Vivir del turismo es el sueño de los ecoguías de Turimayker, una iniciativa turística comunitaria que nació tras la firma del Acuerdo de Paz en la vereda Tallambí, de Cumbal (Nariño). Tallambí, separada de Ecuador apenas por el río San Juan, es una de las 12 veredas del resguardo indígena de Mayasquer del Pueblo de los Pastos, etnia reconocida por la Unidad de Víctimas en 2017 como sujeto de reparación colectiva, a causa del conflicto armado.

Llegar a la vereda fue una travesía. Recorrimos unos 190 kilómetros desde Pasto hasta la provincia El Chical, de Ecuador, por donde el ingreso a Tallambí es más rápido y seguro, según sus habitantes. Esta ruta demora poco más de seis horas y no se puede hacer en un solo bus. Desde Pasto hay que ir a Ipiales y allí tomar otro transporte hasta el Puente Internacional de Rumichaca. En ese punto se cruzan las aguas del río Guáitara, antigua frontera natural entre ambos países, las cuales también atraviesan un importante atractivo turístico del departamento: el Santuario de Las Lajas.

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Al cruzar la frontera, tomamos un taxi para llegar al parque central de Tulcán. Esta ciudad fronteriza de clima frío y casas coloridas se hace familiar, pues evoca recuerdos de los pueblitos de la sabana cundiboyacense, no solo por su clima y arquitectura, sino también por la variedad de tonos verdes de las montañas que lo rodean.

Aunque la moneda de Ecuador es el dólar, en algunos lugares nos recibieron pesos colombianos, como en la empresa de transporte que nos llevó a El Chical. En el trayecto de cuatro horas pasamos por la ciudad fronteriza de Tufiño, un mar de frailejones ubicados en la reserva ecológica El Ángel y las lagunas verdes del volcán Chiles, que compartimos con Ecuador. Luego, ascendimos hasta el pico del páramo, para después bajar hasta el río San Juan, la frontera natural entre Colombia y Ecuador. Por fin habíamos llegado a Tallambí.

Desde 2019, unos 20 integrantes del grupo de turismo trabajan en Turimayker para consolidarse como alternativa económica para firmantes de paz y víctimas del conflicto que están en el territorio. Por ejemplo, la posada Alejandrita, donde nos quedamos, es de Marcela Pepinosa, excombatiente de las antiguas Farc y ecoguía. El hospedaje lo construyó en el segundo piso de su casa con cinco habitaciones y un baño para prestar el servicio a los visitantes.

Los recorridos turísticos

“El turismo es un camino para que la comunidad progrese”, expresó el firmante de paz Rigo Albeiro Chacón, quien ve en esta actividad la posibilidad de que la vereda participe en un camino de conservación. “Con esta propuesta podemos tener centros para avistar aves y observar nuestros sitios atractivos del resguardo, como cascadas, ríos y morros, mientras los conservamos y protegemos”, añadió.

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Uno de los recorridos turísticos con Turimayker fue al río Numbí, que bautizaron “aguas cristalinas” por el aspecto y la calidad del afluente. Este “lugar mágico”, como ellos lo describen, está a 30 minutos caminando desde la vereda, montaña arriba. En voz alta y tomados de las manos en un círculo, tuvimos que pedirle permiso a la madre tierra para poder disfrutar de las aguas y la comida a orillas del río.

En medio de la espesa vegetación que hay de camino al río, los ecoguías nos explicaron la variedad de plantas medicinales que tienen y cómo, a través de la formación que recibieron, entendieron todo el potencial del que están rodeados. “Al ser ecoguías y parte de la iniciativa de turismo miro las cosas diferente, porque antes uno no veía el valor de la naturaleza”, comentó emocionada Patricia Cantíncuz, quien es emprendedora del restaurante que hace parte de la oferta de Turimayker.

Montar su restaurante y ser parte de la iniciativa animó a Patricia a estudiar virtualmente Administración de Empresas en la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior (CUN). “Quiero organizar a mi familia, sacarlos adelante y tener mi propio proyecto unido con el que tenemos de turismo para hacer más visible a nuestra comunidad a nivel nacional”, resaltó.

