A los amigos de Tatiana Hernández, joven estudiante desaparecida en Cartagena, se les escapa una lágrima o una nostálgica sonrisa cada vez que ven el arcoíris. Este fenómeno natural, que se hace común en Bogotá para estas fechas lluviosas, los hace recordar a la mujer, quien es buscada por mar y tierra en la capital de Bolívar, donde fue vista por última vez. “Cuando llovía mucho alrededor del hospital y luego hacía sol, pues generalmente a eso de las 4 de la tarde se formaba siempre un arcoíris. Ella decía: ‘Miren, es un kiskiniski’. Esa esa era una de sus palabras estrella”, rememora uno de ellos. Hoy su paradero es un misterio.
Tatiana Hernández tiene 23 años y desde el pasado Domingo de Ramos, 13 de abril, nadie tiene razón de ella. Sus amigos cercanos de la universidad, quienes hablaron con Noticias Caracol, recuerdan a la estudiante como una mujer sonriente, de gran fortaleza y corazón. Desde que hizo su premédico, recuerda su amiga Valeria Carvajal, siempre mostró su compañerismo y apoyo. A pesar de que en este curso de 130 alumnos era necesario ocupar los primeros 20 mejores puntajes para ser admitidos en la carrera, “ella nunca lo vio como una competencia” y buscó cumplir su objetivo junto a sus amigos, sin dejar a alguien atrás.
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Ya en sus primeros semestres, ‘Tata’, como la llaman sus más cercanos, participó en diferentes actividades de servicio social, acudiendo a fundaciones y trabajando con comunidades. De hecho, una amiga cercana recuerda que ella se propuso, junto con otras tres compañeras, construir una biblioteca en La Guajira, promesa que, afirman sus amigas, debe cumplir una vez sea encontrada.
“Ella ha tenido un corazón enorme, una sonrisa preciosa y gigante hacia cualquier persona. Es una persona muy empática y muy amorosa. Una de las mayores cualidades que tiene ‘Tata’ es su amor hacia los demás sin importar nada, porque ella siempre brinda amor sin esperar algo a cambio”, relata María Valentina Sánchez, una de las compañeras de carrera con quien Tatiana solía hacer diferentes obras de caridad y trabajos sociales en varias partes del país, enfocadas en muchas ocasiones a ayudar a los niños.

Sus excelentes notas e inquebrantable pasión por la medicina la llevaron lejos. Los buenos resultados que obtuvo a lo largo de su carrera la catalogaron como una de las estudiantes más queridas por docentes y compañeros de la Universidad Militar Nueva Granada. Por lo anterior cuesta creer, argumentan sus cercanos, que una de las hipótesis sobre su desaparición tenga que ver con supuestas frustraciones profesionales o tristezas en su vida.
“Es una joven que siempre quiere aprender. Se sentía muy orgullosa de las suturas que había aprendido a hacer acá y de todo lo que había avanzado en cirugía. (…) ‘Tatis’ es supremamente inteligente y no tenía el porqué desaparecer de la nada, porque su ilusión más grande era ayudar a la gente, entonces no hay razón de ser de su desaparición. No hay razón de ser, no la he encontrado todavía”, recuerda Marina Sarmiento, administrativa en el laboratorio de Simulación de la institución educativa en la que estudia la desaparecida.
Desaparición de Tatiana Hernández: así fue su llegada a Cartagena y sus últimos días antes de desaparecer
Gracias a su excelencia académica, Tatiana pudo hacer sus prácticas rurales en el Hospital Naval de Cartagena, lugar muy querido por ella debido a su cercanía con el mar, el sol de playa y su amor por las ciudades costeras, de donde proviene gran parte de su familia. “Ella ama el mar, ama el sol y ama Cartagena, porque su familia tiene origen también de allí. Ella siempre tuvo en mente ir a esa ciudad y lo logró porque tuvo uno de los mejores promedios para hacerlo y elegirlo“, dijo Carvajal.

