Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Juan Orduz   Dic 20, 2023 - 11:03 am
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A las 10:00 a. m. de un gris miércoles llegó una señora al cruce de la calle 50 Colombia con la carrera 45 El Palo, centro de Medellín, a exponerle a don Jorge Zapata las dolencias de su sombrilla, ya más ocre que negra por el paso del tiempo. La empuñadura se ha despegado del tubo principal, haciéndola casi inútil, según explicó la dama entre aspavientos.

En su demostración, la pieza cayó rondando al suelo. Don Jorge infirió que el artículo estaba más allá de salvación y le meneó la cabeza a la mujer, rechazando arreglarlo con muecas, sin embargo, ella insistió también con gestos. Zapata se rascó la cabeza y aceptó intentar darle una segunda (¿o tercera?) oportunidad a la desgastada sombrilla.

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A la final, eso es a lo que se ha dedicado desde hace 33 años en ese mismo punto del centro de la ciudad donde ofrece sus servicios como reparador de sombrillas y paraguas, un oficio que la modernidad y sus artículos de un solo uso han hecho más escaso en la ciudad, donde sicarios se metieron a panadería y dispararon contra 2 hombres.

Sin desviar la mirada de la calle que le ha dado de comer por más de tres décadas, y hablando sentado en una acera, don Jorge explicó que él se encarga de revivir aquellos artilugios que protegen a los transeúntes del intenso sol y de las borrascosas lluvias que se dan con en la otrora ciudad de la eterna primavera.

A sus 68 años, el oriundo de Toledo pero con más de 50 años de vivir en Medellín, ya tiene la sabiduría para asegurar que las cosas pasan por algo, como le sucedió a él con el arreglo de las sombrillas y paraguas, labor que según comentó le resultó “en el camino de la vida”.

“A mí me inició en esto un amigo del que ya solo me acuerdo que le apodaban El Burro. Él, charlando me decía: ‘¡póngame cuidado que no le voy a durar toda la vida!’. Y vea como son las cosas, al poquito tiempo lo mataron”, relató don Jorge agregando que El Burro no le alcanzó a dar el curso completo, por lo que le tocó terminar de aprender el oficio a punta de empirismo. Además, reina colombiana también cayó en engaños del falso príncipe árabe.

Zapata recordó que en esos primeros años se hacía en la zona comercial de la Oriental, a donde llegaban algunos clientes. Hoy en un día regular lo pueden visitar cerca de cinco, mientras que en uno bueno pueden ser hasta 20.

“Al principio, empieza uno de a poquito, haciéndose sentir. Luego, el trabajo habla por uno y ahí empieza a llegar la clientela a buscarlo. Hoy en día tengo clientes de todo el Aburrá y hasta de Puerto Berrío que vienen hasta acá”, complementó.

Zapata indicó, según su curtida experiencia, que el principal daño de las sombrillas se da en las varillas. Eso sí, recalcó que pese a su edad los problemas más sencillos con estos artilugios los puede solucionar en cinco minutos. Ahora, si el daño es más “bravo”, una hora de su tiempo debería arreglar el asunto.

“La gente prefiere arreglar sus sombrillas en vez de comprar una nueva porque muchas veces le tienen apego a la ‘prenda’. Otras veces porque son regalos especiales o tienen cierta rareza. Otras veces porque se ‘maman’ de andar comprando una cada daño. Hay unas sombrillas de las que ya no se consiguen repuestos —como las plásticas— porque son de fibra. Entonces ahí le toca a uno ingeniar y marañar”, explicó. Por otro lado, hombres se atacaron con arma blanca y uno de ellos murió.

Con la llegada del verano uno pensaría que don Jorge podría ver complicaciones en su emprendimiento. “Sí se merma un poco la clientela, pero como dijeron en un reporte que una vez me hicieron: el sol y la lluvia me dan de comer. Si me caen unas goticas de lluvia yo me pongo alegre. Pero igual yo me animo con todo lo que mi Dios me dé. Él da lo que uno necesita. En verano o en invierno, sin la ‘bendición’ (dinero) no nos vamos”, añadió.

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Por ahora, no es claro si de su descendencia habrá alguien que siga sus pasos como reparador de sombrillas pues según don Jorge, aunque sus cuatro hijos algo aprendieron de él, ya consiguieron otros trabajos que los alejaron de las pinzas, del cortafrío, de las puntillas y del hilo. “Es que esto es complicadito. Cada sombrilla tiene repuestos diferentes así sean del mismo tamaño”, agregó.

Y aunque admite que Espacio Público ya se cansó de corretearlo por “invadir” la acera de la calle, él sigue con bríos para mantenerse en este oficio. “Aunque yo me pudiera ganar mucha plata haciendo otra cosa en otro lado, aquí seguiría trabajando. Yo todavía me siento con ganas, todavía me siento útil. Además, yo solo velo por mí para pagar mi comida y el alquiler de donde vivo”, dijo. A propósito, confirman cambios (grandes) con pico y placa en Navidad y Año Nuevo.

Según don Jorge, seguirá en esa esquina de Colombia con El Palo hasta que el cuerpo aguante. Porque, para él, lo que le ha dado el sustento no se debe dejar tirado como si fuera una sombrilla mala como esas que tantas veces le ha tocado salvar con su noble oficio.

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