El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
No hay nada como respirar aire puro y ser testigo de un agua cristalina, que refleja los musgos y plantas a su al rededor. O tener la oportunidad de presenciar cómo las aves vuelan en una danza o, incluso, ver los pasos de venados de cola blanca u osos andinos, que se pasean en busca de alimento. Así se ve y escucha el Parque Nacional Natural Chingaza, a tan solo dos horas de la capital.
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Con acceso por los municipios de La Calera, Guasca o Fomequé, en este ecosistema de más de 76.000 hectáreas de reserva, que toca 11 municipios de Cundinamarca y 4 del Meta, es donde nace la magia para que un acto cotidiano tan simple, como abrir la llave, pueda ser una realidad.
A 4.020 metros sobre el nivel del mar está ubicado el páramo de Chingaza, donde en 1930 inició su exploración para crear una nueva red de acueducto para Bogotá y sus alrededores, a causa del crecimiento de la población.
42 años después, en 1972, empezó la construcción de la represa y los túneles, que transportan el agua, luego de la compra de 24.000 hectáreas de terreno, por parte del Acueducto.




Pero tuvieron que pasar otros 13 años para que finalmente el sistema Chingaza entrara en operación con una capacidad de 14 m³/seg, y así abastecer en su momento a casi 4 millones y medio de habitantes en Bogotá. Sin embargo, en 1992 se presentó un severo racionamiento por fallas en los túneles; situación que se repitió cinco años después, por derrumbes en este mismo lugar, que terminó en otro racionamiento por 9 meses.
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