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La humanidad como la ve el mandatario colombiano no es aún ese “nuevo sujeto político”. Todavía no existe. Hoy hay límites y principios que se deben respetar.
El presidente Gustavo Petro sigue avanzando en su plan con Estados Unidos, aunque no les ha dicho a los colombianos claramente cuál es su objetivo final. Colombia se entera de su propósito con cuentagotas, según cada paso que da, siempre con una marcada tendencia de escalada. El mandatario, como quien arma un rompecabezas, pone las fichas, y el país, poco a poco, se va dando cuenta de la figura final. La más reciente pieza del puzle que ubicó Petro en el tablero fue provocar la revocatoria de su visa.
(Le interesa: Discursos de Petro en la ONU y Nueva York, más pasos hacia otros objetivos que no menciona)
En una manifestación en Nueva York a favor de Palestina y en contra del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que comenzó en Times Square y se detuvo en inmediaciones de la sede de la ONU, el presidente Petro pidió a todos los soldados del ejército de Estados Unidos desobedecer al presidente Donald Trump, que, como él, es el comandante supremo de las fuerzas armadas de su país. Eso, pocas horas después, provocó que el Departamento de Estado tomara la drástica medida.
Lo que hizo el mandatario colombiano fue una expresión más de lo que ya había planteado en la 80 Asamblea General de la ONU, el martes pasado, en donde aseguró que “la humanidad es el nuevo sujeto político que aparece, no el Estado-nación”, modelo de organización política al que invitó a superar. Así dibujó una suerte de (por lo menos aún inexistente) mundo sin esas entidades políticas que se caracterizan por tener un territorio delimitado, una población estable, un gobierno efectivo, el monopolio del uso de las armas (o de la violencia) y —una de las cosas que más le gustan al presidente Petro— una soberanía propia.
Inspirado en un mundo sin Estados-nación (que hoy solo existe en su imaginación), el mandatario colombiano debió creer que podía ir a un país extranjero a arengar contra su gobierno. Todavía, en los albores del siglo XXI, los Estados-nación son los principales sujetos de derecho internacional. La humanidad como la ve el presidente Petro no es aún ese “nuevo sujeto político”. Todavía no existe. Sigue dividida en naciones delimitadas por fronteras y ceñidas a cuerpos normativos que todos los extranjeros deben respetar so pena de incurrir en infracciones o delitos.
Si bien los Estados-nación enfrentan retos que amenazan su existencia —como los elevados flujos de personas, capitales, bienes y servicios que caracterizan la globalización y que diluyen las fronteras; las organizaciones supranacionales (como la Unión Europea), las aspiraciones secesionistas de grupos minoritarios y hasta el fortalecimiento de las redes sociales que permite la unión de personas en diferentes partes del mundo con objetivos comunes—, ese modelo de organización político-territorial es el que predomina hoy en el mundo.
Incluso, una de las principales motivaciones de la causa palestina, esa que defiende a capa y espada el presidente Petro, tiene como objetivo que se le reconozca a ese pueblo la condición de Estado. En las últimas horas, en una de sus más llamativas propuestas, el mandatario colombiano hizo una convocatoria para todos los que quieran ir de voluntarios a combatir en un ejército internacional en la franja de Gaza por la liberación de Palestina. ¿Entonces, quiere que se acaben unos Estados, pero que surjan otros?
El presidente Petro ha dicho que, con el anuncio de la revocatoria de su visa, Estados Unidos viola el derecho internacional, pues los mandatarios gozan de inmunidad para ingresar a la sede de la ONU. Sin embargo, habría que tener en cuenta al menos dos consideraciones: 1) la invitación que hizo a los soldados estadounidenses a desobedecer a su comandante Donald Trump no ocurrió en el espacio de la ONU, y 2) la inmunidad diplomática no estira tanto como para que una conducta considerada como infracción o delito en un país sea pasada por alto, incluso cuando en ella incurra un jefe de Estado.
¿Qué diría el presidente Petro si su homólogo estadounidense (o cualquier mandatario de otro país) le dijera al Ejército Nacional de Colombia que desobedezca a su comandante, que es el mismo jefe de Estado colombiano? Seguramente, comenzaría por recordarle eso: que él es el comandante supremo de las tropas colombianas; pero además acusaría a Trump, con razón, de promover la sedición o rebelión de los militares, de intromisión en los asuntos internos de Colombia, de atentar contra la soberanía del país y, claro está, de una intentona descarada del imperio de darle un golpe de Estado, de derrocar su Gobierno legítimamente elegido por el pueblo.
En Colombia, ese documento oficial que da permiso para entrar, salir o permanecer en el país lo define la Resolución 5477 del 22 de julio de 2022 así: “Es la autorización concedida, por la Autoridad de Visas e Inmigración, a un extranjero para su ingreso, permanencia y desarrollo de actividades en el territorio nacional. Su otorgamiento es de carácter soberano y discrecional del Gobierno Nacional y no constituye un derecho del solicitante”. Eso de “soberano y discrecional” significa que en caso de que un extranjero al que Colombia le otorga visa le pida al Ejército Nacional que desobedezca al presidente Petro, las autoridades le pueden (le deben) revocar la visa, así sea el presidente de otro país.
En conclusión, las visas —documentos oficiales que permiten la estadía de un ciudadano extranjero en un país específico— son un mecanismo que preserva el derecho legítimo de los Estados de admitir o inadmitir a personas, por diferentes razones, entre ellas, la de seguridad. El Departamento de Estado señaló al presidente Petro, al pedirle a los soldados estadounidenses desobedecer a su comandante supremo, de “incitar a la violencia” y tener “acciones imprudentes e incendiarias”.
De las razones por las que Estados Unidos decide revocar una visa de forma preventiva, el presidente Petro cuadraría en la que advierte riesgo para la seguridad nacional o el interés público, en casos de sospecha de terrorismo, espionaje, corrupción, violaciones de derechos humanos o actividades que afecten los intereses de ese país.
Al presidente Petro no le parece así. Al saber de la pérdida de su visa, dijo cosas como: “Me considero una persona libre en el mundo”, “La humanidad debe ser libre en todo el mundo”, “Tenemos el derecho humano de vivir en el planeta”, “Soy libre y todo ser humano debe ser libre en la tierra”. Cada una de esas afirmaciones efectistas tienen impacto entre los seguidores del mandatario. Pero ninguna persona posee libertad absoluta: a dondequiera que vaya, debe observar las normas y acatar a las autoridades locales. Así, la migración en cualquier parte del mundo es tolerada.
El principio universal que abraza toda la humanidad —la real— y que garantiza su existencia es el respeto: nadie puede llegar a casa ajena a hacer y decir lo que quiera, a transgredir usos y costumbres. Pero eso no es lo que caracteriza precisamente al presidente Petro.
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