Sus cercanos afirman que Tatiana, hasta el día cuando desapareció, mantuvo una sonrisa y un profundo amor por su carrera. No se le veía triste ni desilusionada por lo que hacía, sino que, por el contrario, mantenía muy satisfecha por los reconocimientos que recibía a diario. “Ella me contaba que estaba muy feliz ya que los doctores, no solo en ortopedia sino en las demás rotaciones, la felicitaban por ser era una de las mejores internas. Incluso me mandaba fotos de tornillos y cosas ortopédicas que le regalaban los cirujanos porque ella me decía que le hacía muy feliz que la llamaran doctora y que estuviera en todo ese mundo”, añade Carvajal.
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Pero como en toda profesión, no todos los días solían ser buenos. Para aliviar sus cargas y el estrés en dichas prácticas médicas, Tatiana solía salir a caminar porque, según ella, yendo hacia el mar “todos los problemas pasaban”. Según recuerdan amigos suyos como Jeisson Grajales, pese a las presiones habituales que exigía su profesión u otros problemas de la vida, a la joven siempre se le había visto con una notoria felicidad que la convertían en un referente, un ejemplo a seguir.
Para mantener un equilibrio entre su vida como estudiante de medicina y su salud corporal y mental, ella hacía deporte con regularidad. Desde que llegó al Hospital Naval de Cartagena se inscribió al gimnasio junto a sus compañeros, con quienes también llegó a subir Monserrate y otros senderos naturales mientras estudiaba en Bogotá. “La cantidad de discos que carga en pesas no alcanza a ser equivalente a la fuerza que tiene como persona”, expresó, entre lágrimas, su mejor amiga Valeria.
Y es que Tatiana no estaba sola en Cartagena, también la acompañaban cuatro compañeros de carrera que, como ella, tuvieron la suerte de hacer sus prácticas en la capital bolivarense. Aunque el esfuerzo era mucho, cada tarde los cuatro amigos intentaban reunirse para almorzar y hablar sobre sus jornadas. “A estos encuentros para comer los llamábamos almuerzos familiares, porque éramos la pequeña familia que teníamos en Cartagena de conocidos”, dijo Camilo Andrés Sandoval, otro de sus cercanos.

A la joven desaparecida no le gustaba hacer sus cosas sola. Solía pedirle a su amigo Camilo que la acompañara a entrenar, a comer postre o hasta a estudiar. De ahí que se hiciera extraño que Tatiana decidiera ir sola hacia los espolones en los que se le vio por última vez durante aquel domingo 13 de abril.
“Ella me decía para casi todo lo que quería hacer: ‘Cami, vamos por un helado, vamos y nos comemos unos alfajores, vamos y nos comemos una galleta con brownie. Siempre íbamos como armando planes juntos. Íbamos al gimnasio, después salíamos, hacíamos otra cosa y ya volvíamos en la noche a estudiar. (…) En ningún momento ella era de querer salir sola al gimnasio o de querer ir a hacer algo sola de por sí“, agrega Sandoval.
Desaparición de Tatiana Hernández: ¿cómo fue su último fin de semana, antes de desaparecer?
Camilo Andrés Sandoval todavía recuerda, con lujo de detalles, lo que hizo con Tatiana durante el fin de semana en el que fue dada por desaparecida. El viernes antes de su desaparición, Sandoval había cumplido años, razón por la que Hernández decidió celebrar junto con sus tros compañeros en un restaurante de Getsemaní. Llegaron al lugar, comieron y volvieron rápido al lugar donde residían, pues para el día sábado Hernández había invitado a Camilo a jugar pádel en Castillo Grande y ambos debían estar en las canchas a las 5:30 de la mañana.
Llegó el sábado y, tal como lo agendaron, practicaron este deporte a muy tempranas horas. Tatiana, relata Camilo Andrés, se mostraba feliz de compartir aquel espacio. Posteriormente, ambos estudiantes se reunieron con los padres de la mujer, quienes también se encontraban en Cartagena por un viaje vacacional. “Nos reunimos más o menos como antes del mediodía y nos fuimos todos para Tierra Bomba. Pasamos toda la tarde en la isla”, agregó Sandoval.
¿Qué hizo Tatiana Hernández el domingo 13 de abril, día de su desaparición?
Ya siendo domingo 13 de abril, Tatiana, tan alegre como siempre, decide ir a misa junto con su familia y su amigo Andrés. “Habíamos quedado en que para el domingo, como ya era Domingo de Ramos, íbamos a ir a la misa en la mañana con sus parientes“, dice su compañero de carrera.
Al salir de la Eucaristía, ambos procedieron a irse hacia un lugar donde pudieran comprar regalos y recordatorios para sus parientes en Bogotá. “Hicimos ahí un mercado pequeño y ya volvimos al hospital. Ya eso fue como de las últimas veces que la vi porque me dijo que ella se iba a sentar a hacer una actividad que teníamos de la universidad. Ella lo iba a hacer y en eso pues yo de tanta madrugada que habíamos tenido los últimos días preferí irme a dormir un rato”, agrega Sandoval.
Tatiana ya había pasado un mes desempeñándose en aquella práctica de ortopedia, especialidad en la que quería hacer sus estudios de posgrado. La estudiante, según relatan, se encontraba completamente feliz con dicha rotación e incluso hizo importantes ajustes a la institución donde había empezado a trabajar. “Llegó a arreglar muchas cosas que fallaban en el servicio para hacer que sirviera mejor, para que todo fluyera más”, agrega su amigo.
“Ella estaba muy feliz. Bastante emocionada por seguir aprendiendo, por seguir conociendo nuevos hospitales y por seguirse pues empapando de conocimiento, realmente era algo que a ella le gustaba mucho. (…) La última vez que hablé con ella también fue para ayudarla con unas rotaciones del siguiente semestre. Estaba alegre y entusiasmada por el semestre que se venía porque había metido, como decía, todo lo que a ella le gustaba”, dice Karolay Cedeño, otra de sus amistades.




