Ya lo decía Benjamin Franklin: “Enséñame y recuerdo. Involúcrame y aprendo”.
Estamos preparados para aprender a diario, para crecer poniendo a prueba lo que hemos madurado por nuestro pasado. Ahora bien, el amor se aprende y también se emprende. Las personas que creen que porque están casadas o en pareja estable ya está todo hecho, al final se dan cuenta de que si no invierten tiempo y amor en su relación, las cosas se enfrían, llega el distanciamiento, las diferencias irreconciliables y las búsquedas en otras sensaciones o incluso en otras personas. Algunas veces esto llega sin avisar, y otras veces es claro que hay que detenerse, repensar y reformular qué estamos aportando para mantener el brillo en nuestra relación de pareja.
A mí me gusta comparar las relaciones humanas con las plantas.
Toda relación requiere de un regadío. Si queremos que estén en constante crecimiento tenemos que cuidarlas a diario. Las parejas no se ganan en una rifa, esto quiere decir que vamos a tener que mantenerlas y abonarlas para que vayan floreciendo y fortaleciéndose. Cuando se comparte con alguien, uno se da cuenta que lo que robustece a una pareja es la capacidad de superar las dificultades en conjunto y disfrutar de los momentos buenos que nos va deparando el tiempo que se comparte entre dos.
Ni todo es bueno, ni todo es malo al mantener una relación, pero está claro que si son dos los que reman en la misma barca es más viable poder seguir en movimiento y a flote por mucho más tiempo. De la misma forma, cuando se supera un obstáculo en pareja seremos más fuertes que si lo hacemos sin el apoyo de esta.
Cuando digo que el amor se emprende me refiero a que es clave inyectarle energía a la relación. Buscar la forma de darle impulso, amor y sorpresa a la realidad de estar juntos. Algunas personas son aptas para dar estos impulsos, tienen el don de la oportunidad para introducir cambios favorables y saben de qué forma formular sorpresas para que nuestra pareja, o nosotros mismos, no caigamos en el tedio y en el aburrimiento. Cuando hablo de dar una sorpresa no estoy hablando de regalos ‘online’ caros o de detalles que no tienen mayor implicación. Todo lo contrario. Hablo de pensar de qué manera podemos volver a tocar el corazón de la persona que amamos de una forma auténtica.
Hay que tener en cuenta que la rutina construye la relación, pero la rutina en sobredosis puede conducir al cansancio. La introducción de sorpresa, de un plan en pareja distinto puede ser esa oxigenación que siempre se agradecerá si se hace pensando en ambos. Aunque sea en casa o en el jardín de atrás, el compartir un nuevo plato, una receta entre ambos o una tarde en la que ambos pueden aprender algo nuevo puede suponer un tiempo de calidad favorable para seguir juntos y aumentar el bienestar. No hay que dudar en hacerlo, todo es empezar y ser muy generoso y consciente de que la propuesta es para los dos.
A lo mejor no sale tan perfecta la primera vez, pero en las siguientes ediciones puede irse perfeccionando hasta llegar a ese punto en el que ambos disfrutan y conectan desde el corazón, que es lo que estamos compartiendo a partes iguales.
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