Desde que somos niños empezamos a relacionarnos con nuestra propia sexualidad. Conocemos nuestro cuerpo y tendemos a experimentar placer desde las edades más tiernas porque somos un organismo vulnerable a la excitación.

Por esta razón es muy importante ser conscientes de la educación sexual y los mensajes que comunicamos a las nuevas generaciones, tanto desde los entornos de la familia como fuera de ella. Los adolescentes y niños que empiezan a obtener información sobre qué es el sexo, necesitan algo más que datos anatómicos y prohibiciones para formarse en una sexualidad saludable. 

Es inaceptable que todavía se piense que todo se aprende en una mañana con una imagen que muestra los órganos reproductivos, y un maestro o maestra que señala con un lápiz por dónde baja el óvulo para encontrarse con el espermatozoide. Eso es anatomía y no educación sexual. Esto fue lo que recibimos en una clase que se llamaba Comportamiento y salud (¡juro que se llamaba así!) y en el que los alumnos salieron más confundidos de lo que entraron.

No basta con decirles que el coito es la unión de vagina y pene, como si se tratara de una actividad metódica y de la cual nos avergonzamos al explicarla.

Para establecer una educación sexual es primordial no caer en el dudoso juego de las prohibiciones. Cuando algo se prohíbe se manifiesta su carácter nocivo, y esto desencadena traumas posteriores y una censura que no dejará explorar el sexo con la libertad y voluntad que merece.

Para formar en esta educación sexual que se necesita en la actualidad, debemos estar más provistos de información que de prohibición; los gustos sexuales se desarrollan según cada individuo, su circunstancia y su experiencia; pero lo que no puede negarse es que una persona que posee la información sexual suficiente tiene menos probabilidades de equivocarse. Compartir esta información con respeto es deber de los padres. El padre y la madre de este milenio no debería vivir de espaldas a la sexualidad de su hija o de su hijo, así como tampoco tendría que permitir que las fuentes de educación sexual de éste sean los amigos del colegio o Internet. No hablo sólo de embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual, cuando hablo de educación sexual hablo de ayudar a contribuir a una vida sexual responsable, en la que esa persona se sienta escuchada, o respaldada ante las innumerables dudas que suscita el sexo, y cómo éste puede contribuir a afianzar la autoestima y la construcción de la personalidad. Además el sexo es mucho más que una actividad que luego conlleva a ETS (enfermedades de transmisión sexual). Infinitos padres creen que por dar un preservativo ya han hecho su tarea como educadores. Pues no, en el sexo tb interfiere el cómo vemos al otro, cómo lo valoramos, lo apreciamos y lo hacemos sentir. El sexo es el origen de todo, el mismo origen de cada uno de nosotros.

Cuántos males se evitarían si los padres dijeran lesbiana y no volvieran a decir rara, si dijeran homosexual en vez de marica, si pudieran hablar con naturalidad de la masturbación, si fomentaran la comunicación con sus hijos para que aprendieran de sus aciertos y apuntaran algunos errores que cometieron sus papás en el pasado, quizá por esa misma falta de información.

La comunicación lo es todo, y si se entiende la sexualidad como algo que va a procurarles una vida mejor, sin dudas, con la información suficiente y la aceptación como fin del diálogo, se puede alcanzar una relación padre-hijo clara y sin temores por la vida sexual que este último decida llevar.

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