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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor Jefe     Nov 18, 2023 - 10:02 am

Puede que sea mencionada con mucha frecuencia en las casas y los barrios de los países del Caribe, especialmente en las Antillas, y hasta quizás haga parte de tradiciones que perviven semiocultas en esa parte del mundo, pero su nombre ha trascendido los espacios casi siempre clandestinos en donde la sitúan y hasta las fronteras de esa región gracias a pegajosos pregones de la salsa.

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Madame Kalalú, un personaje cuya existencia se mueve entre el mito y la realidad, encarna a esas personas, la mayoría mujeres, que ofrecen servicios de sanación, adivinación, augurio y predicción, pero también de encantamiento, embrujo y aun de maleficio, por lo que su denominación más común es el de brujas, de quienes se ha dicho hasta el cansancio que no existen, pero que las, las hay… y de ellas se ha ocupado ahora hasta la Inteligencia Artificial.

En el mundo de la música comercial, la última vez que pudo ser mencionada en un tema de salsa fue en boca de Mariano Cívico (‘Cualquiera menos tú’, 2000), que representa a un enardecido hombre irremediablemente decepcionado de su expareja, a la que le advierte que cualquiera menos ella puede entrar a su alcoba o cenar con él. No le permite saber nada de su vida, de su secreto, de su amor, su dicha o su dolor. Y eso que alguna vez ella fue su consentida, todo su amor, toda su vida.

Su encendido rechazo por la mujer (nunca se sabe qué le hizo) provoca que, como recurso final, en el último pregón de su canción, la despache definitivamente y la mande para donde la famosa bruja: “Vete, vete, vete, vete, vete, y date un despojito donde Madame Kalalú”. Un despojo, en Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, es hacer un ritual santero con el que se busca librar a una persona de la mala suerte.

La de Cívico es una almibarada historia cliché, muy exitosa porque en ella pueden verse reflejados los hombres que tienen o tuvieron problemas con sus parejas. Pero 17 años atrás, otro salsero reconocido, Roberto Blades, compuso un tema en el que también invoca a Madame Kalalú, solo que, en su caso, sí es una historia de despecho real; no la suya, sino la de su papá, el colombiano (de Santa Marta) Rubén Darío Blades Bosques, abandonado por su esposa y madre de Blades, la cubana Anolan Bellido de Luna.

Ante la traumática separación de sus progenitores, Roberto Blades se metió en la tragedia que eso representó para su padre, más afectado porque fue la víctima, y escribió ‘Lágrimas’ (1983), canción en la que el protagonista llora al leer la carta de despedida de su amada, y lamenta haber sido objeto de “tantas mentiras” después de haberte dado toda su vida, por lo que reprocha que su recompensa sea el desengaño.

En medio de su dolor, como un alivio, como un bálsamo ilusorio, le queda presumir que ella lo llama, y así él puede darse una revancha ficticia con la oportunidad de ignorarla: “Ring, ring, ring, ring / el telefonito está sonando, / pero nadie lo va a responder. / Madame Kalalú me dijo: Roberto, / olvídate de esa mujer”. Esto crea la sensación de que el adolorido pudo estar en ‘consulta’ con la madame, aunque de su existencia real no hay evidencia.

Una canción de salsa completa para la bruja

En estos dos temas se hacen apenas unas menciones a la famosa pitonisa. Pero en 1981, el hermano mayor de Roberto Blades, Rubén, sí le dedicó una canción completa, en la que se burla del despojo físico y monetario al que los avivatos someten a ingenuos clientes que van a consultar a brujas que no necesariamente vuelan sobre escobas, no solo asuntos de amor, sino de negocios, trabajo, viajes y cualquier situación problemática que los atormente y para la cual no tienen explicación.

Esa situación la recogió Rubén Blades en el sencillo ‘Madame Kalalú’, del álbum ‘Canciones del solar de los aburridos’, creado con Willie Colón. Con la picardía que lo caracteriza, de relatos ciudadanos que dibujan la cruda vida urbana, la de verdad, la de la calle abierta y la de antros cerrados, Rubén representa a uno de esos desesperados hombres que buscan repuestas a sus apremiantes preguntas, y va donde la señora.

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Ella es experta en leer las cartas y la bola de cristal, y su cliente la atiborra con preguntas en apariencia triviales (de quién es una sombra mala, quién toca la puerta y ofrece café, quién es el que llora en holandés y quién ríe en inglés), pero que, en realidad, y ese debe ser el propósito del cantante —pues nunca quiso referirse después al asunto—, son una burla al universo de inquietudes baladíes que llevan a los incautos hasta los adivinadores.

