Precisamente, Vélez comunica su determinación en su columna de este lunes en el diario capitalino, y jocosamente asegura que ese será su regalo de Navidad, que no es intempestivo, sino producto de varios meses de reflexión. Pero en el fondo hay más.

“No ha sido fácil, en realidad ha sido algo progresivo, pero esta semana recibí el empujón que necesitaba y tal vez sea el mismo que usted necesite”, escribe, y explica que lo ha venido haciendo lentamente. “Primero, abandonando mi perfil público, y ahora procederé a hacer lo mismo con mi perfil privado”.

Pero, ¿por qué? Inicialmente habría que decir que la decisión personal de un periodista, en sí misma, no debería ser noticia. Sin embargo, esa decisión comienza a matizarse cuando se considera que Facebook está tan entronizada en la vida de las personas, que hoy para miles de millones resulta casi imposible vivir sin estar consultando e interactuando en esa red social.

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Pero la idea que pone en sus justas proporciones la decisión de Vélez es el hecho de que el periodismo (los periodistas) del mundo debe mucho de su cobertura y difusión a Facebook. Se sustentan en esa red. Es en este contexto en el que las razones de Vélez derivan en un verdadero reto y motivo de reflexión, especialmente para los periodistas.

“Tengo que ser consecuente”, advierte, y asegura que, como periodista, no puede ser parte “de la plataforma más grande de distribución de noticias falsas del mundo”, y descalifica la “permisividad” de Facebook, en donde “la publicación de mentiras es algo cuyos efectos aún nos hace falta comprender”.

Asevera que tampoco puede “convivir más” con una plataforma que “vende” su información [la de Vélez] “al mejor postor” y convierte sus datos personales [los de él] “en mercancía”.

Pero Vélez va más allá y extiende sus reparos a Facebook hasta los terrenos de la economía del país e incluso los del ámbito fiscal: “No puedo ser cómplice de un ambiente que vive de alimentarse de mi trabajo y el de mis colegas sin retribuirnos y que al mismo tiempo destruye financieramente a las empresas que nos emplean y además no paga impuestos en mi país”.

“Todo esto, adicionalmente a los escándalos que rodean a esa empresa en el mundo”, agrega el columnista, y da ejemplos: “Investigaciones en EE. UU. por haber contribuido a la injerencia rusa en las elecciones pasadas, casos en Europa por uso de información privada de sus usuarios y la aparición de convenientes errores que les mostraron todas mis fotos a empresas en el mundo para que me vendieran productos”.

Agrega que “por ahora” seguirá en Twitter e Instagram, “aunque les tengo que confesar que cada vez más me afectan tantas mentiras, insultos y ataques coordinados. No son lugares sanos para crecer como persona y mucho menos para mantener una conversación civilizada con alguien que quiera invitar a la reflexión de un tema en el que tal vez no coincidamos”.