Después del almuerzo a orillas del río Numbí, nos dirigimos al mirador Gallito de Peña, que recibe este nombre porque allí se puede avistar a la Rupicola peruviana, un ave de cresta roja y plumas negras, especie que únicamente se encuentra en la cordillera de los Andes. En este morro, rodeado de árboles, múltiples especies de orquídeas y arbustos, los ecoguías quieren construir una cabaña que funcione como centro de reuniones y hospedaje.

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La idea es construir una cabaña para reunirnos con los turistas que lleguen a disfrutar el paisaje y toda la fauna y flora que tenemos. Esto surgió con nuestros compañeros, pero por la pandemia no lo hemos podido concretar”, explicó Marcela Pepinosa.

La pandemia significó para los ecoguías “un apagón”, porque no se pudieron movilizar más recursos ni instituciones para continuar con el proceso de formación y consolidación de la iniciativa. Sin embargo, para integrantes como Tomás Ignacio Erira la formación que recibieron aportó a su vida. “Aprendimos el valor de lo que tenemos en nuestra región y estamos motivados en seguir cuidando la naturaleza”, señaló.

El proceso que iniciaron en 2019 con el “Proyecto ecoguías para la reconciliación, resguardo indígena de Mayasquer” finalizó en 2021 de forma virtual, luego de gestiones realizadas por Misión ONU y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) para asegurar la conectividad en la zona, porque allí la señal de telefonía colombiana no funciona. Este proceso de formación y capacitación también contó con el apoyo del Parque Natural Regional de Landas de Gascuña (de Francia), la Universidad de Nariño, la Gobernación, la organización Ocotea y el SENA.

Unos 127 excombatientes de las antiguas Farc hicieron su proceso de reincorporación en Tallambí. La mayoría eran milicianos de esa guerrilla y siempre estuvieron en el territorio. Los reincorporados afirman que la construcción de paz también ha sido con sus coterráneos, pero que también tuvo su resistencia. “El proceso con el resguardo fue muy duro, porque no nos admitían como personas firmantes de paz”, expresó Chacón.

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Más de 40 reuniones desde 2018, entre el resguardo indígena de Mayasquer junto a los firmantes de paz, y con la compañía de la ARN y la Misión de Verificación de la ONU, hicieron que el proceso empezara a darse. Durante dos años dialogaron sobre las condiciones de la reincorporación bajo las dinámicas del gobierno propio del resguardo. En septiembre del 2020 firmaron la que se considera la primera ruta de reincorporación con enfoque étnico en el país.

Luego de esta ruta, la comunidad y los firmantes de paz se han articulado para construir una placa huella de 200 m. Cargando piedras, trabajando de mano en mano, mezclando cemento y organizando la jornada, hombres y mujeres del resguardo sacaron adelante la vía principal de la vereda. Ahora, están construyendo en conjunto el plan de vida del territorio y el reglamento interno del resguardo indígena.

¿Cómo nació el proyecto?

La firma del Acuerdo de Paz fue la motivación para que la ecóloga colombiana Catherine Gamba creara un proyecto para acompañar procesos de construcción de paz con la biodiversidad de Colombia. En este caso con Nariño, departamento donde realizó su tesis de pregrado y trabajó por algunos años. Estando en Francia, se alió con el Parque Natural Regional de Landas de Gascuña de ese país y con la organización Ocotea, en Colombia, ganando la convocatoria 2018 a proyectos sociales de la Asociación de Exalumnos de Países Bajos en Colombia.

“Ecoguías para la reconciliación” fue el proyecto que inició en 2019 con 33 personas del resguardo indígena de Mayasquer, entre víctimas y firmantes de paz, quienes recibieron 500 horas de formación presencial y virtual, por parte del SENA, la Universidad de Nariño, Ocotea y el Parque Natural Regional de Landas de Gascuña.

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“Tener la oportunidad de volver a un Nariño que estaba caminando hacia el proceso de paz, la gente alegre, con mucha esperanza y optimismo sí fue una sensación diferente y también para mí fue una reconciliación con ese territorio”, expresó Gamba en entrevista con este diario.

Legislación turística, guianza en recorridos por la naturaleza y manejo de información turística regional fueron algunos contenidos que recibieron los aprendices. A finales de 2019, dos personas del Parque de Francia viajaron a Nariño y en la laguna La Cocha profundizaron contenidos, explicaron detalles sobre la profesión de guías y entregaron binoculares y cámaras trampa para que los ecoguías iniciaran su trabajo.

