Entre el sector El Talego y el barrio Siete de Agosto en Armenia, la vida de Julián Andrés Cifuentes García emerge como una muestra de perseverancia en medio de la adversidad, donde el arte musical se convierte en una vía de transformación individual y social. Su recorrido no solo es el de un músico exitoso, sino que encarna cómo la disciplina y el contexto moldean trayectorias capaces de transcender las limitaciones del entorno, tal como puede constatarse al observar su vínculo temprano con los programas musicales de la ciudad. Según lo relatado en su biografía, Julián inició su camino guiado por el profesor Héctor Acero, con su primera flauta y después el corno francés, aunque fue la trompeta la que finalmente definiría su vida artística.
Aprender este exigente instrumento, considerado por muchos uno de los más complejos, significó para Julián no solo un reto técnico sino también social. En un contexto marcado por la violencia y la presencia de drogas, ingresar a la primera orquesta juvenil de salsa significó hallar un refugio frente a los riesgos de su sector. Esta función del arte como espacio protector y de oportunidades es respaldada por evidencias como las recogidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 2019, que destacan la importancia de las estrategias artísticas en comunidades vulnerables.
El consejo recibido de un trompetista a sus 17 años –quien le advirtió de la dificultad de una carrera iniciada a esa edad, pero también lo estimuló a practicar con una disciplina casi obsesiva– marcó profundamente la ética de trabajo de Julián. Este episodio refleja cómo la mentoría y el entorno adecuado pueden atenuar obstáculos derivados de la desigualdad, reinvindicando ejemplos en los que el compromiso personal desafía limitaciones socioeconómicas. La situación crítica tras el terremoto de Armenia en 1999 fue un punto de inflexión: trasladarse a Bogotá, residir cerca de la Sinfónica Juvenil y vincularse a la Universidad Nacional lo catapultaron hacia una formación superior, abriéndole las puertas a la Orquesta Sinfónica Juvenil de Colombia. En este contexto, las orquestas y escuelas creativas funcionan, como lo señala el Ministerio de Cultura de Colombia (2018), como plataformas indispensables en la construcción de futuros alternativos para la juventud de sectores populares.
La carrera de Julián simboliza la confluencia entre música académica y la tradición popular de la salsa, género con el que ha brillado junto a las agrupaciones más reconocidas de Colombia, como Guayacán Orquesta, Fruko y sus Tesos, y Grupo Niche. De acuerdo con estudios académicos en música latina difundidos por la revista Billboard en 2021, la integración a este panorama no solo demanda maestría musical, sino también la consolidación de identidad cultural y sentido de pertenencia, factores que convierten la música en un discurso colectivo y una narrativa del país.
Julián, además, se desempeña como arreglista y productor, con conocimientos sólidos en varios instrumentos, lo que le permite comprender la arquitectura de las obras, prepararlas para estudio y liderar proyectos musicales. Esta formación integral se funde en una rutina diaria exigente, de hasta tres horas por instrumento, lo cual, según el Journal of Music Education (2020), constituye una práctica habitual en el desarrollo de la excelencia musical profesional. El músico concibe la música como una ciencia inabarcable, mezcla de teoría, improvisación y memoria cultural, perspectiva que resalta la profundidad humanística del arte.
El relato de Julián no elude las serias dificultades que enfrenta el músico profesional en Colombia: inestabilidad económica, problemas de salud debido al ritmo extenuante de trabajo y riesgo de explotación dentro de la industria. Datos de la International Musician’s Union y reportajes de la BBC subrayan que estas condiciones afectan especialmente a los artistas de géneros populares en países en desarrollo, donde la seguridad colectiva de gremio y el acceso a servicios sociales siguen siendo un desafío.
La experiencia de girar y reunirse con distintas agrupaciones ha reforzado en Julián la idea de comunidad y fraternidad entre músicos. En palabras recogidas en investigaciones recientes en The Guardian (2022), este sentido de colectividad es vital para sostener el compromiso y la pasión que implica el arte de interpretar y crear música. Así, la figura de Julián Andrés Cifuentes supera los límites del virtuosismo instrumental para convertirse en símbolo de resiliencia y agente de cambio cultural, cimentando un puente entre la transformación individual y la posibilidad de un colectivo más íntegro a través del arte.
¿Por qué la música puede funcionar como herramienta de transformación social en comunidades vulnerables?
La pregunta cobra relevancia en la historia de Julián Andrés Cifuentes García, cuyo desarrollo profesional estuvo ligado a la existencia de orquestas juveniles en su entorno. En contextos marcados por violencia o precariedad económica, la música ha demostrado —según organismos internacionales como la UNESCO— su capacidad de cohesionar grupos y proveer alternativas a caminos de exclusión y riesgo.
Este fenómeno es estudiado ampliamente en el ámbito de las políticas culturales, ya que permite observar cómo los procesos creativos trascienden el arte en sí mismo y se convierten en mecanismos de inclusión, autoestima y construcción de tejido comunitario, elementos clave para la resiliencia social y el desarrollo humano en zonas periféricas y de alta vulnerabilidad.
¿Cuáles son las principales dificultades laborales para los músicos profesionales en Colombia?
A lo largo de la trayectoria de Julián, se destaca la constante preocupación por la estabilidad económica, la protección social y la remuneración justa en la industria musical. Diversos reportes, como los de la International Musician’s Union y BBC, han señalado que muchas de estas dificultades alcanzan niveles críticos en América Latina, donde la informalidad laboral afecta a gremios culturales.
La inseguridad en el acceso a la salud, los bajos honorarios y la escasa regulación de los contratos hacen que muchos músicos enfrenten situaciones precarias, pese a su alta capacitación y relevancia en la vida cultural del país. De ahí la importancia de políticas públicas orientadas a fortalecer la protección social y laboral de los artistas y creadores.
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