La importancia de su fútbol debe ser recompensada con seriedad en su manejo, con ambiciosos planes, en conexión con un proyecto serio.

En la confusión feliz de la actualidad, cuando se calibran con delirio triunfos insignificantes y se valora en extremo un interino entrenador, sin ropaje aún para grandes citas, el sentimiento popular solicita, de inmediato, el relevo oficial de Pékerman.

No es la selección un banco de pruebas ni un laboratorio para graduar un técnico. Materia prima hay, porque dorados son los futbolistas y reconocidas sus condiciones. No es lo mismo jugar y ganar, frente a rivales debilitados, sin la tensión de la competencia, en fechas esporádicas, que el encuentro y la prevalencia del estilo, el patrón de juego, el equilibrio y la solidez en todas las líneas, en torneos de envergadura. Cuanta distancia hay entre lo uno y lo otro.

El artículo continúa abajo

Los confesos amores de los jugadores con el encargado actual, parecen obedecer a la complacencia que produce su tolerancia frente a lo que ellos siempre quieren, dentro y fuera del campo. No veo a Reyes llamándole la atención a los consagrados, si su palmarés no lo respalda y sorprende el aprobado de algunos dirigentes, que no entienden que las improvisaciones matan sueños. Con la selección no se juega. Es hora de dar claridad desde los  deseos de los dirigentes: a jugar con mínimos o a tener grandeza. Esta causa es nacional y no solo de unos pocos.

La búsqueda del hombre idóneo, sin quisquillas, sin prejuicios, sin broncas represadas, es la mejor alternativa para poner orden en casa. Tanta distancia entre maquillaje y contenido. Tantas descalificaciones innecesarias.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.