Una de las más importantes autoras nórdicas, Nina Lykke (Trondheim, Noruega), una diseñadora gráfica convertida en escritora, ha escrito un libro impresionante: “Estado del malestar”, publicada en 2019 (Gatopardo Ediciones en 2020), y en los últimos años, ha sido la obra de ficción literaria más vendida en Noruega.

La obra ganó el Premio Brage, el galardón literario más importante de su país. Según su traductora al español, Ana Flecha Marco, el apellido Likke es simbólico para esta obra, ya que significa “buena suerte” o “felicidad”. También el título de la obra en español y en inglés, que es distinto al noruego original, tiene su significado especial que es el reverso del “estado de bienestar” tan pregonado en los países occidentales y, en especial, en los países nórdicos. El titulo primigenio de la obra es más cercano a la palabra “metástasis” – de connotaciones bastante negativas y cancerígenas en nuestras latitudes hispanas – y que, en la edición noruega va acompañada de un subtítulo: “una novela de médicos”.  El quid está en que la palabra “metástasis” en noruego hace referencia a todo aquello que se extiende (no necesariamente una enfermedad), y también a cuando “alguien se abre de piernas”.

“Estado del malestar”, traducido a más de diez idiomas, es un relato pleno de ironía y humor social, en donde la autora critica el supuesto paraíso de los países nórdicos, tal como ha venido pasando últimamente con las series de Netflix (estilo Borgen y Rita). Está también presente el auge de la literatura policial, de suspenso y terror en países que se han caracterizado por tener las sociedades más pacíficas, ricas y avanzadas e igualitarias del mundo, pero que esconden complejidades que ameritan ser relatadas o visualizadas para eliminar incómodos mitos, sociedades en donde se oculta el hecho de que cualquier persona puede estar ad portas del abismo.

Elin, una mujer de unos 50 años, de personalidad entrañable y socarrona, es una médica de cabecera en un centro médico, a quien advertimos con un aburrimiento estructural, ese de ser una buena esposa, de quien es un ser mediocre cuyo único mérito parece ser la adicción al deporte porque no es de un tipo proactivo en ningún sentido;  está cansada de ser una buena amiga – y ya ni tanto – una buena vecina, una buena profesional que atiende pacientes que pareciera que van por deporte al médico a obtener esa “felicidad”, ese “bienestar”, buscando curas a males muchas veces imaginarios.

En medio de su sosa vida, bebe casi un cartón de vino diario y ve series de televisión, entre ellas Outlander, esa serie de una enfermera del siglo XX que viaja en el tiempo hasta la Escocia del siglo XVIII donde vive una historia de amor y aventuras junto a James Fraser. En esa monotonía se va gestando la vulnerabilidad; Elin se encuentra por redes sociales con un antiguo exnovio, Bjørn, y le envía una solicitud de amistad y allí empieza a desbarajustarse todo.

En el primer capítulo nos encontramos a una Elin que ha abandonado su casa -aun no sabremos qué ha pasado – y se ha instalado a vivir en su consultorio, en un estado casi catatónico y la encontramos hablando con un simpatiquísimo esqueleto de plástico, Tore, una voz en off mordaz, que es como un Pepe Grillo moderno, una voz satírica de la conciencia, y el personaje del libro que más voy a extrañar.

Cuando Elin encuentra a su antiguo novio, Bjørn, retoma esa relación a espaldas de su marido, hasta que la tecnología le juega una de esas pasadas – ya el lector juzgará si es buena o mala – que la hará cuestionarse su vida en general: su trabajo, su matrimonio, la familia y, sus relaciones sociales. Lo hace como si fuera una catarsis de humor negro.

De los pacientes nos cuenta una serie de anécdotas, unas embarazosas, otras muy crudas, casi cinematográficas, pero todas muy divertidas, lo cual hace a través de un monólogo interior y, por supuesto, del diálogo con el esqueleto. Y nos confiesa que todas las anécdotas del libro son reales, aunque ha tenido cuidado en despersonalizar a los pacientes de Elin, nombrándolos por sus años de nacimiento o nombres comunes que representan una cualidad física o síquica de los mismos (el Gordito, el Rebelde, el Hombre de la Coleta, Zumo de Cactus).

