Remodelarán municipio del Quindío para despertar interés turístico por su arqueología
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Visitar sitioEn Montenegro, reposa una de las colecciones que más aportan en el conocimiento de la cultura Quimbaya, clave en esta región del país.
Uno de los anuncios recientes de la alcaldía de Montenegro se refiere a la intervención de una de las calles principales, para concentrar el interés de turistas y visitantes en el atractivo que representan el sector arquitectónico tradicional y los aspectos muralísticos de este municipio quindiano.
Ello permitiría un mejor conocimiento de la historia y la cultura, en el recorrido desde el parque Elías Pérez Sanz, contiguo a la estación del tren, y que llegaría al sector aledaño a la plaza principal. Allí se encuentran otras construcciones simbólicas, como el teatro Esmeralda o la casa Cadavid, para mencionar solo 2 del conjunto histórico que todavía posee este pueblo cafetero.
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Pero no se menciona un sitio vital para la potencial promoción turística, la Casa de la Cultura. En su interior, esta construcción moderna —que lleva el nombre de uno de sus dirigentes ya fallecidos, Marconi Sánchez Valencia— alberga una de las colecciones arqueológicas más importantes del departamento.
En ella se reflejan las acciones de recuperación de piezas del pasado prehispánico. Es un lugar que debería estar en la prioridad del corredor turístico que se construirá y que demuestre así la realidad de un turismo cultural que todavía no se afirma en el Quindío.
La muestra arqueológica no es una exposición más. Es la suma registrada de muchos eventos que sucedieron, como fueron los hechos de guaquería o la compilación coleccionista de objetos desde un criterio de belleza estética de su cerámica. Tendencia que, irónicamente, llevó a que se compilaran objetos de cerámica y de piedra y que se ha dado también en otras estancias del departamento. A través de ellos, los ciudadanos conocen los hechos culturales de sus antepasados, pero no reflexionan sobre ellos y la época prehispánica.
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La historia de esta municipalidad ha estado vinculada a varios acontecimientos locales, no solo desde el lamentable saqueo de los depósitos arqueológicos, sino también desde algunas escasas acciones de investigación. Cada uno de esos objetos es el testimonio de una o más vidas y es deber de la disciplina arqueológica desvelar los acontecimientos de sus protagonistas, a través de una mirada sutil, que nos pueda ofrecer también el pensamiento y proyección de sus artífices.
Qué bueno sería el cambio de mentalidad sobre la mirada de las colecciones que tienen las Casas de la Cultura en sus instalaciones. No deben ser lotes de piezas que se reciben o entregan en el proceso de traspaso de las existencias físicas. Es y debe ser el ejercicio pedagógico de recrear el pasado y de interpretar los actos humanos de aquellos ceramistas, talladores u orfebres que las crearon.
En el caso local, la exhibición de tales evidencias nos recuerdan dos hechos de la historia de Montenegro. El primero sucede a finales del siglo XIX, cuando los hallazgos en los sitios, que hoy corresponden a los cementerios locales, y en otros parajes circundantes, permitieron la gestación de varios nombres mencionados en la región.
La toponimia dejó para la posteridad dos muy conocidos: “La Soledad” y “Pueblotapao”. El primero parece tener relación con el nombre tomado del registro histórico sobre el hallazgo del Tesoro Quimbaya, también acaecido en la vecindad. Pero su significado también puede estar ligado a las aves representadas en las piezas de oro o a las flautas encontradas en las tumbas saqueadas.
Y el otro término es la denominación popular que pudo originarse por la intensa extracción de oro indígena, hasta crear en el colectivo de guaqueros la sensación de encontrarse en un lugar “tapao” de riquezas y que generó el topónimo con el que se conoce al único corregimiento de Montenegro.
El segundo evento sucedió, ya en relación con el procedimiento del rescate arqueológico, a principios del siglo XXI, cuando se rescató, en la Ciudadela Compartir, un cuenco de cerámica, popularmente llamado incensario.
Fue encontrado en una brecha poco profunda, mientras se horadaba el terreno para construcción de una vivienda en el proceso de reconstrucción posterremoto. Ello permitió ubicar contextualmente una de las elaboraciones materiales más hermosas del periodo tardío del Cauca Medio y llamó la atención por su calado en la superficie y por las aplicaciones zoomorfas en forma de ranas de su borde. Lamentablemente esa pieza se extravió en el recinto donde permanecía en custodia, dentro de las instalaciones de la gobernación del Quindío, hecho que se comprobó en el año 2003.Solo se conserva su fotografía.
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La muestra arqueológica de Montenegro luce sencilla en su formalidad espacial, pero en realidad depara una sorpresa para los visitantes. Se trata de la exhibición de una pequeña pieza lítica, que se aprecia al interior de la primera vitrina. Es una “punta de proyectil”, nombre dado a los artefactos tallados y utilizados por los primeros habitantes del territorio, hace más o menos nueve mil años. Es en realidad una pequeña lanza que se amarraba a un madero y que usaban los antiguos para cazar grandes mamíferos —especialmente mastodontes— a los que llevaban entrampados a grandes fosos y hundían en sus cuerpos aquellas armas de cacería. A simple vista es un pequeño y desapercibido objeto, que no llama la atención del ocasional espectador. Sin embargo, allí, con la información divulgada sobre su hallazgo, en un predio rural de Montenegro, y en el marco de una excavación arqueológica, esta pieza nos ofrece una historia interesante sobre la época más remota del Quindío, muy anterior a la de los pueblos agricultores y también a la de los quimbayas.
El plegable 1 que informó sobre dicho hallazgo, en la finca Miramar, vereda El Gigante, resalta los detalles así:
“En el 2012 se inició un programa de monitoreo arqueológico bajo la autorización de intervención arqueológica 3210, expedida por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia —ICANH—, entidad adscrita al Ministerio de Cultura, encargada de la protección del patrimonio cultural de los colombianos. Durante las labores de monitoreo se excavaron 15 tumbas, se identificó un sitio de vivienda o campamento temprano correspondiente a grupos de cazadores, recolectores y horticultores y una punta de proyectil, utilizada para la caza de grandes mamíferos en épocas de grandes cambios climáticos entre el final del Pleistoceno y el Holoceno temprano, acaecidos entre el 10500 y 9000 años antes del presente”.
Es la única evidencia material arqueológica más antigua en exhibición que posee colección departamental alguna. Aunque otra punta de proyectil fue encontrada de manera fortuita en terrenos del aeropuerto El Edén, en la década de los años 70, y se obtuvo una fecha de 9470 años de antigüedad en un sitio cercano a la entrada del municipio de Salento, mientras se monitoreaba la ampliación de la doble calzada de la autopista del Café.
Es de esperar que los montenegrinos encuentren en esta muestra la razón de su arraigo a un pasado prehispánico, hasta entender el sentido de ser vecinos de un municipio que todavía conserva en las entrañas de su territorio aquella prueba de las primeras semillas culturales. Lo que viene en adelante es su disfrute, es el aprecio de sus habitantes y es el respeto por la acción científica de la arqueología.
En cuanto al turismo se refiere, una vez más se demuestra que en esa colección se encuentra el más auténtico sentido de atractivo cultural que sustenta la inclusión del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia en la Lista de Patrimonio Mundial, desde el punto de vista del atributo llamado Patrimonio Arqueológico. Pero que aún no valoramos en su integralidad.
1 Plegable “Patrimonio Arqueológico. Arqueología preventiva en áreas de expansión rural”. ICANH.
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