En ese sentido, Betancourt dijo en una entrevista con AFP que hay cosas que vivió en la selva que le han “servido para manejar este aislamiento”. Una de esas cosas fue el manejo del espacio ya que en cautiverio estaba amarrada a un árbol.

“Lo que hacía es que lo compartimentaba. Entonces tenía un pedazo que usaba para comer. Me movía con la cadena a otro espacio para hacer una rutina de ejercicios físicos. Me movía a otro espacio para leer o simplemente para pensar. Siempre cambiaba de sitio, y eso me ayudaba a sentirme más libre porque podía escoger dónde estaba. Eso es algo que hago en este momento“, expresó Betancourt.

La expolítica, que pasa su confinamiento encerrada sola en una casa en Oxford, donde estudia teología, recordó en el diálogo que en el secuestro fue apartada de los demás, narró los hábitos que ha adoptado para pasar el tiempo en el confinamiento.

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Durante el secuestro a mí me tuvieron años aislada de mis compañeros, entonces digamos que esto es algo que ya conozco. Ahora establecí una rutina: levantarme a tal hora, comenzar a trabajar a tal hora, hacer el ‘break’ para el almuerzo a tal hora, volver a trabajar a tal hora, salir a correr a tal hora y después tener un periodo de descanso a tal hora. Ese formato me equilibra muchísimo porque puedo sentir que lo que estoy haciendo es productivo. No me siento sola”, señaló.

Finalmente, Betancourt señaló que tiene fe en que la humanidad pueda sacar algo positivo de esta experiencia crítica, aunque admitió que “ha temido por el futuro”.

“Sí. Quisiera tener la esperanza de que podamos sacar como experiencia esto y decirnos: ‘Podemos seguir marchando hacia una civilización donde el ser humano sea el centro, no lo que producimos, no lo que consumimos. Si esta enfermedad contribuye a que las prioridades de los gobiernos cambien, sería como el arcoíris después del gran diluvio”, concluyó.