Ni las familias son idílicas ni las profesiones de la salud son vocaciones incondicionales, ni la tecnología necesariamente nos ayuda a vivir mejor. Elin, la protagonista, describe así el control al que nos someten los teléfonos móviles: “por entonces me disgustaba el teléfono y ahora lo odio. (…) Finge ser modernidad y progreso, pero es obra del diablo, Satán se ha instalado en estos cacharros y nos tienta con puntos verdes y rojos que nos anuncian que alguien nos desea, que nuestra existencia importa, mientras que en realidad nos conduce al pecado y la depravación. Nos han colonizado, pero no lo sabemos. Nos ha colonizado Satán”.

Se trata de una novela corta, muy divertida, con una prosa ágil y mordaz, en la que, sin filosofar demasiado, la autora nos hace llegar a conclusiones similares a las que llegamos después de leer al filósofo Byung-Chul Han (Seúl, 1959) en “La Sociedad del Cansancio”, o “El enjambre” o “Capitalismo y pulsión de muerte”, pero desde el punto de vista literario: se puede vivir en sociedades “pensantes” en las que apenas existen las carencias materiales, con una moralidad capitalista inspirada en una cultura luterana-protestante cuya huella, el estado de bienestar, es una ficción.  Y siempre estaremos insatisfechos y siempre desearemos más y más, por más estado de bienestar que tengamos

La autora nos cuenta que, para escribir el libro, efectivamente se documentó con otros médicos y los fue grabando con el teléfono celular, para llegar después a su casa a transcribir esos diálogos. Nos dice que su mamá es enfermera, y su hermano médico cirujano.  Y que varios médicos leyeron el libro y le ayudaron en su corrección y ajuste. Lo que para ella si quedó clarísimo después de esta documentación personal con profesionales de a salud, es que los médicos se han convertido, en las sociedades modernas en lo que eran los sacerdotes de antaño, pues se han vuelto los confidentes de los pacientes.

Likke nos dice que, entre las lecturas que la han inspirado a escribir este libro, están Elena Ferrante y Doménico Starnone, y también las series actuales de TV, en especial “Outlander”. Y que todos sus libros, los escribe – dicta a su celular – mientras camina por el bosque cerca al lugar en donde vive… Y que necesariamente para poder hacerlo, debe tomarse un café con leche diario.

En suma, “Estado de malestar” recrea las crisis personales de los cincuentones, crisis que sencillamente revelan las grietas propias y las de la comunidad y sociedad en la que estamos inmersos. Si bien, Likke le tomó tres años escribirla, la novela se lee de un tirón, y deja esa sensación de sátira colectiva que tanto necesitamos en estos tiempos.

Termino con una cita de Angel Silvelo Gabriel, a propósito del libro: “La frontera de los cincuenta como nuevo abismo entre la juventud y el comienzo de la decrepitud, y la rotura de todas aquellas ataduras que de repente se nos muestran inútiles, son el leitmotiv argumental de una novela que, en tono de sátira, indaga sin clemencia sobre la sociedad en la que vivimos; una sociedad egoísta e individualista hasta el extremo, y permisiva con los defectos propios, pero tiránica con los del prójimo.

Menos mal, que aún nos queda el contrapunto de la ironía y el humor; un contrapunto que en la novela viene representado por Tore, esa conciencia en forma de esqueleto que está tan bien resuelto. Y, también, a través de la esperanza, un rayo de luz que al final nunca deja de iluminar el deseo que habita en el anhelo y la nostalgia.”

Sobre la autora:

Tras estudiar en Copenhague, regresó a Oslo, donde comenzó a trabajar como diseñadora gráfica en 1989. Entre 1997 y 2003 también fue miembro del consejo editorial de la revista feminista Utflukt. (1965). Debutó como escritora en 2010 con el libro de relatosOrgía y otras historias”. En 2013 publicó la novela Descomposición, y en 2016 apareció́ No, mil veces no, que obtuvo el Premio de la Crítica Joven.

Nina Lykke es especialista en estudios de género y en los últimos años se ha consolidado como una figura clave de la literatura noruega contemporánea, junto con autores como Linn Ullmann, Vigdis Hjorth y Karl Ove Knausgård.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.