“Me resultó una afección bien severa en la piel y me tocó ponerme en manos de expertos. En ese momento pensé, honestamente, que era cuestión de, qué se yo, unas manchas blancas, ahí exóticas, que habían aparecido porque sí. […] No le paré bolas, pero luego me tomaron una biopsia del borde del brazo y resultó ser vitiligo”, contó la famosa en un video, compartido por TVyNovelas.

Después, Alejandra explicó de qué se trataba esa enfermedad y de lo difícil que fue aceptarla, al principio, cuando hasta fue donde uno de los mejores dermatólogos del país con su mamá. “Las dos, en pánico”, agregó.

“Me puse a llorar horrible con ese médico, porque como que entré en un circuito de terror tenaz y dije: ‘Dios mío, me voy a volver un dálmata, qué horror’. Pero, bueno, luego me relajé y dije: ‘De esto no me voy a morir’.

“Para quienes no saben, se los cuento que yo tampoco tenía ni idea, el vitiligo es como una reacción que presenta la melanina, donde todo el ejército inmunológico hace como un corto circuito porque sí; supuestamente por estrés, que yo pensé que esa joda no existía, […] al miedo, a las angustias internas, y yo vivo muy atormentada, así que me han ayudado un montón”, dijo la presentadora, que también añadió:

“Por supuesto cuando a uno, más de mujer que todas somos vanidosas, le dan un diagnóstico de vitiligo es muy angustiante y uno se llena de miedo, porque piensa que va a empezar a metamorfosearse, porque además es una enfermedad dérmica que no tiene cura”.

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En medio de toda esta situación, Alejandra decidió investigar más sobre su condición y se acercó a un grupo de médicos con los que ha logrado estabilizar su afección.

Igualmente, explicó todo lo que ha aprendido gracias a su problema, que dice no la acompleja y para el que no hay ni siquiera un procedimiento estético que lo cure. Por eso, ella solo recurre a cosas como vitaminas.

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“De este proceso me ha resultado un gran aprendizaje, incluso hasta divertido, porque me he cuestionado muchas veces cómo sería mi vida si de repente me volviera una vaca llena de manchas, y la verdad creo que nada cambiaría; seguiría siendo la misma. He comprobado más que nunca que todo está aquí [en la cabeza]. Me llegarán los años como vengan, porque a diferencia de la mayoría de mujeres nunca voy a poder hacer trampa, literalmente no puedo ni hacerme láseres, ni nada que tenga luz, […] no me puedo chuzar, ni botox, ni rellenos, ni nada; menos mal eso me aterra, quedar como una ardilla”, relató, y puntualizó:

“Conclusión de la historia, a las neuronas no le salen manchas, entonces, lo que uno cultive aquí, el engrandecimiento de uno desde adentro, lo que pueda aprender, vivir, experimentar, es atemporal y no cambia de color”.