Desaparición de Tatiana Hernández: así es como sus amigos y profesores la recuerdan
A Tatiana, de quien todavía se desconoce su paradero, la recuerdan como una mujer leal, fuerte y humana. “Siento que es una de las personas que más nos ha enseñado como a ser fuerte y a saber afrontar problemas de una manera muy tranquila y sin dejar que eso le quite las ganas de continuar con sus sueños”, recuerdan sus amistades.

Su mayor anhelo, por el cual ha llegado a pasar noches en vela estudiando, es el de convertirse en una muy buena cirujana. Durante sus clases en la universidad solía ser la estudiante que siempre levantaba la mano y aquella que, hasta su más reciente semestre, se emocionaba al saber cuáles iban a ser los retos que le deparaban sus siguientes rotaciones. “Es un ser humano muy lindo, muy grande, muy hermoso. Tiene una gran luz”, afirman sus compañeros.
La joven estudiante también es recordada por su incondicionalidad. Fuera para subir a algún sendero en plena lluvia, para estudiar en equipo o simplemente para acompañar a sus amigos, Hernández solía decirle “sí a todo” lo que requirieran sus colegas. “Ella puede estar contigo subiendo Monserrate con lluvia y bajando corriendo en cualquier sendero. Puede estar contigo en las malas o puede conseguir unos boletos para La Guajira en menos de una semana solo para acompañarte. Con ella, incluso, las cosas que no te gustan se vuelvan bonitas e importantes”, dice una de sus amigas.
Para sus amigos de carrera, Tatiana se encuentra con vida y pronto volverá a su hogar junto a sus padres. De su paradero se sabe muy poco: solo se tienen algunos testimonios que relatan qué habría estado haciendo Hernández en el momento cuando fue vista por última vez. “A Tatiana quiero decirle, como siempre se lo he dicho desde que la conozco, que, pase lo que pase, siempre estaré para ella, y que siempre que pueda no dejaré que le hagan daño”, cierra diciendo, entre lágrimas, su amiga Valeria, quien lidera una marcha por el pronto regreso de Tatiana en Bogotá para este miércoles 30 de abril, desde las 5:30 p. m., por un tramo de la avenida carrera Séptima.
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