Y creo que Thomas Piketty podría venir a corroborar las tesis de su último libro ‘Capital e ideología’.

Lo que nos da el leer y el viajar, no nos lo da nada ni nadie. No hay sustitutos. Y como al escribir esta columna me encuentro en uno de esos enriquecedores viajes, para ser precisa, en el estado de Oaxaca, en México, he de contarles que, dentro de los múltiples descubrimientos hechos, se encuentra el de los “Pueblos mancomunados”

Alguna vez oí hablar de experiencias cooperativas comunitarias exitosas en algunos pueblos de España. Pero he quedado sorprendida al encontrarme en el estado de Oaxaca, México, con una figura socioeconómica muy particular y también exitosa.

Oaxaca, es uno de los 31 estados mexicanos, tiene una población de casi 4 millones de habitantes y es el estado de mayor diversidad étnica, cultural, lingüística, ambiental, biológica y social de México; en él conviven 18 grupos étnicos de los 65 que hay en México, entre ellos mixtecos, zapotecos, mixes, nahuas, icatecos, ixcatecos, tzotziles, con la mayor concentración de pueblos indígenas en México, que en conjunto superan el millón de habitantes y están distribuidos en 2.562 localidades, sobre más de 24.932 hectáreas.

Oaxaca tiene 570 municipios (aproximadamente la mitad de Colombia), de los cuales 418 se rigen en materias socioculturales y político-económicas por lo que se han llamado “los usos y costumbres” y no por el sistema tradicional de partidos políticos. La tenencia comunal es prácticamente la regla en estos municipios.

Se trata de un modelo formado por una serie de pueblos que han estado inveteradamente unidos, de cuya existencia hay constancia en documentos que datan de 1615. Increíblemente se trata de un modelo sincrético basado en disposiciones de la Corona Española.

Para darles un ejemplo, Carlos V en 1539 indicaba “(que)… los gobernadores y Justicias, reconozcan con particular atención la orden y forma de vivir de los indios, policía, y disposición en los mantenimientos, y avisen a los Virreyes, o audiencias, y guarden sus buenos usos, y costumbres, en los que no fueren contra nuestra Sagrada religión…”, por lo que se preservaron dichos usos y costumbres con el objeto de mantener una relación pacífica con las diferentes comunidades indígenas.

Pero a nivel contemporáneo la evidencia data de 1961, año en que, el 20 de octubre, mediante un decreto nacional, se reconoció como núcleo agrario y posteriormente, el 13 de mayo de 1995, se expidió un decreto nacional en el que se reformaba el artículo 25 de la Constitución mexicana incluyendo lo siguiente: “La ley protegerá las tradiciones y prácticas democráticas de las comunidades indígenas, que hasta ahora han utilizado para la elección de sus ayuntamientos”.

En la actualidad, a nivel económico, el modelo comprende emprendimientos que incluyen la madera, los muebles, el ecoturismo y el agua embotellada. El modelo es administrado exclusivamente por miembros de dichos pueblos y su red no se limita a generar estos productos y servicios, sino también a mantener el balance ecológico en los territorios que lo integran.

Nos explicaba nuestro guía Ofelio, del pueblo mancomunado de Cuajimoloyas, y con quien estuvimos recorriendo un bello paraje denominado “El Cañón del Coyote” que, a nivel político, se trata de autogobiernos locales, en donde las “autoridades” municipales no provienen de ningún partido político, sino que es la comunidad, a través de una asamblea popular compuesta por las personas de mayor edad – y sabiduría -, quien elige a la(s) persona(s) para el cargo en la asamblea, considerando los servicios y la calidad moral de cada persona, desde el Topil (autoridad municipal equivalente a la policía) hasta el “Presidente municipal”.

Los miembros del ayuntamiento desempeñan sus cargos durante el tiempo que sus tradicionales prácticas de elección determinen, pero en ningún caso puede exceder de tres años. Para poder ser elegido se requiere, además de la mayoría de edad, haber residido y haber sido miembro activo, ejemplar y “de vida honesta” de la comunidad durante el año inmediatamente anterior a la elección.

Adicional a su régimen político, estos municipios emprendieron formas colectivas para aprovechar sus territorios forestales desde principios de la década de 1980, cuando por una serie de paros y huelgas de las comunidades, terminó el régimen de concesiones gubernamentales a empresas privadas que habían incumplido con el “derecho de monte” (parte de la utilidad que debía ser compartida con las comunidades), la apertura de caminos, salarios justos y mejoramiento de las condiciones de trabajo.

La propiedad colectiva de bosques y territorios abrió la posibilidad de generar nuevos acuerdos para impulsar capacidades productivas empresariales y el sistema de usos y costumbres según el cual el trabajo adquiere el significado de “bien social”, no solo a través del sistema de cargos públicos sino a través de la contribución a la comunidad con el propio trabajo – en el caso de nuestro guía Ofelio, como panadero. Así se fortalecieron nuevas lógicas de trabajo cooperativo y arreglos institucionales para la gestión de recursos de uso común. Como dice el investigador mexicano José Gasca Zamora, la creación de empresas de carácter comunitario implicó la movilización de recursos productivos y el desarrollo de aprendizajes y capacidades organizativas, a una escala distinta a la de las pequeñas economías campesinas.

Así pues, la diversificación productiva es hoy uno de los pilares del exitoso sistema económico de estos pueblos. Se trata del concepto de capital social, entendido como la creación de confianza e identidad de un grupo generando solidaridad entre sus miembros y creando vínculos con otros, lo que facilita enfrentar problemas compartidos, comunicación adecuada y buen entendimiento, potenciando sus recursos productivos e incrementando sus ingresos y nivel de vida.

Indagué a Ofelio sobre la posibilidad para un extranjero de pertenecer a la comunidad. Existe; para ello la persona debe convivir al menos un año con la comunidad para adaptarse a ella y aportar su trabajo a la misma, empezando desde el cargo más sencillo, durante ese período, sin el pago de salario o equivalente alguno. Si ha sido un miembro ejemplar de la comunidad, puede ser admitido finalmente en la misma, y adquirir propiedad privada inmueble, y como miembro de la comunidad, debe siempre llevar una vida ejemplar honesta y hacer parte de la formación del capital social.

Al finalizar el periplo del Cañón del Coyote, Ofelio nos invitó a su casa en el pueblo, para compartir con nosotros los panes con los que el deleita a su comunidad. Comimos pan de trigo y “regañadas”. Mi mente salió efectivamente “regañada” pero feliz, de haber podido aprender de un modelo de gobernanza política, social y económica que ha demostrado ser el mas benéfico para la comunidad. ¿Acaso no es lo que todos quisiéramos? ¿Acaso el que vivamos en una ciudad, y no en un pueblo, nos hace querer menos tener un mayor bienestar individual y colectivo?

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.