“La experiencia que tuvimos en La Cocha fue muy buena, porque nos llevaron a una comunidad que ya está bien organizada en temas de turismo y aprendimos, nos abrieron los ojos y nos dimos cuenta de que sí se puede generar economía a través de esta actividad”, comentó Pepinosa. En ese encuentro en Nariño, se acordó que cinco ecoguías de Colombia viajarían a Francia para intercambiar experiencias de turismo en el país europeo; pero el confinamiento por el covid-19 llevó a la cancelación del viaje y la finalización virtual del proceso.

El 31 de enero del 2021 finalizó el proceso y se graduaron 10 personas como ecoguías de este proyecto y ellos han sido quienes han transmitido sus conocimientos al resto de la comunidad que posteriormente se animó con el tema. En ese mismo año, los habitantes de Tallambí constituyeron la asociación Turimayker para consolidar su iniciativa de turismo que junta la paz, la reconciliación, la conservación y la biodiversidad.

Seguridad y vías, algunos retos

Para Gladys Gómez, integrante de la guardia indígena del resguardo y ecoguía, la unidad y la firmeza son las claves para continuar trabajando como comunidad y sacar adelante la iniciativa de turismo, que aún no está activa por las condiciones de seguridad del territorio, pues en el lugar hay una fuerte presencia de miembros del Eln. Según una Alerta Temprana de la Defensoría del Pueblo de febrero de este año, la estructura Elder Santos de esa guerrilla está en el municipio de Ricaurte, el cual colinda y tiene relación con Cumbal. Las alertas han documentado la presencia de miembros de esa guerrilla, vestidos de civil y armados.

La ARN, que acompañó los recorridos, afirma que esa guerrilla tiene control sobre el territorio. En respuesta al cuestionario enviado por Colombia+20, Luis Alberto Donoso, director encargado de esa entidad, detalló que “se tiene conocimiento de que años atrás la fuerza pública de Ejército y Policía se encontraban en el territorio; sin embargo, hace un par de años el Eln ha comenzado a ocupar el territorio y exigió en su momento la salida de la fuerza pública estatal”.

Varias de las veredas del resguardo que quedan a orillas del río San Juan, como San Felipe, Guapa y Tiuque, entre otras, tienen pintadas las letras “Eln”. Otro elemento de la realidad de Tallambí son las miles de matas de coca que hay en las montañas de la zona. El último informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) expone que el 62 % de los cultivos de coca están en las zonas fronterizas de Nariño, Putumayo y Norte de Santander.

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La comunidad reconoce que la presencia de estos cultivos perjudica la seguridad, pero los ecoguías están fomentando los cultivos de café, panela, yuca, lulo y demás frutas que se dan en esas tierras para que, junto al turismo comunitario, étnico y ecológico, se conviertan en alternativas económicas para los habitantes.

El otro problema es el mal estado de las vías que conectan a la vereda. Según los habitantes, esa es la evidencia del abandono y la dificultad de comercializar sus productos. En nuestra ruta de regreso por Colombia entendimos el porqué del reclamo.

Antes de llegar al municipio de Chiles, un tramo de 10 kilómetros era un completo pantano donde quedó enterrada la camioneta 4×4 en la que íbamos con una familia de Tallambí. Después de casi 10 horas de trayecto, llegamos al municipio de Cumbal, donde tuvimos que tomar un bus a Ipiales-Pasto, pues desde este municipio solo salen dos rutas cada madrugada a la capital de Nariño.

La importancia de una presencia robusta del Estado con oferta y alternativas reales para la comunidad es central para que este proyecto despegue. Es urgente “fortalecer la infraestructura turística, vial, comunitaria y de seguridad para superar las necesidades y brindar la posibilidad de visitar estos lugares que nos ofrece el departamento de Nariño”, explicó Donoso, de la ARN.

Este lugar de los Andes nariñenses tiene potencial turístico por su biodiversidad, variedad de climas y la berraquera de los eco-guías, que quieren apostarle a esta alternativa como una nueva forma de vida para ellos, sus generaciones y comunidad, buscando proteger y no destruir. El inicio de los diálogos del gobierno de Gustavo Petro y el Eln es una luz de esperanza para esta comunidad, que sueña con un territorio en paz para implementar su iniciativa de turismo.