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Omnipresente tanto en nuestra vida profesional como personal, la videoconferencia sigue transformando el paisaje digital. Es un sector ultracompetitivo que tiene mucho peso, y que incluso ha provocado la desaparición de Skype, el pionero del género.
La videoconferencia es ahora prácticamente omnipresente, tanto en el mundo profesional como en nuestra vida cotidiana.
Sin duda recordará el famoso tono de llamada de Skype, que dejará de oírse. Aunque la aplicación nació en 2003 y supuso una auténtica revolución, desde entonces ha quedado relegada a un segundo plano, ya sea para uso personal o profesional. Su monopolio terminó con la llegada de FaceTime, de Apple, y más recientemente con Zoom, Google Meet y Microsoft Teams. Irónicamente, Microsoft era propietaria de Skype, pero prefirió centrarse en su otra herramienta y acabó abandonándola.
Un mercado impulsado por la pandemia y el teletrabajo híbrido
Fue durante la pandemia Covid-19, en la primavera de 2020, cuando el mercado de la videoconferencia despegó de verdad. Antes de 2019, Zoom y Teams eran todavía muy poco utilizados por el gran público. Hoy, estas aplicaciones han pasado a formar parte del vocabulario cotidiano de cientos de millones de empleados.
El mercado de la videoconferencia está valorado en 33.000 millones de dólares. De aquí a 2033, esta cifra podría duplicarse según varias proyecciones. Se calcula que cada año el sector crecerá entre un 7% y un 10%, impulsado por el auge del teletrabajo híbrido, una mezcla de trabajo presencial y a domicilio. Es difícil, por no decir imposible, que las grandes empresas desaprovechen esta dinámica.
Inversión masiva… pero también limitaciones
Más allá de la aparente sencillez de la videoconferencia, las empresas están invirtiendo masivamente, sobre todo en investigación y desarrollo. La inteligencia artificial está en el centro de estos esfuerzos. Desde 2023, Microsoft ha invertido más de 2.000 millones de dólares en IA colaborativa. Zoom, por su parte, está comprando start-ups especializadas en el tratamiento del lenguaje, para crear asistentes capaces de resumir automáticamente las reuniones. Algunos van incluso más lejos, trabajando en soluciones holográficas para sustituir a las pantallas.
La videoconferencia se convierte así en una auténtica herramienta de trabajo, un potenciador de la productividad. Pero también tiene sus límites. Según X2O Media, 9 de cada 10 empresas utilizan esta herramienta. Pero también se dice que es responsable de 34.000 millones de dólares en pérdidas cada año, debido a reuniones mal gestionadas. Para los empleados, esta práctica generalizada puede provocar fatiga e incluso una forma de dependencia, con consecuencias negativas para la productividad.
Y esto es sólo el principio: según Straits Research, en 2030 -es decir, mañana- el 60% de las interacciones empresariales podrían ser completamente sin papel.
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