La teoría de la investigadora es que el diseño de la prueba de ingreso favorece a los hombres porque el cerebro de ellos tiene respuestas más acordes a los planteamientos por los estímulos a los que son expuestos en la etapa de la primera infancia.

Pese a que Caro señala, en una entrevista con el Espectador, que la universidad no es culpable de eso, en su tesis afirma categóricamente que “una de las grandes conclusiones de la investigación es que la exclusión de género es mayor que la exclusión de clase para el ingreso a la UNAL y se agudiza para el caso de las mujeres pobres”.

Además, asegura que “la sede Bogotá es la más selectiva”, en comparación con las regionales de la universidad en Medellín y Manizales. Según dice, eso “tiene que ver con las carreras ofrecidas por estas sedes, ya que en ellas hay mayor oferta en las áreas de ingenierías y ciencias exactas, carreras fuertemente masculinizadas, producto de los ordenamientos de género”.

Caro reconoce que la Universidad Nacional “tiene la particularidad de no hacer parte de las cifras nacionales que indican la mayor apertura de la matrícula para las mujeres”, y a eso se le suma la limitada oferta de cupos que tiene, pues los primeros se los llevan los hombres. Y agrega:

“Excluir a las mujeres de esta institución no es solo excluirlas de la posibilidad de adquirir un título en una universidad pública, es excluirlas de los debates políticos, científicos, sociales, que se dan en las aulas y los campus de la Universidad Nacional y que tienen incidencia nacional”.

Los resultados de la investigación indicaron que “la matrícula femenina de la Universidad Nacional solo representa el 36% del total del estudiantado, y que las estadísticas de Latinoamérica, demuestran que “la situación de la Universidad Nacional es un caso extremo de exclusión a nivel internacional”.

Según dijo Caro en El Espectador, no es cierto que entren menos mujeres porque se presentan menos, sino por el examen de admisión en el que se incluyen pruebas de matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales, interpretación de imagen e interpretación de texto.

Y detalló que existe una hipótesis sobre la socialización en la primera infancia, porque no se estimula lo mismo a los niños que a las niñas cuando están desarrollando sus habilidades:

“A los hombres se les dice que jueguen fútbol o monten bicicleta, lo que está asociado con el reconocimiento espacial, mientras a las chicas se les estimula las áreas del cuidado”.

Dijo que existiría algún tipo de ventaja para los hombres porque “hay estudios que dicen que los hombres suelen terminar más rápido exámenes de selección múltiple, porque se les enseña a ser más competitivos. Mientras, las mujeres lo piensan más, le dan más vueltas a la pregunta”.

Según explicó Caro, las mujeres “suelen tener un mejor rendimiento a largo plazo” y por eso en México les va mejor al ingresar a la universidad porque en el puntaje se incluye el rendimiento académico a lo largo del bachillerato.

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En la tesis, también critica que el “único elemento que se tiene en cuenta para el ingreso a la Universidad es el desempeño en la prueba estandarizada”, y que eso es una barrera para las mujeres porque ellas tienen menor desempeño en todas las áreas de la prueba.

Por esa razón, Caro señala que “vale la pena preguntarse por las particularidades de los contenidos del examen de admisión de la UNAL y sobre la importancia particular del componente de Análisis de la Imagen”, que califica el razonamiento abstracto de las personas aspirantes, porque pese a que tiene 5 preguntas menos que los demás componentes, tienen el mismo valor.

La investigación también concluye que durante la crianza, los juegos de los niños se orientan a actividades como construir, armar o conducir, y eso los favorece para desarrollar ciertas habilidades, entre las que está el pensamiento abstracto.

Para Caro, “no es igual jugar con piezas tipo lego, que con muñecas y cocinas. Estas formas diferenciadas de socialización de niños y niñas dan cuenta de posibles conexiones que favorecen a los hombres”.

Y por esa razón, la investigadora propone que la solución está en “empezar a promover los cambios desde la primera infancia. Que a las chicas no les regalen cocinas, sino legos. Que las pongan a hacer deporte. Es un cambio difícil, pero va a ser gratificante”.