Escrito por:  Redacción Nación
Abr 24, 2025 - 8:53 am

En momentos en que avanzan en el Vaticano los preparativos para el sepelio del papa Francisco, que será este sábado, siguen surgiendo testimonios de personas que tuvieron contacto con el sumo pontífice cuando visitó a Colombia. Hasta ahora, han tenido más peso y difusión las voces de autoridades y personalidades que accedieron —debido a sus investiduras y responsabilidades— al líder de la Iglesia católica. Pero hay otras testificaciones que provienen de personas comunes, y por eso más humanas, que dan cuenta de la grandeza de ese Vicario de Cristo que hoy llora el mundo católico.

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Ese es el caso de Paula Jaramillo Destouesse, madre de Santi, un niño con lesión neurológica y sobreviviente de muerte súbita infantil. Con él en brazos, pudo, entre el millón doscientas mil personas que recibieron a Francisco en Medellín, ir a su encuentro, superando no solo semejante multitud, sino al mismo cuerpo de seguridad del Santo Padre para conseguir su bendición directa. “[…] Fue como caminar el sendero de la vida: con puertas que se cerraban y otras que se abrían en silencio, como si el cielo mismo nos guiara paso a paso”, dice en uno de sus apartes su relato, lleno de momentos y frases conmovedoras.

Pulzo publica íntegro el testimonio en primera persona de esta madre, pues constituye “un símbolo de esperanza, fe y milagro”, como dice Paula, que sintió que la bendición de Francisco no recayó solo en ella y su familia, sino que se sintieron llamados a proteger a otros niños vulnerables a través de un proyecto de cunas ecológicas para poblaciones en situación extrema.

Nuestro encuentro con el Papa Francisco: ¡cuando la fe rompe las barreras de lo imposible!

Por: Paula Jaramillo Destouesse

Al despedir al Papa Francisco en su regreso a la Luz del Padre, no puedo evitar recordar con gran nostalgia, pero también con infinita gratitud y emoción aquel día 9 de septiembre de 2017 cuando bendijo a Santi, nuestro pequeño superviviente, dejando una huella imborrable en nuestros corazones y que estoy segura se expandió como una luz brillante, tocando a todos aquellos que lo recibieron con fe y alegría ese día en Medellín.

Han pasado ocho años desde ese instante que marcó nuestras vidas para siempre. Su mirada, su sonrisa, su oración… fueron mucho más que una bendición: fueron un mensaje de esperanza, de amor y de fe.

Como dice mi esposo Jaime Andrés: “Su partida justo después del domingo de Resurrección en el día de pascua no fue una casualidad… fue más una ‘Diosidencia’ divina, un regalo del Cielo hacia él.

La Pascua significa “paso”, y como él mismo siempre enseñó con frases simples pero profundas: “Podés dar un paso atrás o adelante y ser valiente… haciendo que el miedo te impulse y no te paralice”. “Podés pasar de largo o detenerte y entrar…”. “Podés acompañar a alguien en sus primeros pasos… o en sus últimos pasos”. “Podés ayudar a alguien a aliviar el dolor o la tristeza con una sonrisa o una mano amiga”.

El Papa Francisco, con su ejemplo de vida, siempre enseñó a caminar con los demás, a detenerse, escuchar, acompañar, aliviar o consolar. Así fue nuestro encuentro con él… un paso más en nuestras vidas, en la fe, la unión y la esperanza.

Sé que, luego de la partida al Cielo de su Santidad, muchos me preguntarán cómo está Santi después de esa bendición, esperando tal vez un milagro instantáneo. Pero, como me dijo Mathias, su hermano mayor: “Mamá, el verdadero milagro es la vida de Santi”.

A través de él, hoy salvamos vidas, ayudando a proteger a los bebés de la muerte súbita con su campaña “Sueño Seguro Salva Bebés”. Sin su historia, muchos bebés no estarían hoy aquí.

Además, tenemos el milagro de su risa, de su salud y de sus pequeños, pero grandes avances, que nos recuerdan que hay dos formas de ver la vida: como si nada fuera un milagro, o como si todo lo fuera. Nosotros, como familia, elegimos verlo todo como un milagro.

Mientras el alma del Papa Francisco regresa a la Casa del Padre, siento que su luz permanecerá viva en cada uno de nosotros, especialmente en aquellos que fuimos tocados por su compasión y cercanía con Santi.

Foto suministrada a Pulzo por Paula Jaramillo Destouesse
Foto suministrada a Pulzo por Paula Jaramillo Destouesse

El Papa Francisco nos enseñó a mirar al otro con misericordia, a caminar junto a los que sufren, y a encontrar a Dios en lo sencillo, en lo humano. En nuestro encuentro, él no solo bendijo a Santi, nuestro milagro, sino que bendijo una misión de vida….

Santi, con su aparente fragilidad luminosa, pero con la fortaleza de una vida limitada, sé que fue para Francisco una semilla de fe viva… y él, para nosotros, un faro de luz de confirmación divina.