“¿Y qué es lo que dicen las cartas?”, pregunta el ansioso hombre, que recibe de Madame Kalalú la respuesta a la medida y muy conveniente: “Las barajas dicen que tú mejor es que me vayas aflojando la palta”, porque le han dicho que también ven a “un muchacho fugándose antes de pagar”.

Con eso, Madame Kalalú consigue que el cliente le empiece a soltar su dinero hasta desplumarlo completamente al pedirle el reloj, la camisa el pantalón y los zapatos, con la quimérica promesa (propia de videntes, pitonisas, brujas, hechiceros, adivinadores, prestidigitadores y cartománticos, entre muchos otros) de que las cartas pronto dirán cosas buenas para él.

En el mismo álbum ‘Canciones del solar de los aburridos’, Rubén Blades y Willie Colón incluyeron el tema ‘Te están buscando’, en el que se le advierte a un malandro que por su mala maña de irse siempre sin pagar muchos lo estaban buscando para ajustarle las cuentas. Y al final lo alertan: “Por tu culpa, pana, me lo dijo Madame Kalalú, que algo malo iba a pasar”.

Nombre de bruja con algunas raíces en África

Tomy Olivencia alude al apellido de la mujer en su tema ‘Trucutú’ (1965), en el que advierte que “por ahí viene Malumba con Juan Kalalú”. Pero nada más. Quizá la primera canción que mencionó a Madame Kalalú la hizo Rafael Cortijo y su combo, en 1960, compuesta por Rafael Cepeda Atiles, en ritmo de plena, cantada por Ismael Rivera (´Maelo’), aunque con un carácter diferente para la misteriosa mujer, empezando por su nombre: Madame Calalú (con ‘c’).

En esta versión, Madame Calalú constituye una suerte de autoridad comunal a la que acuden vecinos para plantearle quejas y esperar soluciones. El personaje representado por ‘Maelo’ la busca con el objetivo de que reconvenga a una vecina suya que le lanza ataques racistas, pues cada vez que lo ve le dice, entre otras cosas, “Diablo tuntún” y “negro bembú”, un acortamiento —indispensable para la rima— de ‘bembudo’ (‘bezudo’), aplicado a quienes tienen uno o los dos labios gruesos y pronunciados, rasgo característico de afrodescendientes.

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Los insultos que recibe son porque él vio a la hija de la vecina con un tal Chuchú —muy necesario también para la rima— cuando iban de paseo al mercado a comprar un calalú. ¡¿Un calalú?! Sí, algo que se llama como el apellido que tiene la madame de marras. Así, este pasaje da una de las pistas más importantes del origen de la famosa bruja antillana a la que se refieren algunos salseros.

Se trata, en primera instancia, de una hortaliza originaria de África que en lengua bantú (hablada en África ecuatorial y meridional) se denomina kalalú; pero en el Caribe el término también alude de manera genérica a hojas y hierbas comestibles, lo mismo que a sopas, guisos o potajes que se preparan con ellas, como explica el sitio Más Cuba, cocidos con sal, especias, vinagre y manteca.

Por otra parte, el término ‘madame’ (proveniente del inglés medio ‘madame’, y este del francés antiguo ‘madame’ [mi dama]) se aplica en primera instancia a la mujer que regenta un prostíbulo, pero en el mundo mágico es un título que se otorga a las mujeres que ostentan algún rango superior.

Madame Kalalú es, pues, una denominación sincrética sin una base histórica concreta. La bloguera Juana Peña (‘Azucalola’), por las referencias con que dice contar, plantea que se trató de una santera y vuduista de Trinidad y Tobago que emigró a Puerto Rico a inicios del siglo pasado, o una santera puertorriqueña con ascendencia trinitaria.

En cambio, Gerardo Torres (blog ‘Memorias de un setentón’) habla de una Madame K’lalud, y se basa en cuentos viejos y poemas de ficción puertorriqueños que sostienen que la mujer participó en la revolución contra la ocupación francesa en Saint-Dominique (Haití) y ayudó a abolir la esclavitud. Lo mismo hizo en otros países hasta que llegó a Nueva Orleans, donde terminó asesinada.

La Madame Kalalú que sacan a bailar en los temas de salsa no es esta con pinta de heroína, sino otra que simboliza a las denominadas brujas contemporáneas a las que acuden las personas con todo tipo de problemas, principalmente amorosos, y que pululan en todos los rincones del mundo desplumando, como dice Rubén Blades, a sus incautos clientes.

Esos dolientes, como todos los seres humanos, tienen inconvenientes, derivados, claro que sí, de las acciones de sus enemigos, de las malquerencias de otros, pero también de sus propias decisiones, de las circunstancias de la vida (regida por el azar y la incertidumbre), y hasta de las disposiciones de otros: muchos problemas cotidianos tienen su origen en decisiones gubernamentales, y para un mal gobernante ninguna Madame Kalalú tiene la solución.

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