Cañón contó, en su cuenta de Instagram, que todo empezó cuando ella, y su grupo de 15 amigos, llegó hasta el Hoyo Soplador en San Andrés y fue recibido por unos sujetos que decían ser trabajadores de un establecimiento informal en el sector turístico del archipiélago. 

“Dijeron que eran isleños, que vivían del turismo y que podíamos colaborarles comprando cocos locos que ellos hacían y vendían a 20.000 pesos”, escribió la joven en esa red social. 

La joven cuenta que varios accedieron a hacer la compra, pero que al ver que dentro del lugar había mucha gente, decidieron cancelar el pedido y retirarse del lugar. Sin embargo, allí fue cuando empezó la pesadilla.

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“El que atendía [el negocio informal] se alteró y comenzó a decir que no podíamos irnos y que debíamos pagar (aún no estaban listas las bebidas). Cuando ya estábamos todos en los carros, la persona que manejaba el último carro empezó a decir que le habían quitado las llaves. Quienes atendían en el Hoyo Soplador nos estaban reteniendo”, contó la joven en su perfil de Instagram. 

La joven agregó que, al tratar de conciliar con los vendedores, estos les estaban cobrando 120.000 pesos, un valor mayor al que les habían anunciado inicialmente por los cócteles coco loco que habían comprado. 

Fue allí cuando los raizales, según Cañón, comenzaron con los insultos y las agresiones físicas. “Al decir una expresión por el elevado e injusto costo, recibo un comentario machista, grosero y fuera de lugar por parte de un raizal que atendía y se encontraba detrás de mí. Mi reacción es voltearme y hacer el gesto de levantarle la mano, a lo que el hombre se me adelanta, me agarra del cabello y me cachetea”, añadió la joven. 

Ante la agresión contra la joven, los hombres que la acompañaban agarraron por el cuello a los vendedores, pero estos recibieron el respaldo de más raizales, quienes agarraron a patadas y puños a los turistas, según relata ella en la red social. 

Ella manifestó que, a pesar de que algunos de sus amigos estaban heridos, los raizales seguían reteniendo las llaves del carro y extorsionándolos. Finalmente, ante el desespero, pagaron la elevada suma que los vendedores exigían y pudieron irse del lugar. 

“Pusimos la queja en la Policía de que nos habían retenido, golpeado, abusado y extorsionado; ellos nos dijeron que se encargarían de tramitarla a los encargados de turismo. También nos comentaron que las quejas similares son recurrentes”, concluyó Cañón en el relato de Instagram, que se puede ver a continuación:

 

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