Es más, al caso del hijo de alcalde de El Carmen (Norte de Santander), Edwin Contreras, debió prestársele más atención, sobre todo en la etapa de recuperación de su libertad, por tratarse de un niño de apenas 5 años de edad que estuvo secuestrado durante siete días.

Los doce alumnos de la academia de fútbol Mu Pa (de entre 11 y 16 años de edad) y su entrenador de fútbol estuvieron perdidos durante diez días, en junio pasado, en una cueva inundada en el norte de Tailandia, y protagonizaron una noticia que concentró la atención mundial, pero su situación recibió un tratamiento especial por parte de las autoridades.

Primero, cuando los encontraron, fueron atendidos en la misma caverna por médicos militares, que constataron su buena salud y establecieron que su estado físico permitía su evacuación, que fue muy riesgosa y en la que intervinieron especialistas de diferentes países. Incluso les enseñaron a bucear para superar la travesía que representaba llegar a un lugar seguro.

Una vez a salvo, fueron trasladados de inmediato a un centro hospitalario sin permitirles el contacto con nadie, y menos con periodistas. Solo cuando los médicos les dieron de alta, se les permitió el primer contacto con la prensa, antes de que llegaran a sus casas, pero con unas condiciones.

“El motivo por el que se celebrará una rueda de prensa es que los medios puedan hacerles preguntas y que, después de eso, puedan regresar a sus vidas normales sin que los medios de comunicación los molesten”, dijo entonces el portavoz del gobierno, Sunsern Kaewkumnerd.

No fue, por eso, una rueda de prensa usual. El departamento de relaciones públicas de la provincia de Chiang Rai pidió ver las preguntas con antelación para enviárselas a psiquiatras con el fin de que las revisaran. Una de las razones: los expertos advirtieron que los niños podrían sufrir trastornos de larga duración a raíz de su experiencia.

Pese a que los rescatados estaban en buenas condiciones físicas y mentales, los responsables sanitarios afirmaron que se les sometería a un seguimiento psicológico adicional para detectar posibles traumas persistentes.

¿Y Cristo José?

Para empezar, el niño que concentró la atención de todo el país primero fue recogido por su padre y después fue expuesto a la comunidad y a los medios de comunicación, que lo recibieron con preguntas de toda índole, que Cristo José respondió como pudo desde la confusión que surge de la suma de factores como su edad y el asombro de ver tanta gente junta y tantas cámaras de televisión buscándolo.

Cristo José y su papá

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En medio del alboroto, el niño fue izado como trofeo, al que le ponían sucesivamente gorras del Gaula de la Policía y del Ejército, con el propósito de que la presencia de esas instituciones quedara en el registro de la noticia para la posteridad. Incluso, desde ese momento ya se cocinaba el viaje de sus padres (con él incluido, por supuesto) a encontrarse con el Presidente de la República en Bogotá.

Apenas se despertó este miércoles, después de dormir unas pocas horas, Cristo José fue preparado para otra experiencia traumática: viajar por tierra y aire hasta la capital del país, por invitación de Iván Duque. En el encuentro será sometido a todos los rigores que el protocolo de la Casa de Nariño debe imponer para que las cosas salgan (ojalá por televisión) muy bien.

¿Y su estado de ánimo y su salud? Diana Arévalo, madre del niño, respondió en La FM cuando le preguntaron si el Gobierno le prestará el apoyo y la atención psico-social a toda la familia: “Hasta el momento no me han dicho nada. El médico lo atendió pero porque nosotros lo llevamos a la casa para que hiciera el favor. Vamos a practicarle los exámenes médicos que le recetó”.

¿El ICBF ha estado pendiente de ustedes, les ha ofrecido atención para el niño?, insistieron en la emisora. “La verdad, pues no. Yo no he tenido comunicación con ellos”, respondió la aún afligida madre.

Pero, ¿por qué estaba afligida, aun con su hijo en libertad y entre sus brazos? Ella pintó un cuadro del menor del que nadie parece ocuparse hoy: “Se quedó dormido como a las 3:00 de la mañana. No quería dormir. Luego empezó a llorar. No sé si de pronto tenía mucho miedo, porque no me dejó que le apagara la luz”.

“Fue un poquito difícil”, agregó Arévalo. “Me tocó abrazarlo mucho. Repetirle muchas veces que lo quería, que lo estábamos buscando, porque él estaba llorando mucho y decía que lo habían secuestrado. El hermano también está muy afectado. Estoy preocupada por él. Hoy vamos a hacerle el chequeo médico. Ya se le hizo uno, pero voy a ver si lo llevo a un chequeo psicológico para que nos ayuden con un profesional”.

“Yo creo que está asustado, que la situación que tuvo que vivir durante siete días, que me imagino yo que es la que viven todos los secuestrados, es una situación de sumisión… Él también nos contaba ayer que había días que dormían en la selva, en el monte, y me decía que lo dejaban solito. Salían era de noche. Yo creo que se escondían tal vez para infundirle miedo”, relató la mamá de Cristo José.

“Él dice que ‘Carlos’ (nombra un ‘Carlos’) lo dejaba solo en la selva y él empezaba a gritar y a llamarlo, y a llorar. Realmente he tratado de no profundizar tanto en las cosas que el niño cuenta, para no revivirle todos esos momentos. Esas fueron cosas que él quiso contar. Lo he notado un poquito gritón, como que no pide las cosas como normalmente. Yo me imagino que a raíz de todo el trauma que esos días le acumularon”, añadió.

Y el padre del niño también reveló un cuadro preocupante: “Emocionalmente está muy afectado. Desde el momento en que yo lo recibo, él lloraba y lloraba y empezaba a decirme qué era lo que había pasado, cómo se lo habían llevado. Uno trata de levantarle el ánimo”, dijo Contreras en Blu Radio.

No hay cómo comparar los casos de los niños de Tailandia y el de Cristo José (unos perdidos accidentalmente y él secuestrado), pero el detalle está en el momento del retorno. La forma como el país ha tratado a este niño después de su liberación habla también de cómo trata a su infancia en general. Mucho espectáculo.