Su bendición no fue solo un gesto, fue una certeza: lo imposible es posible cuando se camina con amor, fe y misericordia

Con su ejemplo y humildad, el Papa Francisco siempre enseñó a caminar con los demás, a detenerse, escuchar, acompañar, aliviar o consolar. Así fue nuestro encuentro profundo con él. Un paso inolvidable en nuestras vidas, en la fe, la unión y la esperanza.

Hoy, la trascendencia de su alma da el paso más luminoso hacia la luz y, en ese tránsito, nos recuerda que tanto la vida como la muerte son un regalo y un milagro.

A veces creemos que los milagros son eventos lejanos, escritos en los libros sagrados o eventos instantáneos… Pero también un milagro puede tener la forma de un niño, frágil y fuerte a la vez, que vuelve a la vida después de haber rozado la muerte y que, aún sin moverse, ha logrado mover el mundo con su fundación y legado enseñar que los bebés, hasta el año, deben dormir solo boca arriba en su cuna, algo simple pero que salva vidas.

Santi es un milagro de vida. Un sobreviviente de la muerte súbita infantil. Un alma grande en un cuerpo pequeño. Con un cuerpo físico limitado pero un gran maestro silencioso de lo esencial, inspirador, un faro de luz y un sembrador de amor. Quien ha demostrado que la historia cambia con la acción, no con la intención, sumando la unión de corazones.

Aunque una lesión neurológica dejó huella profunda en su cuerpo, su alma eligió quedarse, y con él nació nuestra misión: salvar vidas mientras los bebés duermen, educar para prevenir, y visibilizar la discapacidad infantil con dignidad y amor.

Una misión, sin imaginarlo, bendecida por Dios a través del Papa Francisco.

El encuentro con el papa Francisco

Nuestro encuentro con el Papa Francisco fue un imposible. Llegar hasta él, entre más de un millón doscientas mil personas, con Santi en brazos, fue como caminar el sendero de la vida: con puertas que se cerraban y otras que se abrían en silencio, como si el cielo mismo nos guiara paso a paso.

Ese 9 de septiembre de 2017, en Medellín, traspasé lo impenetrable: la seguridad del Papa.

Foto suministrada a Pulzo por Paula Jaramillo Destouesse
Foto suministrada a Pulzo por Paula Jaramillo Destouesse

Aunque no soy una mujer que rompa las reglas, solo quería una bendición de salud para Santi y los demás enfermos, y una bendición de fortaleza en el difícil camino del servicio.

Como si la fe tuviera su propia lógica, distinta a la razón, logré llegar ante Su Santidad.

Su mirada cálida, su sonrisa, el momento en que besó a Santi, le impuso sus manos, lo bendijo y oró por él… fueron segundos suspendidos en la eternidad que nunca olvidaré.

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Me entregó su Santo rosario, símbolo de una oración que nunca se apaga.

Yo supe entonces que no había llegado sola. Que llevaba el corazón de muchos, peregrinos de la esperanza ese día querían verlo y sentirlo.

Fue una bendición para Santi, sí, pero también para todos los que aún creen en el amor como medicina, en la ternura como poder, en la fe como llave de lo imposible a través de Santi recibieron la bendición.

Al reencontrarme con mi esposo Jaime y con Mathias, en medio de la multitud, nos abrazamos como si ese instante fuera nuestro espacio sagrado, como una familia unida.

Foto suministrada a Pulzo por Paula Jaramillo Destouesse
Foto suministrada a Pulzo por Paula Jaramillo Destouesse

Éramos testimonio de que el amor une, transforma, sostiene. De que Dios nos habla en la mirada de un hijo, en la prueba, en la misión que nos confía a través del dolor.

En nuestro encuentro con el Papa Francisco, a través de Santi, entendimos que este camino de aprendizaje nos enseñó que los dos momentos más importantes de un ser humano son: cuando nace y cuando descubre para qué nace.

Con Santi lo descubrimos: nacimos para aprender, servir y agradecer por la vida misma, que es el verdadero milagro.

Hoy, el alma del Papa Francisco vuelve a casa. Su vida fue un regalo para todos.

Y yo seguiré guardando en mi alma la certeza de que, a través de nuestro encuentro, me reafirma que en la vida lo imposible se hace posible cuando damos el primer paso. No solo para llegar… sino para salir de donde estamos.

Gracias, Francisco, por recordarnos qué es la fe: ver lo invisible, escuchar lo imperceptible, creer lo increíble… y recibir lo imposible.

Ese fue nuestro camino hacia el Santo Papa como símbolo viviente de la presencia de Jesús en la Tierra.

Gracias, Francisco. Tu bendición de salud para Santi y nuestra misión dejó una huella imborrable en nuestra alma y en la de muchos corazones con fe.

Gracias, Santo Padre, por tocar nuestra historia con tus manos.

Por ser parte de nuestro milagro de vida con Santi.

Por recordarnos que la luz siempre espera al final del camino.

Feliz regreso a la luz del Padre.

Hoy no decimos adiós, decimos gracias y hasta siempre.

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