En su columna de este sábado “Ya no más, güevón”, Mejía no se ahorra cuestionamiento ni crítica a Uribe, a quien acusa de querer regresar a Colombia a un pasado feudal.

“Álvaro Uribe Vélez encarna lo más ruin, nauseabundo y siniestro de la “raza antioqueña”, si acaso existe tal majadería”.

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Con esa frase, Mejía manda su manifiesto antiuribista, que él mismo reconoce, es personal y con bronca contra el expresidente.

Mejía es el segundo columnista de El Espectador que abiertamente declara su animadversión contra el expresidente. Ya antes lo hizo Jorge Gómez Pinilla en su columna del 8 de junio “Me cago en la cara de Uribe”.

En su texto no ahorra adjetivo adverso: “Es el típico avivato: ventajoso, zalamero, mentiroso, arbitrario, tramposo, hipócrita y cínico”.

Estas son algunas de sus frases más críticas contra Uribe:

Busca siempre su propio beneficio y lo disfraza de altruismo. Recalca en los demás todo aquello de lo que carece.
Si le dice desleal a alguien, es porque, con certeza, lo traicionó primero.
Si cree que el ataque es la mejor defensa es porque sabe a ciencia cierta que su defensa siempre será el peor ataque.
Mal perdedor y, por tanto, mal ganador. Guache. Vengativo. Resentido. Grita, insulta, descalabra, patea, hace zancadillas, da fuete, “cargado de tigre” o “le rompo la cara, marica”.
Confunde y ofende adrede.
Donald Trump es una poma al lado de sus marrullas de gamonal de pueblo.
Justiciero, fanático, tenebroso, con desespero busca el reconocimiento, la obediencia y el halago.
Lo consume la libido imperandi: quiere más Poder y más Poder y más Poder.
Populismo de derecha. Cuasifascismo ordinario. Masato impotable de El brindis del bohemio, de Guillermo Aguirre y Fierro, y Siquiera se murieron los abuelos, de Jorge Robledo Ortiz.
Antioquia federal. Colombia feudal.
Significa un pasado desechable, un presente de asco y un futuro estéril.
Si Colombia no se une contra Uribe, él se unirá contra Colombia.
Se quejarán algunos, pero ¿cuál es la bronca, ah? En política todo es personal. Las decisiones políticas siempre afectan a los individuos, desde la crispación hasta la indignación pasando por el desespero.
Las secuelas de la política nunca han sido ni son ni serán impersonales.
Como canta Serrat: “Entre esos tipos y yo hay algo personal”. Ya no más Uribe.