Tener un cuerpo armonioso, tonificado, curvilíneo y definido es, para muchas, un negocio rentable del que han sabido sacar partido. Sin embargo, este tipo de trabajos despierta toda clase de opiniones respecto a la cosificación de la mujer, de su rol, de sus destrezas y capacidades y hasta de su ética y sus valores.

“No hay foto en la que fulanita no muestre sus ‘bubis’”, “Esta ya no sabe qué otra foto sacarle a su trasero”, “Como no tiene cerebro le toca empelotarse”, entre otras frases bastantes despectivas que tachan de brutas y facilistas a quienes han decidido hacer de sus cuerpos sus herramientas de trabajo.

Pero, ¿cuál es la indignación? Desde que tengo uso de razón, el cuerpo femenino ha sido noticia. Los programas de televisión no dejan nada al azar. Las presentadoras y modelos que eligen, sus vestidos, sus peinados, su maquillaje, sus poses e intervenciones hacen parte de una estrategia para capturar nuestra atención. La diferencia, hoy, es que esas mujeres ya no necesitan a los medios de comunicación para conseguir reconocimiento y cuentan con la independencia de crear sus libretos, entre otras cosas. Hoy cualquiera puede ser noticia si se sabe presentar como tal ante una audiencia que es libre, pero también solapada.

¿Por qué? Porque ama lo banal, pero no lo reconoce. Es más, lo niega rotundamente. Claro, ahora tiene el lujo de esconder sus gustos detrás de su pantalla, la propia, la que no tiene que compartir con nadie. Y aunque pueda parecerle terrible, a la gente siempre le ha gustado ver bubis y pompas; lo que explica que los medios de comunicación repliquen esas imágenes en las que las ‘fulanitas’ de moda aparecen vestidas de sensualidad y seducción, haciéndoles culto a sus cuerpos.

Si señor, el ‘rating’ crece como espuma con este tipo de contenidos que, supuestamente, casi nadie ve. ¡Cuánta mojigatería! Como cuesta reconocer que ver un cuerpo esculpido entre un bikini tiene un no sé qué que nos obliga a mirarlo, a admirarlo, a desearlo y sí, hasta envidiarlo. Ojalá pudiéramos prestarles la misma atención a otras noticias que, ciertamente, son muchísimo más relevantes, pero en la mayoría de los casos primero se ‘recrea’ el ojo y luego se abordan temas más profundos.

Así que mientas los escotes y las nalgas sigan generando ‘likes’ y ‘rating’, más mujeres aprovecharán sus atributos para ganarse la vida y los medios el ‘papayazo’ para capturar audiencia.

En vez de indignarse y llenarse de discursos éticos sobre si está bien o está mal, aproveche esa libertad para ser responsable de lo que usted consume y de lo que deben consumir las personas que de usted dependen. El menú de contenidos es amplísimo y hay temas para todos los gustos.

Deje de criticar y construya desde su saber, deje que la que quiera empelotarse lo haga y el que quiera replicar ese contenido lo replique, deje que la que tiene 50 se sienta como de 25, aunque tenga que llenarse de bótox hasta perder su identidad; deje que quien quiera ser flaca adelgace hasta donde le provoque con rutinas y dietas o quitándose los excesos en un quirófano, deje de meterse en la vida del otro y resuelva la propia. Entienda que su opinión poco o nada importa, mientras las cajas registradoras de esa industria sigan moviéndose tan activamente.

Si de verdad quiere que le informen sobre temas más profundos y trascendentales búsquelos por cuenta propia y en fuentes verídicas. Todo cambia y, con el poder que han adquirido las redes sociales, la información no siempre es creada de manera rigurosa. Hoy, la responsabilidad pasó a ser nuestra y somos nosotros quienes elegimos entre un gran menú informativo lo que nos apetece consumir.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.