Betancourt aseguró que si bien ha compartido el deseo de los colombianos por alcanzar la paz, “hay cosas hechas por individuos o por la organización de las Farc como colectivo”, que le impiden perdonarlos pese a sus esfuerzos.

Una de las razones es que un mes después de su secuestro, su padre falleció; y si bien no fue a manos de las Farc, ellos “sí son responsables de su calvario y su agonía”.

“Mi hermana me cuenta que en el lecho de su muerte preguntaba ‘¿Dónde está la niña?’. Cuando me enteré que había muerto casi me enloquezco. Pensé que uno como ser humano no podía vivir sin dormir, pero duré un año así”, escribió.

En ese mismo sentido, acusó a las Farc de tortura psicológica en contra de su familia y de ella misma, pues el miedo con el que vivió durante los 6 años que estuvo secuestrada, le causó una “paranoia alrededor de las relaciones humanas y una inmensa soledad en el alma”.

Relató las arbitrariedades de las que fue víctima como el hecho de que el guardia botara la comida para no dársela, o que uno de los secuestradores escupiera en su olla o le llevara comida podrida, llena de moscas y gusanos; detalles que ya había comentado ante la JEP.

Ingrid Betancourt

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Aseguró que muchas veces se vio obligada a usar la ropa mojada porque no les dejaban ponerla al sol para secarla.

Les llamaban por apodos “denigrantes” y hasta les aseguraban que iban a ser liberados para que caminaran más rápido.

Así mismo, escribió que la obligaban a dormir sobre nidos de hormigas agresivas, que si llegan a atacar en grupo pueden provocar hasta la muerte; o encima de garrapatas que pasaba días quitándose.

Recordó cómo fue humillada por “una guerrilla machista” que premiaba a los secuestradores que tuvieran comportamientos “soeces, vulgares e irrespetuosos” con las mujeres secuestradas, por lo que tuvo que soportar como hombres, muchas veces jóvenes de 14 o 15 años, se acercaban en la noche para tener “tocamientos impropios”.

Detalló, como ya lo había hecho ante la JEP, la vergüenza que le hicieron vivir sus secuestradores cuando en las embarcaciones pedía orinar y “el comandante Enrique me decía: ‘Haga ahí. Ahí delante de todos y encima de sus compañeros’”, mientras que a los otros secuestrados hombres les daban permiso de salir por debajo del bache.

Contó el suplicio que vivía cuando le llegaba el periodo ya que no la abastecían de toallas higiénicas y le tocaba bañarse en caños “infestados de pirañas”.

Además, tuvo que soportar, por años, encadenada a un árbol y a otro secuestrado con el que le tocaba turnarse para poder hacer del cuerpo.

“Yo era la única mujer en grupo de hombres; cuando me encadenaban a un compañero, a él le toca ir conmigo a los chontos y nos tocaba por turnos voltearnos mientras el otro hacía del cuerpo”, expresó.

Explicó la tortura que significaba enfermarse en la selva, pues así la guerrilla tuviera medicamentos, se negaban a suministrárselos, por lo que incluso, llegó a suplicar para que le dieran pastillas contra la malaria.

De igual manera, recordó que una guerrillera, sin la más mínima idea, le sacó sangre provocándole flebitis por tantos chuzones que recibió.

Betancourt aseguró que el trato con ella fue mucho más severo por el hecho de “ser mujer, ser política y ser para ellos su ‘enemiga de clase’”, y contó que después de un intento de fuga fue violentada con cadenas y apuntada con un arma como si la fueran a ejecutar.

Entre tanta desgracia, resaltó el trato que tuvo el entonces comandate Joaquín Gómez, que en su primer año de cautiverio y tras conocer los maltratos de los que era víctima, ordenó que Betancourt tuviera un espacio para ella sola, aunque eso solo duraría 2 meses, pues luego fue trasladada al bloque “sangriento y cruel” del Mono Jojoy, del cual, tiene certeza, dio órdenes, pues “fue él quien se ideó secuestrar políticos”.

Aun así, Betancourt no exime a ningún miembro de la culpabilidad, pues “todos sabían que podíamos ser víctimas del sadismo y la perversión de jóvenes adoctrinados para odiarnos”.

Por eso, culmina diciendo que solo Dios podrá perdonar a los secuestradores que la torturaron y humillaron por tanto tiempo, aunque asegura que cree en que la gente es capaz de cambiar, incluso esas  personas “que dentro de las Farc nos trataron con tanta sevicia”.