierta con su práctica universal?”

Ya, al escribir a Lorenzo de Medici sus consejos para ser un buen príncipe, Maquiavelo insistió en que “gobernar es hacer creer”. Quien gobierna, decía el florentino, “debe estar dispuesto a engañar, a aparentar lo que no se es”.

Por esa razón, la política se vale reiteradamente de léxicos específicos, de mensajes encriptados, de eufemismos y de tretas de diversa índole, entre las que se cuenta mentir con la verdad.

SmokeNews

Si bien es un fenómeno antiguo, tres circunstancias recientes parecen estar incrementando su frecuencia y acentuando el lado negativo de mentir con la verdad, al convertir esta forma de engaño en verdadera mentira.

En primer lugar, hay un aumento de las que han comenzado a llamarse “SmokeNews”: informaciones con la intención deliberada de nublar la vista, para desviar la atención de algunos temas.

Esencial para las “SmokeNews” es el papel de los servicios de comunicación cercanos a los gobiernos, que acrecientan o bajan la temperatura de ciertas cuestiones, al tiempo que conciben “seudoeventos” noticiosos con el fin de lanzar globos sonda y desplegar cortinas de humo que distraigan.

Algunas secciones de los Talleres Construyendo País a lo mejor podrían calificar de “SmokeNews”.

Storiversi

Una segunda cuestión que está haciendo más corriente mentir con la verdad es el desaforado crecimiento de los “storiversi”, a los que se refiere Andrea Fontana en Regimi di verità. Convivere con leggende e fatti alternativi (Regímenes de verdad. Convivir con leyendas y hechos alternativos).

Los “storiversi” son esos “contenidos-acontecimientos, inventados o reales, que construimos sobre nosotros o sobre los otros, en forma narrativa y continua, que luego compartimos en las distintas plataformas de comunicación que empleamos”.

Indiscutiblemente, se trata de las publicaciones en medios sociales que, por cuenta de su lógica de funcionamiento, nos muestran contenidos afines a nuestros gustos. Esto refuerza nuestras ideas, al suscitar burbujas cognitivas o cámaras de eco en las que se validan pensamientos y creeencias propias, aun si corresponden a fantasías o ficciones.

Cuando a esa situación se añade el efecto de la influencia social sobre el comportamiento y del interés de la personas por preservar la visión que tienen de sí mismas, está el terreno listo para la conclusión a la que llegan hoy a menudo muchas personas: “mi opinión vale más que los hechos, en la medida en que la están validando mis pares”.

Como explica A. C. Grayling en Democracy and its crisis, ahí el territorio es muy fértil para los discursos de los que mienten con la verdad.

Nihilismo cognitivo

Ellos abrevan últimamente de una tercera fuente, lo que Jordi Ibáñez (en La era de la posverdad) llama nihilismo cognitivo.

El concepto recalca “la indiferencia de los ciudadanos ante la posibilidad de que una afirmación sea verdad o mentira, pues lo que les interesa es que les convenga a su modo de sentir y de vivir, a su deseo de realidad”. Se cree, por tanto, en lo que da placer, lo que conforta y consuela, lo que conviene, sin importar que sea por completo falso.

Mentir con la verdad es un paso ulterior a la ya famosa “posverdad”, que puede entenderse como la creación de “hechos alternativos”, inexistentes, amañados, que se presentan como si fueran ciertos.

Ciudadanía informada

Hay que explorar qué tantas de las propuestas del gobierno actual pueden ser etiquetadas de discursos en los que se nos miente con la verdad. Quizá ahí podría encontrarse la razón de su distanciamiento con buena parte de las opiniones públicas.

Y si está usando el mecanismo, hay que tener cuidado porque mentir con la verdad daña la confianza en la política, pues acudir a ese recurso asiduamente termina dándole un carácter de mentiras dañinas, antes que oficiosas o jocosas.

Mentir con la verdad, además, lleva a despreciar los hechos, que es la antesala del menosprecio hacia los derechos.

Según Michilo Katuni en The Deathh of Truth, una forma de protegerse de la posverdad y de situaciones en las que se miente con la verdad, consiste en luchar  desde la cotidianidad para que haya una división de poderes clara, una prensa libre y una ciudadanía informada.

Me temo que en Colombia nos toca trabajar, en especial para procurar una ciudadanía informada. Las otras dos cosas parecen bastante extraviadas.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.