Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Luis Bello   Ago 29, 2023 - 5:47 pm
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Han pasado cuatro días desde que un voraz incendio consumió 17 viviendas del asentamiento del barrio San Francisco de Itagüí en el departamento de Antioquia, que dejó a 25 familias en la calle. Desde entonces Liliana Foronda no ha parado de llorar. Ella es la mujer retratada desconsolada ante lo que quedaba de su taller de confecciones.

En la sede de la Acción Comunal del barrio San Francisco pudimos hablar con ella. Allí nos contó que tiene 49 años, que es oriunda de Ciudad Bolívar, municipio del que vino buscando oportunidades luego de que su matrimonio de 24 años y dos hijos se acabara, dejándola casi sin nada. Recientemente, hubo otro incendio que dejó varios damnificados en Armenia.

Liliana cuenta que ese fatídico viernes, tal vez por una premonición, una de sus hijas le pidió quedarse con ella. Por eso no estaba en el momento de la emergencia.

“Ya como a las 5:00 a.m. me llamó mi hermana diciendo que los ranchos ya estaban ardiendo. ¿Ya yo que iba a hacer? Ahí se me fue todo. Se me quemó el taller de confección con el que sobrevivía, se perdió una fileteadora, un máquina dos agujas y una máquina plana que tenía. Las maquinitas fueron lo que me quedó del matrimonio”, dijo conteniendo el llanto.

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Liliana contó que con sus máquinas podía sostenerse gracias a que con ellas ayudaba a otra confeccionista con la producción. “Yo hacía entre 100 y 200 prendas de bluyinería que iba alistando entre semana para el taller de la señora. Gracia a Dios antes de ese día ya había entregado producción. ¡Imagínese si se hubiera quemado ese trabajo. Nonono!”, apuntó ella.

Otro asunto que tiene sumida en la preocupación a Liliana y que desencadena de nuevo su llanto es que, para la construcción de su rancho hace ya ocho años, había prestado cerca de $4 millones. Los mismos que todavía hoy sigue debiendo en parte. “Hoy ya no tengo ni rancho ni como pagar la plata que debo”, relató.

La historia de Liliana es similar a la de su prima Luz Dary, de 50 años, una mujer desplazada por los paramilitares desde el Suroeste antioqueño y quien perdió la panadería con la que también daba sustento a cuatro trabajadores del sector.

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“Perdí tres hornos, un cilindro, una máquina de moler queso, la mesa de trabajo y $2 millones en surtido. Menos mal nos quedaron las manos para salir adelante. Vamos a ver como me consigo las cosas para volver a empezar”, añadió con resignación.

Luz Dary tampoco estuvo en el momento del incendio, pues ese día había madrugado temprano a La Minorista a buscar la carne para su venta de empanadas. “Cuando estaba llegando a la plaza me avisaron que ya habían sacado a mi madre que está postrada tras varios derrames cerebrales”, señaló.

A estas emprendedoras que perdieron todo se suma William, un joven dueño del taller de soldadura del barrio y al que las llamas le arrebataron sus taladros, dos soldadores y unas pulidoras. “Tantas cosas por las que luché, tantos años para conseguirlas. La poca herramienta que ese día quedó en el suelo los ladrones y los viciosos se las llevaron”, se lamentó.

Aparte del drama de haberlo perdido todo, otra de las preocupaciones que tienen los damnificados del incendio tiene que ver con su futuro cercano. Pues, aunque agradecen todo el apoyo en alimentos y en ropa que han recibido de la comunidad y de entidades como la JAC de San Francisco y el Inpec, que hasta mercados les ha dado, la ilusión de un nuevo techo así sea temporal se ve distante pese a que ya se les entregó el subsidio de arrendamiento.

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“Dormimos en la sede de la JAC en colchonetas porque no hemos encontrado a donde ir, cuando salimos a buscar quien nos alquile los arrendatarios nos piden un montón de cosas como tener fiadores. ¿Quien nos va a hacer de fiador cuándo lo perdimos todo? Además los arrendatarios preguntan que como les vamos a seguir pagando apenas se termine la ayuda del gobierno si nosotros no tenemos nada”, explicó Liliana.

La preocupación de los afectados la confirma la presidenta de la JAC Beelalith Serje quien agregó que inescrupulosos también se han metido al albergue temporal y han sido víctima de robo de mercado y ropa donada.

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“Ellos están buscando a dónde irse, pero hay otros que no han podido y se están quedando acá. El problema es que la infraestructura de la sede no está en buenas condiciones porque medio llega a llover y se inunda todo. Estamos a la espera de que la alcaldía cumpla la promesa de intervenir el techo. Y aunque no tienen un plazo para irse del espacio, muchos están tratando de salir hoy (lunes) por esta misma situación. La idea es que los que no alcancen a hacerlo se queden acá porque, ¡cómo los vamos a tirar a la calle!”.

El tiempo apremia y muchos no han encontrado donde quedarse. Por eso, volver al lote donde luego de tres días aún huele a quemado, se vuelve la única opción de llegar a un sitio al cual llamar hogar, pues saben que pese a lo prometido por Gestión del Riesgo el pasado domingo, las ayudas se demorarán.

“Nos tocará arrancar para allá otra vez, así sea a meternos debajo debajo de un plástico. Al menos no habrá problemas porque todos acá somos familia”, comentó William.

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