También muestra el procedimiento que siguen las autoridades estadounidenses cuando no hay un avión para deportarlo inmediatamente: llevarlo a un centro de detención, en lugar de dejarlo ‘como turista’ en la ciudad a la que arribó, en este caso, Miami.
En la historia que conmovió a medios y redes sociales, el fotógrafo Ómar Díaz cuenta que llegó a esa ciudad y que fue llevado con otros ‘sospechosos’ a un cuarto. “Pude distinguir a 20 médicos cubanos, unos cinco colombianos y un afro americano que al parecer había perdido su pasaporte en Dinamarca”, dice en su relato, publicado por Semana.
Luego, fue separado del grupo para un nuevo interrogatorio, donde el foco fueron las preguntas sobre su última permanencia en el país, que, con visa de turista, había durado 6 meses.
En dicho interrogatorio, Díaz decidió ser sincero y reconoció que trabajó “por 5 dólares más propinas”.
“Trabajar tampoco es un pecado, y ¿quién vive sin trabajar?”, dijo en Noticias Caracol. Es cierto: trabajar no es un pecado, pero frente a la legislación de cualquier país hacerlo con una visa que no corresponde, sí.
Otro hechos generaron sospechas entre los agentes de inmigración, como que solo tuviera 200 dólares para su permanencia y un número de seguridad social. Todos los indicios conducían a que pretendía quedarse nuevamente a trabajar.
Pero Díaz dice que solo quería visitar a Tirzah, una mujer que vivía en Filadelfia.
El resto del relato, la experiencia traumática en el centro de detención, por traumático que pueda sonar, no es nada diferente al que padece y han padecido miles de extranjeros, colombianos, deportados antes de la administración Trump.
Del mismo modo, así parezcan fríos los funcionarios de Migración, su actitud es la misma para cualquier persona en la situación de Díaz.
“Me llevaron después a un cuarto vacío con un rollo de papel higiénico, un colchón azul que se veía cómodo, almohadas de avión y cobijas de distintas aerolíneas; el cuarto también tenía un sanitario de metal que en la parte de arriba se convertía en un lavamanos; estaba oficialmente encanado en el aeropuerto, me habían quitado los cordones para evitar intento de suicidio”, cuenta.
Díaz, a pesar de todo esto, conservaba la esperanza de que su honradez le “permitiera ver a Tirzah”.
Pero después de que otro agente, llamado Lues, lo interrogó y el fotógrafo le dijo toda la verdad, el funcionario preguntó: “¿Sabe usted que va a ser deportado?”.
Posteriormente, le informaron que el vuelo deportación hacia Medellín saldría en dos días, exactamente el 22 de febrero a la 1:35.
“Me pidieron que diera la espalda y lo siguiente que sentí fueron unas esposas que me hicieron sentir más duro el ultraje. Me trasladaron a un carro de Policía”, cuenta.
Entonces, lo llevaron al centro de detención de Krome. Allí le dieron un traje azul, le pusieron una pulsera de identificación y le hicieron un examen de salud.
“En Krome se podían distinguir los azules que éramos los poco peligrosos, los naranjas que eran delincuentes y los rojos que eran muy peligrosos. Siempre estuvimos separados de los rojos. En alguna ocasión caminé cerca de un rojo sin notarlo y un oficial con un grito que alertó a todos, nos hizo separar”, añade.
En el centro de reclusión, durante un recreo, jugó baloncesto, pero la rodilla se le “salió de posición”.
Un oficial le indicó que ese día no le podrían atender la pierna, sino que lo harían, tal vez, al otro día, pero al poco tiempo lo llamaron para deportarlo, por fin, a Colombia.
Pulzo consultó al abogado experto en migración Camilo Rincón para averiguar sobre procesos de deportación como el que vivió Díaz.
“Mucha gente incorrectamente asume que son visas de 6 meses y no lo son. Son visas de turismo, y si una persona se queda un tiempo mas largo de lo que duran una vacaciones promedio, le van a asignar un oficial migratorio para que la interrogue y determine por qué se quedó tanto tiempo”, explicó Rincón, y agregó:
Si el oficial determina que la persona violó los términos de la visa por trabajar sin autorización, hacen una deportación y vetan a las personas del país, generalmente, por 5 años”.
“El otro problema es que si no hay cupos o sillas disponibles, la persona deportada muchas veces tiene que permanecer en un centro de detención hasta que logren encontrar disponibilidad en un avión”, precisó Rincón.
Por eso nunca se deben violar los privilegios otorgados por una visa de turista”, concluyó Rincón.
En ese sentido, la deportación de Díaz no se puede asociar al efecto Trump.
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