
El hondureño Gabriel Escobar no tiene ciudadanía estadounidense y espera una audiencia judicial que decidirá si podrá quedarse en el país. Como él, miles de personas cruzan las fronteras cada año en busca de un futuro mejor, impulsados por el sueño americano, de tener una vida más estable, con un hogar propio y la oportunidad de progresar económicamente.
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Joven hondureño habla de su difícil situación en EE. UU.
Sin embargo, esa esperanza se ve a menudo empañada por la incertidumbre de la situación migratoria. Escobar llegó a Estados Unidos en 2021, dejando atrás a su novia embarazada, Karla, y a su familia en Honduras.
Proveniente de una comunidad rural en las montañas de su país, donde la pobreza y el narcotráfico son constantes amenazas, su decisión de emigrar era un escape de esa dura realidad.
“Mucha gente aquí intenta ir a Estados Unidos, pero no todos llegan”, dice su padre, Ramón Escobar a OGlobo de Brasil, refiriéndose a las dificultades que enfrentan muchos hondureños en su lucha por un futuro mejor.
El camino de el joven hondureño estuvo lleno de peligros. A los 18 años, cruzó el río Suchiate, entre Guatemala y México, enfrentándose a la amenaza constante de traficantes y delincuentes. Recuerda cómo, en Monterrey, México, fue detenido durante 14 días en condiciones deplorables, sin comida y sufriendo agresiones. “Pensé que jamás lograría cruzar la frontera”, relata, describiendo la angustia de esos días de cautiverio.




Finalmente, después de un proceso largo y arriesgado, llegó a Chicago, donde su tía lo acogió y le ofreció un lugar donde comenzar de nuevo. Ella le dio lo básico para sobrevivir: una cama, comida, ropa y acceso a la educación. Sin embargo, aunque el hondureño ya está en suelo estadounidense, sigue en una situación vulnerable.
Actualmente, espera la decisión de un juez que podría tomar hasta diez años debido a la sobrecarga del sistema judicial migratorio. Mientras tanto, no puede trabajar legalmente, aunque sigue contribuyendo al país a través de impuestos, como millones de inmigrantes indocumentados.
Escobar también apoya económicamente a su familia en Honduras, manteniendo su rol de proveedor a pesar de las dificultades. El sueño de Gabriel es claro: reunirse algún día con su hijo, nacido después de su partida, y darle un futuro mejor.
Aunque la distancia y el tiempo lo separan de su familia, su determinación sigue intacta. “Aquí también hay que esforzarse mucho para salir adelante”, afirma Gabriel, quien, a pesar de las adversidades, mantiene la esperanza de que su sacrificio será recompensado.
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