En este mundo, que es una selva, anhelo que sepa sobrevivir a las aguas turbias, pero sin tener que navegarlas. Que conozca los peligros, pero preferiblemente por televisión, y de día, para que no le den pesadillas en la noche. Claro, que vaya al centro, que se la “guerree”… pero en su carrito. Un vehículo cero ostentoso. Una camionetica, con mínimo blindaje. Nada del otro mundo. No tiene que ser un blindaje, pues, que detenga misiles, pero sí algo normalito, que lo proteja de los peligros apenas naturales que uno se puede encontrar en la calle, como ladrones en los semáforos, fleteros y exparejas.

 Y sí, que se enfrente a cosas duras. Yo no digo que no. Que sepa lo feo que es que a uno le piten en la calle (esa vaina es horrible). O que en un parqueadero lo quieran robar, quedándose con las vueltas (es que hay gente muy mala). En fin, que sufra. Yo no puedo pretender que viva en una burbuja. Prefiero que se incomode un poquito. Que sepa lo que es que a uno le pidan plata en un semáforo y tenga que hacer cara de bravo (“¡No, no, no, no! ¡Hoy no hay, hermano!”).

Detestaría un chino ahí, todo inútil, que a la hora de la comida se muera de hambre porque nunca nadie le enseñó a pedir por Rappi. Que se pinchó y nadie le dijo cómo es que se llamaba a la aseguradora. Que se pierda en la calle porque que pena tan grande preguntarle a Waze. Que ni siquiera sepa barrer, con lo fácil que es prender el robotcito ese que se pasea por toda la casa. Que qué problema que tenga la cama tendida, con lo sencillo que es decirle a Marina, que ha trabajado con nosotros toda la vida.

También me gustaría que fuera humilde. No todos los días se puede comer langosta. A veces toca tirar corrientazo, en Crepes & Waffles o en Wok. No todos los años se puede viajar dos veces a Europa. En ocasiones hay que conformarse con unas vacaciones sencillitas y untarse de pueblo, en Disney o en el Times Square de Nueva York, y meterse ahí en ese gentío, como uno más.

Me da profundo malestar la sola idea de verlo convertido en un gomelito, un “yuppie” insensible, incapaz de sentir empatía ante las necesidades que pasan otros. Hay mucha gente pasándola mal, trabajando desde la casa con menos de 20 megas de internet; usando la versión gratis de Canva y LinkedIn; sin poder ver todos los partidos de la Liga Española, porque el DirecTV está muy caro; resignados a informarse con Pulzo, porque no les alcanza para la suscripción al The New York Times.

Soy consciente de la incoherencia. Un “guerrero” debe aprender a “guerrear” de verdad. No se puede esperar que un niño corra o salte sin que eventualmente se caiga y se raspe las rodillas. O peor, que se rompa un hueso (¡ay, qué dolor, mi chiquito momosho!). No puedo pretender que se enamore sin correr el riesgo de que le rompan el corazón. A lo único que puedo aspirar es a estar ahí para cuando vuelva de sus batallas y tener listo el botiquín con el que limpiaré sus heridas. Cuando se recupere, lo regañaré, le diré que cómo fue tan bestia, que tomó demasiado, que fue muy confiado, que le faltó ser precavido. Después, como es apenas natural, me lo llevaré a Disney y le compraré un gorro de Mickey Mouse, así tenga 40 años mi bebé “chingüengüenchón”.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.