
Pletórica de símbolos (camiseta amarilla con escudo de Colombia, una gorra militar y ondeando el pabellón nacional), la senadora uribista María Fernanda Cabal anunció la semana pasada que será la candidata presidencial del Centro Democrático, sin que ese partido ni su líder, el expresidente Álvaro Uribe, hayan surtido ningún proceso para escoger a quien los representará en las elecciones del 2026. El anuncio entusiasmó a los seguidores de Cabal, pero, a la postre, puede favorecer los intereses de su enemigo político, el presidente Gustavo Petro.
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“Que le quede claro al país. Yo soy Centro Democrático, soy fundadora, aquí estoy y aquí me quedo”, dijo la senadora, y, para muchos, ese corto mensaje con el recorderis incluido de que ella es una de las creadoras de su partido, tenía un destinatario específico, el también senador uribista Miguel Uribe Turbay, que, sin haber anunciado aún sus aspiraciones presidenciales, actúa como candidato en campaña. Después de la carga de profundidad, Cabal dijo otras cosas genéricas, esas sí para sus electores: “Seré la candidata de mi partido y lo haré con todo orgullo representando a millones que claman orden y libertad”.
La senadora Cabal obedece legítimamente a sus intereses y a la interpretación que hace del momento político del país. Quizá sea la primera que se pone formalmente en el partidor que ha armado (seguramente con frío cálculo) el presidente Petro al nutrir buena parte de su discurso con alusiones a las elecciones presidenciales de 2026 mencionando la necesidad para su Pacto Histórico de continuar el proyecto progresista más allá de su mandato y sugiriendo la posibilidad de reelección.
Hasta ahora, los posibles candidatos que se le opondrían a Petro han sido movidos por encuestadoras. Así, sonaron en una del Centro Nacional de Consultoría, en mayo, Juan Manuel Galán (13 %), Sergio Fajardo (12 %), Claudia López (9 %), María Fernanda Cabal (8 %), Miguel Uribe Turbay (4 %), Alejandro Gaviria (3 %), Germán Vargas Lleras (2 %) y Juan Daniel Oviedo (2 %). Otras encuestadoras como Guarumo en junio han incluido el nombre de Vicky Dávila, que obtuvo un segundo lugar con el nada despreciable 8 %. Por la izquierda, aunque no muy bien situados, aparecen Francia Márquez, Gustavo Bolívar, Daniel Quintero, María José Pizarro y Susana Muhamad.
Sin embargo, la explosión de candidatos de tendencias diferentes a la izquierda y pujas como la que sostienen Cabal y Uribe Turbay (ellos dos también compitieron por ser la cabeza de lista del Centro Democrático, algo que finalmente dirimió el expresidente Uribe) favorecen los intereses del presidente Gustavo Petro. Prácticamente desde el mismo día de su posesión se ha afirmado con juicio que para evitar que su proyecto político se prolongue más allá de 2026 (a través de él mismo vía reelección o de otro candidato) la oposición no puede estar dividida.
Por el lado del uribismo, se supone que para escoger su candidato para las elecciones presidenciales de 2026 apele a mecanismos como los foros o las encuestas, aunque hay serias dudas de que en ese partido se respeten los resultados. Eso ya pasó con Francisco Santos en la convención de Corferias con Óscar Iván Zuluaga. El expresidente Uribe se decidió por Zuluaga, y eso indica que, al final de la jornada, todo se resume en que el candidato será el que diga Uribe.




En el caso de la senadora Cabal, sin embargo, ella cuenta con caudal electoral propio, simpatizantes en todo el país y un temple personal suficientes como para intentar en solitario consolidar su candidatura. Por eso, no teme que se muevan nombres como el de Vicky Dávila —que suena no solo porque las encuestas preguntan por ella, sino por las correrías que está haciendo por el país con los ‘Foros Semana’, todo lo cual alimenta la idea de que pudiera lanzarse—. “No me importaría medirme con Vicky Dávila”, dijo Cabal.
Por otra parte, pese al fuerte ascendente del expresidente Uribe en su partido, Cabal ha dado señas de cierta independencia, como cuando manifestó su inconformidad por las reuniones que sostuvo el exmandatario con el presidente Petro. Ese grado de autonomía podría restarle posibilidades a Cabal frente a aspirantes como Uribe Turbay y otros uribistas a la hora de buscar el favor del líder del Centro Democrático para competir en las elecciones presidenciales de 2026.
Si el objetivo de la oposición es atajar al presidente Petro y su proyecto en esos comicios, la multiplicidad de nombres de candidatos no parece apuntar a ese objetivo estratégico. El mandatario debe ver con regocijo cómo empieza a crecer el ramillete de candidatos opositores. Divididos no podrán contra él, pues si bien su imagen está mermada, según las encuestas, y él y su Gobierno están atrapados en una red de escándalos, ahora no es un simple senador que aspira a la presidencia. Hoy es el presidente y tiene el aparato del Estrado para impulsar su proyecto.
También es cierto que el presidente Petro ha perdido respaldo entre muchos sectores que votaron por él creyendo sinceramente en el cambio que prometió, pero es innegable que todavía tiene una fuerte base popular en donde tienen eco sus constantes expresiones contra las élites, contra la oligarquía, contra los empresarios y banqueros, y contra todo aquello que se le opone y que el estigmatiza indiscriminada y peligrosamente con el rótulo de “fascistas”. Esa base popular la ha asegurado también con programas y subsidios que le garantizan respaldo.
El problema es que, si la oposición no se une también de manera temprana, no habrá quien coseche dentro de dos años ese caudal electoral que está disperso, al que habría que sumarle los más de 10 millones que no quisieron votar por Petro en 2022 y se inclinaron, incluso muchos a regañadientes, por Rodolfo Hernández, y hasta los que votaron en blanco. Eso requiere de un frente amplio y muy unido que sea capaz de convocar esa inconformidad del país.
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